Yo no se qué concepto tendréis vosotros de vosotros mismos, pero yo nunca me he creído el más listo. Ni tampoco he sido el primero de la clase. Es cierto que nunca he suspendido, pero también lo es que tampoco he coleccionado sobresalientes. De estudiante me limitaba a cumplir con mis tareas y a asegurarme largos veraneos sin tener que estudiar.
Y me ha ido bien en las subastas.
Qué bravucón eres, Tristán, ¿y por qué nos sales ahora con esto?
Pues porque de verdad que siempre he pensado que en el negocio de las subastas le puede ir muy bien a cualquiera que tenga muy claros cuatro o cinco conceptos y que no sea rematadamente tonto. Para triunfar en las subastas basta con tener el suficiente sentido común para no meter la pata.
No hace falta más que tener sentido común.
¿Quieres hacerte rico de verdad? Pues vete al casino o compra criptomonedas. Pero aléjate de las subastas porque en este negocio te puede ir bien pero no te vas a hacer multimillonario. Lo más a lo que puedes aspirar, si eres realista, es a ahorrarte un 25 ó 30 por ciento en cada inversión. Respecto al pecio real, claro.
Y otra cosa que yo siempre he pensado es que es más importante conservar el patrimonio acumulado que arriesgarte a perder una buena parte.
Y lo pongo de manifiesto por lo que cuento en este vídeo.
Tendréis que verlo para saber el por qué de ese título.
El caso es que recientemente me han ofrecido una inversión que pasaba por comprar un edificio industrial en Madrid, hacer un proyecto para cambiarle el uso a viviendas, adaptando todas las instalaciones a la normativa actual vigente: electricidad, contraincendios, ventilación, ascensores, garajes, etc. Seguramente también cambiarle la estética a la fachada, que es fea como para un edificio de viviendas. Y finalmente construir las viviendas y lanzarlas al mercado.
Yo he reformado muchas viviendas, pero nunca he sido promotor ni constructor.
Y he pensado
¿Qué es lo que a mi se me dan bien? Las subastas.
¿Y me veo capaz de construir? Pues me veo capaz de muchas cosas. Solo tengo que proponérmelo. Pero, ¿de verdad quiero arriesgar mi liquidez en un negocio en el que no solo no soy experto sino en el que ni siquiera tengo experiencia?
Ojo, además, hay que tener en cuenta que el demonio se esconde en los detalles.
Conclusión, que le dejo la construcción a los listos de la clase. Si alguno de ellos la caga y se arruina, ahí estaré yo para comprar en subasta los activos que le quiten los bancos o Hacienda. Lo he hecho otras veces.
Mi forma de adquirir ladrillos no es colocándolos uno encima del otro, sino comprándolos en almoneda.
¿Y vosotros, queridos lectores que me soportáis con santa paciencia, cómo veis en negocio de la construcción?