Mi hermano mayor me dijo un día:
–––¿Ves a ese viejo debajo de los árboles? Nunca hables con él.
Miré al hombre. Levantaba hojas caídas, las observaba y volvía a dejarlas en el suelo con la misma delicadeza con que las había levantado.
–––¿Es loco? –––pregunté.
–––Al contrario –––dijo–––. Es anormalmente inteligente. Muy peligroso.
Pasaron quince años desde entonces y nunca dejé de pensar en ese hombre. Un día pregunté a mi hermano por qué me había dicho eso.
–––Porque quería protegerte –––dijo.
–––¿Protegerme de qué?
–––Te lo diré –––dijo. Se sentó frente a mí. Se quedó callado por un buen rato. Señaló con el índice al bolsillo de mi camisa sin decir palabra. Tomé mis cigarrillos y se los alcancé. Era la primera vez que lo veía fumar.
–––Verás –––dijo–––; la vida es una ilusión. Nada de lo que pensamos y sentimos es real. Nada tiene sentido. ¡Nada que no sea una ilusión!. Y ese viejo tiene la capacidad de quebrar las ilusiones.
–––¿Hablaste con él?
–––Mucho –––dijo–––. Hemos tenido debates muy largos y durante mucho tiempo.
Esperé que prosiguiera pero apagó su cigarrillo y se quedó callado. Parecía que pensaba.
–––¿Y? –––pregunté impaciente.
–––Y nada –––dijo–––; ganó.
–––¡Cómo que ganó! –––excalmé–––¿Qué ganó?
–––Los debates –––dijo–––. Tenía razón en todo lo que exponía.
–––¿Y sobre qué exponía?
Me miró con el ceño fruncido por un instante:
–––Sobre todo lo que sabes, sobre todo lo que ignoras y sobre todo lo que ni siquiera imaginas.
Me quedé callado. Mi hermano era veinte años mayor y sus palabras empezaban a generar en mí una impresión que desconocía.
–––No sé de lo que hablamos –––dije–––. No sé qué preguntar ni cómo preguntar.
–––Es mejor no saber –––dijo mirándome como con lástima.
Intenté imaginar los temas sobre los que sería mejor no saber pero no encontraba, siquiera, un tema al que podría estar haciendo referencia.
–––Quiero que me digas un tema sobre el que es mejor no saber –––dije.
–––Te diré varios –––dijo–––: economía política, finanzas, fuentes de energía, organizaciones secretas, exopolítica…
–––Es alentador que no incluyas a las mujeres y al fútbol –––dije sonriendo.
–––Nada escapa a lo que es mejor no saber la verdad –––dijo serio.
Casi suelto una carcajada.
–––Dime una verdad sobre algunos de los temas que mencionaste –––dije.
–––Finanzas –––dijo–––. ¿Sabes lo que es un nicho de mercado?
–––No –––dije.
–––Es un grupo de consumidores de un producto financiero –––dijo–––. Un grupo motivado para consumir un producto financiero que no le sirve a nadie que no sea quien lo vende.
–––¿Tarjetas de crédito, por ejemplo?
–––Por ejemplo –––dijo–––. Pero hay muchos otros.
–––Dime otro –––dije.
–––Préstamos hipotecarios, préstamos personales, créditos a sola firma sin garante –––dijo–––. Pero esos son servicios financieros dirigidos a sectores amplios que en el argot sería un segmento. Hay nichos en países desarrollados que fomentan los bancos que hacen brokerage, que son verdaderas apuestas en contra de sus clientes.
–––¿Cómo es eso?
–––Son bancos que conectan a sus clientes con la Bolsa. Dependiendo del monto de la cuenta del cliente, envían o no al mercado, las operaciones de esos clientes. Si el cliente es pequeño, saben que es un novato y el banco toma contrapartida de las operaciones de ese cliente. Y dependiendo de cual de esos delincuentes se trate, las comisiones que cobran funden al novato.
–––¿Y qué ganan con eso?
–––Ganan todo el dinero que ese novato ha depositado para comprar y vender en el mercado; saben que es sólo cuestión de tiempo para que el novato lo pierda todo.
–––¿Apuestan en contra de sus clientes?
–––Claro –––dijo.
–––¿Y por qué los gobiernos permiten eso?
–––Por el mismo motivo que no cobran impuestos a la renta financiera y que permiten la existencia de paraísos fiscales.
–––¿Y cual es ese motivo?
–––Que hay una conspiración en contra de la gente a nivel mundial. Pagan impuestos quienes trabajan para que los gobiernos puedan subsidiar a quienes no lo hacen.
–––¿Y qué ganan los gobiernos con subsidiar a esa caterva de delincuentes?
–––Que los dejan seguir en el poder.
–––A ver –––dije–––. ¿Vos decís que si los gobiernos no hacen lo que a esos ladrones les conviene los echan del gobierno?
–––Así es –––dijo–––. Y a veces los asesinan. Pero eso sólo cuando no pueden derrocarlos porque el pueblo los apoya.
–––¿Sabes de alguien a quien hayan asesinado?
–––Claro –––dijo–––. A Jaime Roldos, presidente de Ecuador, a Omar Torrijos, presidente de Panamá y a Saddam Hussein presidente de Irak. También a John Fitzgeral Kennedy, presidente de Estados Unidos. A los tres primeros los mataron porque no querían recibir sobornos para tomar deudas enormes con el Banco Mundial. Y a Kennedy porque no quería enviar tropas a Viet Nam.
–––¿Y por qué querían enviar tropas a Viet Nam?
–––Porque de ese modo la industria bélica podía vender al gobierno las dos mil seiscientas naves que llevaban perdidas hasta el año 1974 que fue la última vez que se conoció esa información.
–––Por lo que dices, deduzco que a esa guerra la hicieron para que ganaran dinero los delincuentes –––dije.
–––Todas la guerras se hacen para que ganen dinero los delincuentes –––dijo–––. Los delincuentes obligan a los gobiernos a seguir esa línea. Y los gobiernos obedecen porque para eso los ponen donde están.
–––¿O sea que nunca hay gobiernos elegidos por el pueblo?
–––Sólo en los países pobres –––dijo–––. Como ellos son sus acreedores, los países endeudados están obligados a obedecerles.
–––¿Y qué pasa si no obedecen?
–––Ya te lo he dicho; asesinan a sus presidentes. Y si no consiguen asesinarlos, hunden en la miseria al país como hicieron con Cuba y con Chile en la época de Allende.
–––O sea que el mundo entero pertenece a Estados Unidos?
–––No –––dijo–––. También a los países que ayudaron a ganar la segunda guerra.
–––¿Y el resto que somos? –––pregunté ya descorazonado.
–––Proveedores de recursos naturales no renovables y consumidores de sus industrias obsoletas.
–––¿O sea que el destino de los argentinos es ser rehenes suyos para siempre?
–––No –––dijo–––. Sólo la gente que trabaja; los que componen la élite son sus aliados.
–––¿Y cómo hace un hombre para integrar esa élite?
–––Hay cuatro caminos posibles –––dijo–––. Nacer heredero, participar de la alta política, traficar con droga, o poseer dominio en los mercados financieros.
–––¿En la Bolsa?
–––Asintió con la cabeza en silencio.
–––Dime algo ahora sobre las organizaciones secretas –––dije.
Volvió a apuntar con un dedo al bolsillo de mi camisa sin decir palabra. Le alcancé mis cigarrillos con premura.
–––Hay una sola organización secreta que le interesaba a ese viejo –––dijo–––. La masonería. Sostenía que la única manera de estudiar a la masonería, es haciendo uso del sentido común basado en los hechos. Decía que lo único que en realidad sabíamos, es que quienes organizaron la revuelta contra Inglaterra en el siglo XVIII, fueron los masones. Decía que es cierto que la masonería no es una organización secreta, sino que es una organización discreta como ellos mismos lo afirman. Pero decía que lo que permanece en secreto, son sus actividades. Decía no tener dudas sobre que masones como George Washington, que había sido el primer presidente de la Unión, eran muy capaces en lo referente a organización y que ambicionaban poder. Y me preguntaba si yo creía que gente como esa, hambrienta de poder, hubiesen dejado que algún apetitoso ajeno a su secta, capujara ese poder después de declarar la independencia. Es obvio, decía, que los masones nunca abandonaron el poder en los Estados Unidos de América; que los llamados padres fundadores murieron, pero que a los puestos políticos y financieros claves, los ocuparon siempre los masones. Imaginaba que entre los primeros masones que gobernaron a ese país y los actuales, había una diferencia: que los viejos masones no contaban con tecnología ni con suficientes tropas que les permitiera someter a otros pueblos. Decía que los masones que administran a ese país actualmente, cuentan con lo necesario para hacer lo que sus antecesores no podían, y que consiste en apropiarse de todos los recursos de todos los pueblos del mundo. Que con el tiempo, los únicos pueblos que conservarán sus banderas, estarán sometidos a través de deudas impagables. Los otros, decía, se perderán entre el humo de las bombas.
Afirmaba que lo que conocemos como evolución humana, no es más que la evolución de una secta.
Hubo un largo silencio mientras yo me esforzaba por controlar mis emociones.
–––Vos me preguntaste y yo te respondí –––dijo serio, y se retiró de mi lado.
“Los dos guerreros más poderosos son paciencia y tiempo.” (León Tolstoi)