Pido perdón de antemano por permitirme exponer tan descaradamente mi opinión, pero tener un blog da algunos privilegios. Quien disienta de mí no tiene más que expresarse en los comentarios.
Hace unos años, cuando discutían la Ley de Seguridad Vial, al llegar al asunto sobre si se podía o no hablar por teléfono mientras se conducía, naturalmente decidieron que eso debía estar prohibido pues disminuía la capacidad del conductor de estar atento a la carretera, pero tenían dudas respecto al límite de esa prohibición. Podían permitirlo exclusivamente para teléfonos con bluetooth o admitir también aquellos teléfonos que se usaban con pinganillo para manos libres. Siempre más papistas que el Papa, nuestros amados legisladores optaron por el extremo sin saber explicar muy bien los motivos técnicos que les hicieron decidirse así.
Además, al incorporar el sistema de puntos se pasaron de frenada e hicieron una ley verdaderamente draconiana que ahora se van a ver obligados a corregir.
Hace unos meses nos enteramos de que una madre iba a tener que ir a la cárcel varios meses por darle un cachete a su hijo y que el juez no tenía más remedio que dictar esa sentencia porque era la que correspondía según no se qué nueva Ley ¿Pero en qué piensan cuando se ponen a legislar? ¿Por qué se les va la olla de esa manera? Una cosa es prohibir pegar a los niños y otra muy distinta es mandar a la cárcel a los padres que lo hagan.
Y ahora resulta que el Ministerio de Medio Ambiente quiere aplicar a rajatabla la Ley de Costas y sacar a todos los chiringuitos de las playas españolas ¿Se les ha ido la pinza? El problema no solo viene de que en ese ministerio haya una docena de iluminados obcecados, sino que estriba en que cuando se hizo la Ley de Costas, de nuevo nuestros amados legisladores se dejaron llevar por cuatro extremistas enajenados y se echaron al monte con ellos.
Ahora, en vez de recapacitar y darse cuenta de que se les fue la mano legislando (como siempre), pretenden cargarse un motón de puestos de trabajo y, lo peor, convertir nuestras fantásticas playas famosas en toda Europa, en aburridas y frígidas extensiones de arena libres de chiringuitos... y de turistas.
¿Alguien se imagina al gobierno francés cerrando los fantásticos restaurantes que pueblan todas las montañas de las estaciones de esquí de los Alpes? Seguro que no.
Menuda pandilla, ¿Qué será lo próximo?