Suiza se frota las manos con la tasa Tobin de Sarkozy
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LIBRE MERCADO 2012-01-18
El controvertido impuesto sobre las transacciones financieras diseñado por el Premio Nobel de Economía, James Tobin cumple 40 años (pinche aquí para leer su propuesta original). En 2012, Francia resucita un proyecto que podría representar para el país el "suicidio político".
Expertos del Ministerio helvético de Finanzas, la Asociación Suiza de Banqueros, el Graduate Institute ginebrino y la ONG Declaración de Berna han analizado las ventajas y desventajas de este impuesto contra la especulación, y las conclusiones son muy negativas para los países que lo adopten, según informa swissinfo.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, detractor implacable de este impuesto hace una década, lo defiende ahora con el fervor de las ONG. Sarkozy cuenta ya con el apoyo explícito del presidente español, Mariano Rajoy, y algo más matizado de la canciller alemana, Angela Merkel, quien preferiría verlo aplicado en toda la Unión Europea (UE).
En 1972, su creador, el economista James Tobin, denunciaba la "imperiosa necesidad de introducir arena en los engranajes de la especulación". En 2012, expertos suizos de distintos dominios coinciden en que es un impuesto que apela al "todo o nada" para ser exitoso. O su aplicación es mundial, o generará más estragos que beneficios.
Una tasa del movimiento antiglobalización
La Comisión Europea (CE) estima que de gravarse todas las transacciones de bonos y acciones con una tasa del 0,1%, y las de derivados, con una de solo el 0,01%, Bruselas obtendría ingresos anuales adicionales por 57.000 millones de euros para financiar el presupuesto comunitario.
Más altruista, Oxfam Internacional calcula que un impuesto Tobin aplicado a escala mundial generaría 300.000 millones de euros anuales, una cuantía que se podría destinar a aumentar la ayuda al desarrollo, tal y como defienden el movimiento antiglobalización (pese a las nefastas consecuencias de dicha ayuda). Pero la tasa Tobin no es sólo defendida ahora por los políticos europeo sino también por destacados economistas, como el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, Paul Krugman o Jeffrey Sachs.
En Suiza, la Declaración de Berna avala la tasa Tobin "como una herramienta para obtener fondos destinados al desarrollo", confirma Olivier Longchamp a Swissinfo. Pero el responsable de Finanzas y Fiscalidad de la ONG helvética no mira el tema con ingenuidad. "Está claro que la plaza financiera suiza intentaría jugar el rol del caballero solitario; y buscaría que el impuesto se aplique en otros países, para beneficiarse con ello y recibir los capitales que abandonen otras plazas". Sobre la iniciativa unilateral francesa, Longchamp se muestra escéptico. "Para que los especuladores no lo esquiven, un gravamen de este tipo debe ser de carácter internacional".
¿Efecto real?
Jean-Louis Arcand, profesor en Economía Internacional del Instituto de Altos Estudios Internacionales y Desarrollo (Graduate Institute), de Ginebra, destaca que "las transacciones financieras son altamente significativas en el mercado internacional". Y se mueve entre hipótesis para explicar su visión: "Si dichas transacciones tienen efectos negativos para el bienestar -y existe una razonable experiencia empírica para suponer que es así-, entonces la tasa Tobin podría ser una solución. Pero solo si fuera instrumentada en todos lados".
Considerando que los mercados siempre encuentran un buen camino para darle la vuelta a las legislaciones, Arcand duda, sin embargo, que los alcances del impuesto sean los que se pronostican. "¿Podemos realmente imaginar que la tasa Tobin genere el efecto esperado? Mi respuesta es un claro no. Destruiría a los mercados que lo apliquen y beneficiaría a quienes no lo hagan. Hay que hallarse en estado de muerte cerebral para creer que un bien público (como la tasa Tobin) es capaz de generar bienestar si se aplica de forma selectiva", explica.
Hay mejores opciones
Por su parte, el Gobierno suizo sigue el tema con interés, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. En 2011, el Parlamento liquidó dos iniciativas socialistas que sugerían la creación de una tasa Tobin (del diputado Andreas Gross y el senador Roberto Zanetti).
Mario Tuor, portavoz de la Secretaría de Estado de Asuntos Financieros Internacionales (SFI), expresa indica que el Gobierno helvético conoce bien la propuesta de la Comisión Europa (CE) y también la de Francia. "Nuestra posición es la misma: este impuesto solo funcionaría si se aplica a escala internacional. Ponerlo en marcha en unos cuantos países de Europa haría que los capitales se dirijan a los centros financieros exentos de esta tasa", coincidiendo así con los otros entrevistados.
Ineficaz y contraproducente
La visión de la Asociación Suiza de Banqueros (ASB) tampoco es favorable, según la responsable de Comunicación para Europa, Rebeca García: "Los Impuestos a las Transacciones Financieras (ITF) son ineficaces y contraproducentes, ya que colocan a los mercados importantes en riesgo de falta de liquidez, una condición que terminaría por provocar fluctuaciones cambiarias mayores a las que busca evitar". La ASB también aborda la condición sine qua non de la aplicación internacional, para evitar la fuga de capitales de un destino a otro.
Pero García alerta sobre un punto adicional: un TTF gravaría a los generadores de volatilidad, pero también a las muchas empresas que realizan operaciones de comercio internacional sin fines especulativos.
Suiza, la gran beneficiaria
Si Francia sigue adelante, Suiza sería una de las principales plazas financieras ganadoras. Francia provocaría una catástrofe para su índice CAC-40 y el resto de sus mercados. Y todo país de la UE que aplique esta tasa cometería un "suicidio político".
Por el contrario, los mercados suizos se verían beneficiados, subraya el profesor Arcand. "Si consideramos la situación política que vive Francia, no me extrañaría que el tema prospere. Y si lo hace, entonces todo el poder irá a Zúrich", puntualiza el catedrático. Los bancos franceses ya han advertido a Sarkozy que huirán del país hacia plazas financieras más seguras y favorables al capital en caso de que París aplique dicha tasa.