Unas nuevas elecciones están ahí mismo, a la vuelta de la esquina y este periodo, que debería ser la gran fiesta de la democracia, vuelve a mostrarse como lo que efectivamente es, el momento en el que los políticos muestran lo que realmente piensan de nosotros, los ciudadanos. Sin duda deben de tomarnos por subnormales a tenor de la inmensa demagogia de la que hacen gala, con esas frases ramplonas y esos mensajes directos a las vísceras de la ciudadanía. La verdad es que dan asco, no entiendo por qué les soportamos.
Y no es que podamos decir que son un mal menor pero que al menos son unos excelentes gestores, nada más alejado de la realidad. Dejando a un lado la penosa gestión gubernamental de la burbuja -¿alguien se acuerda del famoso aterrizaje suave del que hablaban en el 2006?- de la pre-crisis y de la crisis, hoy quiero centrarme en los políticos municipales y autonómicos, tan malos o peores que el gobierno central y eso que sus negociados son bastante más sencillos.
No hace falta haber estudiado Ciencias Económicas para entender la diferencia entre gastos corrientes y gastos extraordinarios o entre ingresos corrientes e ingresos extraordinarios. Pongamos un sencillo ejemplo: Los ingresos derivados del cobro de los recibos del IBI son "ingresos corrientes" y los ingresos procedentes de los permisos de construcción son "ingresos extraordinarios", sencillamente porque es fácilmente predecible que no son sostenibles en el tiempo. Por otra parte, la contratación de un 30% más de funcionarios municipales incrementa un 30% los gastos corrientes y, sin embargo la construcción de un parque o el arreglo de la plaza mayor no es más que un gasto extraordinario y no trae aparejados nuevos gastos en años sucesivos.
Pues esto, que parece tan sencillo y que cualquier gestor de empresa privada tiene en cuenta si no quiere verse en la calle en un santiamén, parece que nuestros políticos locales y autonómicos aún no lo han entendido, de manera que después de los tres lustros más asombrosamente afortunados de la historia
económica de España, resulta que la inmensa mayoría de los ayuntamientos y comunidades autónomas españolas están al borde de la quiebra, incapaces de pagar sus inmensas deudas y aún ni siquiera de pagar las nóminas de sus desproporcionadas plantillas.
Y esto ha sucedido porque nuestros corruptos y rebuznantes políticos han confundido los conceptos que acabo de mencionar y han gastado los ingresos extraordinarios -que como su propio nombre indica no iban de ninguna manera a extenderse indefinidamente en el tiempo-, los han gastado, digo, en obras faraónicas que además de fundirse los ahorros y de comprometer los presupuestos futuros con créditos imposibles de pagar, resulta que también necesitan de nuevos gastos recurrentes para su mantenimiento.
Por ejemplo, si reformas la plazas del pueblo o las aceras, ahí queda la obra para siempre. Lo mismo si arreglas la plaza de toros o si construyes un nuevo puente sobre el río. Pero si construyes un polideportivo, además de tener que endeudarte para pagarlo, resulta que tienes que contratar a un montón de gente para que lo lleven y pagarles el sueldo mes tras mes de forma recurrente. ¿Éramos realmente tan ricos? ¿Era necesario tener un polideportivo en cada pueblo de España? ¿Era imprescindible multiplicar por dos la plantilla de funcionarios?
Gestores que se equivocan tan gravemente (en algo tan sencillo) como para pensar que los efectos beneficiosos de la burbuja inmobiliaria se iban a extender indefinidamente hasta el fin de los tiempos y que los años venideros iban a ser un constante afluir de dinero hacia las arcas públicas no se merecen más que ser paseados en pelotas por las calles mientras los viejos les dan de bastonazos y los niños les cubren de salivazos. En vez de eso, los partidos políticos les vuelven a presentar en sus listas cerradas y aquí les tenemos nuevamente soltando la misma basura por sus negras bocas y tomándonos a todos por lo que realmente sí somos, idiotas que no merecen otra cosa que lo que tienen.
NO LES VOTÉIS. Quedaros en casa el próximo domingo o id a disfrutar de la playa o del campo, pero no les votéis. Y si no podéis evitar el ir a las urnas, al menos sed tan listos como los habitantes de aquel pueblecito del Bajo Egipto que menciona Albert Cossery en "Mendigos y Orgullosos", que hace algún tiempo, durante las elecciones de alcalde:
(...) cuando los empleados del gobierno abrieron las urnas, se dieron cuenta de que la mayoría de los votos tenían el nombre de Bargut. Los empleados del gobierno no conocían aquel nombre; no estaba en la lista de ningún partido. Espantados, acudieron a la oficina de informaciones y cuál no sería su asombro al enterarse de que Bargut era el nombre de un asno, muy considerado en todo el pueblo por su sabiduría. Casi todos los habitantes habían votado por él (...). Eran ignorantes y analfabetos y sin embargo acababan de hacer lo más inteligente que el mundo haya conocido desde que hay elecciones. El comportamiento de esos campesinos perdidos en el fondo de su aldea constituye un reconfortante testimonio sin el cual la vida sería imposible.
Hasta ahora nunca he ido a votar y no pienso hacerlo hasta que haya listas abiertas, pero los que tengáis intención de hacerlo este domingo, seáis de izquierdas o de derechas, hacedlo pensando solo en la gestión y no en los colores.
Sed listos más listos que ellos y votad a Bargut.