La Agencia Tributaria nos recuerda que de nuevo estamos en los últimos días de junio y, como siempre, nos toca pagar peaje por vivir en uno de los peores infiernos fiscales del mundo libre. Y el mes próximo será aún peor porque nos cobrarán el Impuesto de Sociedades.
Es la leche que empresas que este año están casi en la ruina tengan que pagar un pastón por los beneficios del año pasado.
Tú paga hoy a Hacienda y luego, ya si eso, cierras
¿Y todo para qué?
España lleva siglos encadenando pésimos gobiernos cuya única máxima es enriquecer lo más posible a sus amigos. Y retener el poder para enriquecerse aún más. Llevan las cuentas del Estado como si el dinero público no fuera de nadie, algo que algunos políticos tontainas incluso tienen la desvergüenza de manifestar en público.
No solo gastan nuestro dinero a manos llenas sin ningún control y sin optimizar la utilidad del gasto, sino que ellos mismos han creado una casta que se incrementa los sueldos sin rebozo. Algunos incluso llegan al poder predicando una austeridad personal que convierten en opulencia en cuanto acceden a él.
Nos esquilman para alimentar a una clase parasitaria, desarraigada del aparato productivo, acostumbrada a vivir sobre las espaldas de sus vecinos y a tener cubiertas sin esfuerzo todas sus necesidades básicas desde la cuna a la tumba. Personas que no tienen ganas de pujar por la vida, que han perdido el amor propio hasta el punto de no tener remordimientos de conciencia por vivir del cuento.
Y cada año son más los parásitos que se apuntan a vivir sin trabajar.
Yo mismo conozco a muchos de ellos. Todos los okupas que he conocido están cobrando su cheque de la Administración Pública. Algunos de ellos se conforman con ese cheque y malviven con eso y otras ayudas y otros, sin embargo, lo utilizan solo para complementar lo que obtienen delinquiendo o trabajando de pascuas a ramos en negro. Resumiendo, que no son la flor y nata de España.
También conozco a un par de amiguetes escaladores que, fanatizados por ese deporte, hace tiempo que decidieron no dedicarse a otra cosa que a escalar y se mudaron a la España vacía para vivir por cuatro euros junto a alguna pared de roca. A uno de ellos el alquiler de la vivienda le cuesta exactamente 150 euros, cuyo gasto comparte con otros tan fanatizados por la escalada como él. De vez en cuando hace alguna chapucilla en negro. Y entre eso y la caridad del gobierno, ya tiene para llevar la vida que quiere sin que pase ni un solo día sin practicar su deporte favorito.
Definición perfecta del parásito. Pero al menos estos no delinquen okupando viviendas ajenas o robando casas.
Siempre he estado a favor de que las administraciones públicas socorran, con el dinero de mis impuestos, a los ciudadanos que, por su mala suerte o por su incapacidad para pilotar sus propias vidas, no puedan sobrevivir por sí mismos. Hacer frente a la pobreza y proteger a los más desfavorecidos debería ser una de las primeras responsabilidades de cualquier gobierno. Pero eso no tiene nada que ver con el modelo de subvención masiva que llevan años imponiéndonos para facilitar la vida a quienes no han dado golpe en su vida y llevan años viviendo del erario público sin trabajar.
El resultado de ello es que este exceso de seguridad con cargo al presupuesto destruye la cadena de incentivos que estimula el progreso de las personas y desestimula la iniciativa individual, de forma que cada vez son más los que pierden el amor al riesgo y la aventura, condiciones ineludibles del progreso económico y la riqueza de las naciones.
Estoy completamente a favor de que se gaste todo lo que sea necesario en sostener a las empresas y, ahora, en ayudar a sus empleados mediante el pago de los ERTE o lo que sea necesario. Las empresas y los autónomos son especies en peligro de extinción y todo lo que se gaste en protegerles me parecerá bien.
Es decir, gastar en proteger a la gente productiva, bien, gastar en parásitos y gorrones sociales, mal, muy mal.
Que sí, que ya se que en los Presupuestos Generales del Estado no todo es gasto social, pero éste asciende casi al 60% del total y, francamente, estoy convencido de que la economía del país y la vida de todos mejoraría si, en vez de subvencionar al mediocre con dineros que podrían gastarse en nuevas inversiones y en crear empleos, se dejara el dinero en las manos de quienes sabemos hacer mejor uso de él que el que hace la Administración.
Lo que necesita la gente es un empleo que le permita llevar adelante su proyecto de vida y no una subvención que le obligue a llevar la vida que le indique el gobierno de turno.
Ni se sabe los años que llevo publicando todos los meses de junio mi llanto por los excesos de la Agencia Tributaria. Comencé cuando el IVA era solo del 16% y ahora es del 21%. Pero ni las increíbles subidas de impuestos ni los inexistentes recortes de gastos han sido capaces de evitar que el Estado continúe, año tras año gastando 40.000 millones de euros más de los que ingresa.
Cuanto más dinero extrae la Agencia Tributaria de los tristes contribuyentes más aumenta el gasto y por ende el diferencial entre ingresos y gastos sigue siendo el mismo.
Y ojo, que vienen subidas de impuestos que van van a dejar en nada las habidas hasta ahora y a estrangular, aún más, la actividad económica. Esta relación directa entre las subidas de impuestos y la erosión de la economía la entiende hasta el más tonto. Parece obvio que todo lo que ahora me quite la Agencia Tributaria no voy a poder invertirlo los próximos meses y que cuantas menos viviendas adquiera, menos gastaré en reformarlas y menos actividad económica generaré.
Por lo que el coste de mantener por la cara a nuestros parásitos es enorme. Todo el dinero que se malgasta con ellos podría estar generando actividad económica y puestos de trabajo.
Además, estos 40.000 millones de euros que el gobierno gasta cada año por encima de lo que ingresa es una deuda que tarde o temprano tendrán que pagar nuestros nietos.
¿Acaso es justo que los ciudadanos del año 2070 tengan que pagar los gastos de los parásitos de 2020? ¿Acaso no tendrán ellos sus propios parásitos a los que atender?
No puede ser que un país como España se endeude hasta el infinito para atender gastos corrientes. Otra cosa sería endeudarse para construir infraestructuras que, al fin y al cabo, las pueden disfrutar varias generaciones de españoles. Eso sería perfectamente entendible. Pero los españoles de 2070 tendrán que pagar su propia caridad como para tener que pagar también la excesiva generosidad de los gobiernos irresponsables actuales.
La ruina de nuestras cuentas públicas tiene su origen en la enervante avaricia de estos parásitos, a quienes siempre les parece poco por mucho que les regalemos para satisfacer su holgazanería y su insaciable ansiedad de bienes y servicios gratuitos. Para poder satisfacer a estos yonquis del gasto social, la Agencia Tributaria nos ordeña hasta límites insoportables. El resultado final es que la inmensa mayoría de los trabajadores productivos nos estemos dejando la piel para mantener por la cara y de por vida a una élite de gorrones sociales, alérgicos al trabajo, que están constantemente amenazando con incendiar las calles.
¿En qué desgraciado momento hemos dejado de darle garrote a esta gentuza para comenzar a protegerles como si fueran especies en peligro de extinción?
Hasta hace dos telediarios estos detritus sociales malvivían como ratas desde que nacían hasta que eran ajusticiados por sus crímenes. Luego los políticos tontainas nos hicieron creer que si la sociedad les mejoraba un poco la vida dejarían de ser como son y podríamos reinsertarles como miembros útiles de la sociedad. Pero no ha sido así. Décadas de darles casa, subsidios, sanidad gratuita, escolarizar a sus niños, etc. no han servido de nada.
Que sí, que ya se que con estas opiniones me salgo del consenso general y que la corrección política pasa por decir que el patriotismo está en pagar impuestos. Pero eso no es patriotismo sino mansedumbre.
Y a mi nunca me ha gustado el calor del establo.