En España se ha apoyado mucho a las aerolíneas, se les han dado todas las facilidades. De hecho las tasas aeroportuarias llevan bajando cada año por lo menos durante los últimos 5 años, en un contexto en que cada vez se volaba más. Es decir, España ni siquiera tenía por qué bajarles las tasas porque la demanda era brutal, incluso excedía durante algunos meses la capacidad del sistema.
Volar demasiado hizo que hubiera un exceso de competencia entre las aerolíneas y que los precios de los billetes cayeran en picado, llenando España a rebosar de turismo low-cost. El turismo de bajo coste genera externalidades muy costosas, por ejemplo reparar todo lo que los borrachos ensucian y destrozan, prestarles atención sanitaria de urgencia por accidentes debidos a conductas irresponsables etc Es decir, no sólo baja en picado el gasto por turista sino que molestan a los vecinos, ensucian nuestras ciudades y han convertido algunas en un parque temático para el turismo.
Ahora España tiene una buena oportunidad para reorientar su modelo turístico, para valorar con calma qué nos interesa, y personalmente creo que nos conviene subir las tasas aeroportuarias, el precio de los billetes de avión, y apostar por un turismo de calidad.
De hecho, las tasas españolas que cobra AENA están tan por debajo de la media europea que hay mucho margen para subirlas. Eso favorece a las aerolíneas porque habrá menos competencia. Es, en el fondo, una forma de apoyarlas. Así no quebrarán absurdamente, como ha estado sucediendo cada año. Antes del COVID anualmente estaban quebrando unas cuantas aerolíneas, porque no tienen margen suficiente para aguantar ningún shock del mercado, o cualquier eventualidad. Una buena empresa tiene que tener un margen que le sirva de colchón, no puede estar vendiendo a pérdida o con un beneficio testimonial.