#72641
Re: Abengoa levanta el vuelo de la mano de Clemente Fernandez y los Accionistas
Manuel Antón, [29/12/2021 12:32]
Al margen de la actuación del administrador concursal, nuestro principal enemigo en este momento es el juez, responsable mediato de la gestión social,.
La fortuna le sonrió el día que le tocó por reparto el preconcurso de Abengoa, en el que dudo que no influyese que ninguno de sus colegas quisiera hacerse cargo de este embolado. Presuntamente fue determinante su conocimiento sobre el tema. Él homologó el 27/06/2019 el proyecto de estafa enmascarado como propuesta de refinanciación, cuyo objetivo era, entre otros, enterrar el timo sustentado por la de 2017, que estuvo a punto de ser embalsamada por el inexistente acuerdo de financiación del 6/08/2020 (al menos así lo afirmó su vecino del n.º 1 cuando nos denegó las cautelares), pero que utilizó el administrador concursal en su petición al juez de dejarnos sin voz, que, para acreditar nuestra pérfida intención, dio carta de naturaleza a un hecho antes jurídicamente inadmisible, que Vellocino existió.
En cuanto a la ejecución de su legado, la fiscalía de Sevilla observó hechos que podrían ser constitutivos de los delitos de administración desleal, contra el mercado, societario, estafa y alteración del precio de las cosas, y solicitó que se investigue si el segundo rescate, el que nuestro juez homologó, se aprobó de forma ilegal. Después de leer el último artículo de Grimaldi, a todo ello hay que añadir que el titular del Juzgado Central de Instrucción número 4 de la Audiencia Nacional también apreció indicios de delito en la ejecución y la magistrada titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 8 de Sevilla “una clara defraudación con grave repercusión para la economía nacional”.
Por lo que a nosotros respecta, primero nos prejuzgó. Recién admitido el concurso “innecesario”, decidió que éramos los malos y decretó la suspensión de la junta de marzo sin ningún argumento jurídico ni valorar la abundante jurisprudencia contraria. Mantuvo las competencias plenas del consejo de administración de los buenos para que pudiesen seguir trincando mientras ejercían como enterradores de la sociedad, criterio que invirtió justo cuando accedieron al consejo los nominados por los malos.
Después de demostrar su animadversión hacia nosotros, sirvan de ejemplo la diferente celeridad en la respuesta a las demandas de unos y otros, y las actuaciones para impedir el ejercicio de los derechos sociales, haciendo un nuevo alarde de prepotencia, previa calificación como moscas cojoneras, nos condenó al silencio social. Su vecino del n.º 2 parece no estar muy de acuerdo con el beneficio de silenciar a las masas sociales. En un auto del 6/10/2020 obliga al administrador concursal de una sociedad concursada, sin actividad y en fase de liquidación a convocar las juntas hasta la conclusión del concurso.
Tal vez sigue sin darse cuenta, o sí, pero existe alguna razón sustancial o sustanciosa que lo justifique, que al avalar la operación de reestructuración que le endilgaron y se pasaron por los forros Urquijo y su banda, cumpliendo las órdenes de los acreedores con pedigree capitaneados por el Santander, pero también accionistas privilegiados y administradores de hecho durante años de toda la trama societaria que cuelga de Abengoa, les otorgó un salvoconducto que utilizaron para hacer lo que les vino en gana en su beneficio, y no precisamente para lo que se habían comprometido. Se deshicieron de las acciones producto de la capitalización con engaño, aligeraron a la sociedad de activos y le impusieron condiciones financieras leoninas.
Podría hasta entender que lo hayan engañado y utilizado de tonto útil, igual que a todos nosotros, pero a día de hoy, dado su profundo conocimiento de los resultados de la reestructuración que avaló, de las pruebas fehacientes de que dispone de que realmente nunca se ejecutó como tal y de los actos ilícitos cometidos en su sustitución que llevaron a Abengoa a la situación actual, no puede negar la evidencia ni justificar el haber emprendido una huida hacia adelante de consecuencias imprevisibles, en la que se ha ido enfangando cada vez más.
Al margen de la actuación del administrador concursal, nuestro principal enemigo en este momento es el juez, responsable mediato de la gestión social,.
La fortuna le sonrió el día que le tocó por reparto el preconcurso de Abengoa, en el que dudo que no influyese que ninguno de sus colegas quisiera hacerse cargo de este embolado. Presuntamente fue determinante su conocimiento sobre el tema. Él homologó el 27/06/2019 el proyecto de estafa enmascarado como propuesta de refinanciación, cuyo objetivo era, entre otros, enterrar el timo sustentado por la de 2017, que estuvo a punto de ser embalsamada por el inexistente acuerdo de financiación del 6/08/2020 (al menos así lo afirmó su vecino del n.º 1 cuando nos denegó las cautelares), pero que utilizó el administrador concursal en su petición al juez de dejarnos sin voz, que, para acreditar nuestra pérfida intención, dio carta de naturaleza a un hecho antes jurídicamente inadmisible, que Vellocino existió.
En cuanto a la ejecución de su legado, la fiscalía de Sevilla observó hechos que podrían ser constitutivos de los delitos de administración desleal, contra el mercado, societario, estafa y alteración del precio de las cosas, y solicitó que se investigue si el segundo rescate, el que nuestro juez homologó, se aprobó de forma ilegal. Después de leer el último artículo de Grimaldi, a todo ello hay que añadir que el titular del Juzgado Central de Instrucción número 4 de la Audiencia Nacional también apreció indicios de delito en la ejecución y la magistrada titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 8 de Sevilla “una clara defraudación con grave repercusión para la economía nacional”.
Por lo que a nosotros respecta, primero nos prejuzgó. Recién admitido el concurso “innecesario”, decidió que éramos los malos y decretó la suspensión de la junta de marzo sin ningún argumento jurídico ni valorar la abundante jurisprudencia contraria. Mantuvo las competencias plenas del consejo de administración de los buenos para que pudiesen seguir trincando mientras ejercían como enterradores de la sociedad, criterio que invirtió justo cuando accedieron al consejo los nominados por los malos.
Después de demostrar su animadversión hacia nosotros, sirvan de ejemplo la diferente celeridad en la respuesta a las demandas de unos y otros, y las actuaciones para impedir el ejercicio de los derechos sociales, haciendo un nuevo alarde de prepotencia, previa calificación como moscas cojoneras, nos condenó al silencio social. Su vecino del n.º 2 parece no estar muy de acuerdo con el beneficio de silenciar a las masas sociales. En un auto del 6/10/2020 obliga al administrador concursal de una sociedad concursada, sin actividad y en fase de liquidación a convocar las juntas hasta la conclusión del concurso.
Tal vez sigue sin darse cuenta, o sí, pero existe alguna razón sustancial o sustanciosa que lo justifique, que al avalar la operación de reestructuración que le endilgaron y se pasaron por los forros Urquijo y su banda, cumpliendo las órdenes de los acreedores con pedigree capitaneados por el Santander, pero también accionistas privilegiados y administradores de hecho durante años de toda la trama societaria que cuelga de Abengoa, les otorgó un salvoconducto que utilizaron para hacer lo que les vino en gana en su beneficio, y no precisamente para lo que se habían comprometido. Se deshicieron de las acciones producto de la capitalización con engaño, aligeraron a la sociedad de activos y le impusieron condiciones financieras leoninas.
Podría hasta entender que lo hayan engañado y utilizado de tonto útil, igual que a todos nosotros, pero a día de hoy, dado su profundo conocimiento de los resultados de la reestructuración que avaló, de las pruebas fehacientes de que dispone de que realmente nunca se ejecutó como tal y de los actos ilícitos cometidos en su sustitución que llevaron a Abengoa a la situación actual, no puede negar la evidencia ni justificar el haber emprendido una huida hacia adelante de consecuencias imprevisibles, en la que se ha ido enfangando cada vez más.