LA APORTACIÓN DE TOMÁS DE MERCADO
Por su parte, Tomás de Mercado, en su Suma de Tratos y Contratos (Sevilla 1571), hace un análisis del negocio bancario que sigue una línea muy parecida a la de los anteriores autores.
Primeramente señala, siguiendo la doctrina más correcta, que los depositantes deben pagar a los banqueros por el trabajo de guardarles sus depósitos de dinero, concluyendo que "de todos es regla común y general poder llevar salario de los que consignan en su banco dinero, o un tanto cada año o tanto al millar, pues les sirven y guardan su hacienda".[21]
Sin embargo, Tomás de Mercado irónicamente señala que los banqueros de la ciudad de Sevilla son tan "generosos" que no cobran nada por la custodia de los depósitos, utilizando las siguientes palabras: "los de esta ciudad, cierto, son realísimos y ahidalgados, que ningún salario piden ni llevan".[22] Y es que Tomás de Mercado observa cómo los banqueros de Sevilla no tienen necesidad de cobrar nada, puesto que con la mucha moneda que obtienen en depósitos, realizan negocios particulares que les son muy lucrativos.
Hemos de resaltar que, en nuestra opinión, el comentario de Tomás de Mercado en este sentido se refiere simplemente a la constatación de un hecho, sin que suponga una aceptación respecto de la legitimidad del mismo, como diversos autores modernos parecen sugerir.[23] Todo lo contrario, siguiendo la doctrina clásica romana más pura y la esencia de la naturaleza jurídica del contrato de depósito irregular de dinero, Tomás de Mercado es el tratadista escolástico que más claramente pone de manifiesto que la transmisión de la propiedad que se da en el depósito bancario de dinero no supone una paralela transmisión de disponibilidad, con lo que, a efectos prácticos, no tiene lugar una plena transmisión de propiedad.
Veamos qué bien se expresa: "han de entender (los banqueros) que no es suya sino ajena la moneda, y no es justo que, por servirse de ella, deje de servir a su dueño". Añadiendo Tomás de Mercado que los banqueros deben someterse a dos principios básicos, el primero, "no despojar tanto el banco que no puedan pagar luego los libramientos que vinieren, porque, si se imposibilitan a pagarlos expendiendo y ocupando dinero en empleos y granjerías u otros tratos, cierto pecan ... Lo segundo: que no se metan en negocios peligrosos, que pecan, dado les suceda prósperamente, por el peligro que se pusieron de faltar y hacer grave daño a los que de ellos se confiaron."[24]
Aunque es cierto que podría interpretarse que, con estas recomendaciones, Tomás de Mercado llega a admitir la utilización de un cierto coeficiente de reserva fraccionaria, hay que tener en cuenta que es muy rotundo al exponer su opinión jurídica de que, en última instancia, el dinero de los depósitos no es de los banqueros sino de los depositantes, y al manifestar además que ninguno de los banqueros hace caso de sus dos recomendaciones: "mas como en caso de ganar, habiendo comodidad, es muy difícil refrenar la avaricia, ninguno de ellos tiene estos avisos, ni guarda estas condiciones".[25] Por eso, considera muy positivo que se prohíba a los banqueros que tengan negocios particulares, con la finalidad de quitar la tentación que supone el financiarlos indefinidamente con cargo al dinero obtenido de sus depositantes.
Por otro lado, y en otro lugar de la Suma de Tratos y Contratos, al final de su capítulo IV, Tomás de Mercado señala cómo los banqueros de Sevilla hacen de depositarios de los dineros y metales preciosos que tienen los mercaderes de la flota de Indias y cómo con tan cuantiosos depósitos "hacen grandes empleos" y obtienen pingües beneficios, sin condenar expresamente este tipo de actividad, si bien es cierto que el pasaje en cuestión más bien es una descripción de un estado de cosas que un análisis en cuanto a la legitimidad de las mismas, que sí que se realiza con mucha más profundidad en el posterior capítulo XIV que ya hemos comentado.
Tomás de Mercado concluye además que los banqueros "entremétense también en dar y tomar a cambio y en cargar, que un banquero en esta república abarca un mundo y abraza más que el océano, aunque a veces aprieta tan poco que da con todo al traste".[26]
Quien tiene dinero tiene en su bolsillo a quienes no lo tienen