Os voy a contar una pequeña historia, que yo creo que clarificará en parte el asunto. En cierta ocasión tuve que ir a un edificio de oficinas de muy diversa índole a hacer una gestión, y justo en el piso de encima de donde yo iba, estaba "Banif".
Por mera curiosidad, ya que estaba allí, me dio por llamar a la puerta y ver qué es lo que ofrecían. Salió a recibirme una chica impresionante: rubia, de melena, guapísima. La acompañé por un pasillo con alfombra o moqueta roja, observándola disimuladamente mientras me preguntaba a dónde me llevaría. Me condujo hasta un amplio salón con una mesa grande y ovalada, aunque más bien vieja, que contrastaba con la modernidad del resto del local.
Yo pensé que me diría "espere aquí un momento mientras llega la persona adecuada para informarle", pero no, no hizo falta. Se sentó frente a mí y me dijo dibujando una media sonrisa en su boca, "no sé si lo sabrá, pero aquí solo atendemos a clientes por un importe mínimo superior a los 300.000 euros", a lo que yo respondí con una sonrisa mucho más abierta y espontánea: "no, no es mi caso", por lo que la reunión no duró ni 30 segundos.
Al salir de la oficina, y camino del ascensor, me iba riendo yo solo diciéndome para mis adentros "ya me extrañaba a mí que saliera a recibirte una tía tan buena", (valga la expresión, y sin pretender resultar peyorativa).