La decisión de Facebook de cambiar su nombre por el de Meta es, en realidad, bastante retro. El metaverso puede parecer un concepto vanguardista –con personas que crean versiones digitales de sí mismas para interactuar con otros avatares en un mundo virtual–, pero se trata de una idea con casi 20 años, sólo que ligeramente actualizada.
Los orígenes de los activos digitales –como el bitcoin y el éter, los token no fungibles (NTF), los contratos inteligentes y los miles de shitcoins que existen— se remontan a los videojuegos en los que los avatares jugaban, y a veces trabajaban, representando las vidas de fantasía imaginadas por sus creadores humanos.
Puede parecer inverosímil, hoy que los mercados de criptomonedas valen más de 2 billones de dólares (1,7 billones de euros), que su origen esté en World of Warcraft y Second Life, los antaño populares juegos de realidad virtual. A principios de la década de los 2000, el exactor infantil Brock Pierce se dio cuenta de que los jugadores estaban encantados de comprar token para alcanzar el siguiente nivel en lugar de completar tareas para ganarlos.
“Que algo no sea tangible no significa que no tenga valor”, afirma Pierce, que cuenta cómo empleó a cientos de personas en China y Corea del Sur para jugar a los videojuegos y ganar sus token, que luego vendía a clientes más perezosos en Occidente.
Junto a William Quigley, actual consejero delegado de Worldwide Asset eXchange, la mayor plataforma de NTF, crearon un mercado de token para juegos que ahora tiene un valor de 200.000 millones de dólares. En el proceso, sentaron las bases de la industria de las criptomonedas.
“Después del oro de World of Warcraft, el salto intelectual necesario para reconocer el valor del bitcoin fue muy pequeño”, añade Pierce.
Pierce fue uno de los primeros en adoptar el bitcoin, después de que un autor desconocido bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto publicara en octubre de 2008 un documento en el que se esbozaban propuestas para una nueva tecnología, llamada blockchain, que se basaría en el acuerdo de los usuarios para operar, en lugar de funcionar como una entidad centralizada. Sería la base de una moneda digital llamada bitcoin, que puede ser “minada” utilizando ordenadores para resolver rompecabezas. El número de bitcoin está limitado a 21 millones de unidades.
Nakamoto minó el primer bitcoin en enero de 2009, fecha en la que se puso en marcha la red blockchain y la moneda digital. En mayo de 2010, un hombre de Florida pagó 10.000 bitcoin (el equivalente a más de 600 millones de dólares al precio actual) por dos pizzas, la primera compra realizada con las monedas digitales.
Decir que esto causó sensación sería exagerado. Los tipos de interés habían caído en picado tras la crisis financiera mundial, y los bancos centrales habían lanzado programas de compra masiva de bonos para apuntalar sus economías. Pero, en este contexto macroeconómico inestable, el interés por el bitcoin empezaba a aumentar.
Primero fueron los libertarios y los frikis de la informática, seguidos por los operadores de divisas y la comunidad de trading en general, que en algunos casos estaban intrigados por el hecho de que la tecnología hacía imposible cambiar o borrar transacciones pasadas. Otros, como el inversor multimillonario Michael Novogratz, se sintieron atraídos por el bitcoin debido a su escasez, dado su límite de 21 millones de unidades.
En 2011, el bitcoin se había hecho lo suficientemente popular como para que las plataformas de trading ganasen terreno. Las primeras –como por ejemplo, Mt.Gox– tenían su sede en Asia y se dirigían a los inversores minoristas de la región, que habían desarrollado su interés por el activo a partir de su experiencia con los videojuegos. Permitían a los primeros usuarios minar sus propias monedas y negociar con ellas.
El lanzamiento de las plataformas de trading provocó la primera burbuja del precio del bitcoin, cuando el tipo de cambio se disparó hasta los 32 dólares antes de desplomarse a unos 2 dólares en 2011. El breve rally puso al bitcoin en el mapa, según Max Boonen, fundador de B2C2, en la actualidad una de las mayores empresas de trading de criptomonedas. Señala que la moneda ha atravesado diversas burbujas, alcanzando cada una de ellas un techo más alto que la anterior.
“Los grandes nombres que hoy conocemos como ballenas (propietarios de grandes participaciones) entraron en el bitcoin justo antes de la burbuja de 2013”, explica Boonen, que apunta que, en aquel momento, la crisis de la deuda de Grecia y su posterior rescate impulsaron a muchos inversores adinerados a comprar monedas digitales como cobertura de último recurso.
Pero el mundo en general seguía mostrando poco interés, ignorando en gran medida el lanzamiento de tether, la primera stablecoin, que se creó para unir el mundo de las monedas digitales y el dinero fiduciario. También se lanzó la primera oferta inicial de monedas de la historia, de Mastercoin.
La primera solicitud para lanzar un fondo cotizado de bitcoin –de los hermanos Winklevoss– pasó casi desapercibida en 2013. Y la llegada en 2015 del blockchain ethereum y de ether, su moneda nativa, la segunda criptodivisa creada, tampoco hizo mella en las finanzas convencionales, a pesar de su papel clave en los mercados de criptomonedas actuales.
La capacidad de ethereum de transportar datos en su código fue una innovación importante y constituye la base de los mercados financieros descentralizados, donde algoritmos realizan las transacciones, así como la liquidación y otras funciones. Este mercado está valorado en 236.000 millones de dólares y, para muchos, representa la vanguardia de las finanzas.
El perfil del bitcoin se disparó entonces en 2017, cuando pequeños inversores de todo el mundo se interesaron repentinamente tras superar el precio los 20.000 dólares. Las ofertas iniciales de monedas también se hicieron populares. El año siguiente trajo la mayor caída hasta la fecha, anunciando el llamado criptoinvierno, en el que el bitcoin fue descartado por muchos como un truco publicitario sin futuro.
La actitud hacia el mercado de las criptomonedas se volvió más positiva en el mes de marzo del año pasado, cuando la pandemia provocó una afluencia de hedge fund y family offices hacia el bitcoin, atraídos por su limitada oferta. Esto hizo que el bitcoin pasara de ser una moneda fracasada a convertirse en el equivalente digital del oro para algunos. Los multimillonarios gestores de hedge fund potenciaron entonces el repunte del precio del bitcoin, atrayendo a otros inversores institucionales, así como a bancos y al magnate de los coches eléctricos Tesla, Elon Musk.
En los últimos 18 meses, la popularidad de los mercados de criptodivisas ha explotado, y están prosperando nuevos activos como los NFT. El bombo ha dado lugar a miles de monedas alternativas, como el Dogecoin, que en algunos casos tienen propuestas de valor cuestionables. Por otro lado, también han surgido blockchain como Cardano, Solana y Polkadot, con el objetivo de hacer más eficiente la tecnología.
El bitcoin ha tenido un recorrido accidentado y sigue siendo excepcionalmente volátil. Pero la tendencia general ha sido ascendente: de unos 0,08 dólares en el año 2010, el bitcoin alcanzó un máximo de algo menos de 67.000 dólares en octubre del año pasado. No está mal para tener 13 años.
(Traducido del FT)