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Re: Pulso de Mercado: Intradía
Boris Johnson teme a Joe Biden
El premier ha aplazado su decisión sobre el Brexit por el desenlace en Estados Unidos
Un hombre pasa por delante de un mural en Bristol que muestra a Donald Trump besando a Boris Johnson
Hace ya días que Boris Johnson se despierta en plena noche con una pesadilla recurrente: Joseph Biden es el 46.º presidente de Estados Unidos y no le coge el teléfono. No solo eso. La nueva Administración norteamericana muestra escaso o nulo interés por firmar un acuerdo comercial con Gran Bretaña, y deja claro que antes Londres tendrá que garantizar el estricto cumplimiento de los acuerdos del Viernes Santo, y descartar cualquier acción hostil hacia la República de Irlanda. Formalmente sigue hablando de la “relación especial” entre ambos países, que comparten información en materia de seguridad e inteligencia, pero es evidente que da prioridad a las relaciones con Francia, Alemania y la Unión Europea. No lo dice, pero el mensaje es claro: después del Brexit sois mucho menos importantes.
El sueño de Johnson no tiene nada que ver con el virus, a pesar de haber sufrido la enfermedad, sino más bien con la realidad geopolítica de un antiguo imperio que se resiste a aceptar su pérdida de importancia y a ocupar en el mapa del mundo el lugar que le corresponde, el de una potencia mediana venida a menos, como las clases medias occidentales desde la crisis financiera y más aún con la pandemia. Que de hecho se había agarrado como un clavo ardiendo al Brexit, al populismo de derechas de Johnson y a su amistad con Trump para negar, incluso en el diván del psicoanalista, el hecho incontrovertible de su propia decadencia.
Donald Trump
El presidente buscaba fragmentar la UE y por ello ha favorecido al Brexit
Johnson tiene pesadillas porque, por muy negacionista que sea, se da cuenta de que sin Trump su figura quedará disminuida, y también la influencia del Reino Unido. Y, al igual que el propio Trump, cuenta los votos electorales de Pensilvania, Wisconsin o Florida en un intento desesperado para creer que el actual presidente todavía puede conseguir la reelección desafiando una vez más a los encuestadores. De ello depende incluso su decisión final sobre el Brexit.
Las negociaciones con Bruselas han avanzado hasta el punto de que un acuerdo parece al alcance de la mano, a pesar de las diferencias que siguen existiendo sobre las cuotas de pesca, y la homologación de las normas de subsidios y ayudas estatales a fin de evitar la competencia desleal británica mediante ayudas sectoriales. Johnson, según fuentes oficiales, tiene en su escritorio dos versiones de su propuesta final, igual que hasta el último momento tuvo dos discursos escritos, uno apoyando el Brexit y otro a favor de la permanencia en la UE. Si gana Trump, y dando por descontado un buen acuerdo comercial con Washington, se mostrará más inflexible con Bruselas. Si gana Biden, no le quedará más remedio que aceptar la gran mayoría de las demandas europeas.
Joe Biden y Kamala Harris están mejor situados en las encuestas (Andrew Harnik / AP)
Y es que la pesadilla de Boris, cuando se despierta sudando en plena noche, no acaba con la proclamación de la victoria del candidato demócrata, ya sea el próximo miércoles por la mañana o días después tras el recuento de los votos postales e incluso la intervención de los tribunales. Si consigue volver a dormirse, ve una economía destruida por el doble impacto de la pandemia (un fenómeno hasta cierto punto incontrolable) y el Brexit (una herida autoinfligida), con el paro en torno al 10% por primera vez en décadas, colas en las autopistas de acceso al Canal de la Mancha, escasez de algunos bienes, descontento entre agricultores y ganaderos por las tarifas a sus exportaciones, entre los hombres de negocios por la burocracia adicional a la que están sometidos, entre la hostelería por la ruina a la que se enfrentan, y disturbios en las calles por una mezcla de enfado, rabia y resistencia a los recortes de libertades. Todo ello, con la perspectiva de tener que subir los impuestos para controlar una deuda despendolada.
Cuando llega un nuevo presidente de EE.UU., el primer ministro británico quiere ser el primero en felicitarlo y obtener una audiencia con él, como confirmación de la “relación especial”. Y Johnson teme que si gana Biden (con antepasados irlandeses), el honor se lo llevará el francés Macron, la alemana Merkel o el taoiseach Micheál Martin. “Boris tiene un problema –dice el ex embajador británico en Washington Christopher Meyer–. Los demócratas lo ven como un imitador de segunda de Trump”. Ben Rhodes, viceconsejero nacional de seguridad con Obama, recuerda “las declaraciones de Johnson cuando dijo que el presidente se oponía al Brexit porque era keniano, estas cosas no se olvidan así como así”.
Joe Biden
El demócrata quiere una Europa fuerte con la que hacer frente a China y Rusia
Cuando Johnson hizo sacar adelante una ley de Mercados Internos que le permitía violar a su gusto los pactos del Brexit, no tuvo en cuenta que las elecciones norteamericanas podía ganarlas un candidato con raíces en el condado irlandés de Mayo, profundamente católico y preocupado por preservar la paz en el Ulster. Y tampoco la enorme influencia del lobby irlandés en Washington (el más fuerte después del israelí) y la necesidad de que un acuerdo comercial deba ser ratificado por la Cámara de Representantes.
La actual Administración británica, admiten fuentes del Foreign Office, no ha tenido el más mínimo interés en tender puentes con la gente de Biden, como si una derrota de Trump fuera impensable. Y cuando empezaron a ver las orejas al lobo, los demócratas le han negado el acceso a su campaña con el pretexto de la pandemia y la importancia de evitar cualquier impresión de injerencias extranjeras después de lo ocurrido hace cuatro años. La consecuencia es que, si EE.UU. regresa a su tradicional política exterior de la posguerra, se encontrará en fuera de juego. De un presidente que buscaba fragmentar la UE y por ello favorecía al Brexit se habrá pasado a otro que quiere una Europa fuerte, estable y cohesionada, con la que hacer frente a China y Rusia. Y al que no le interesa especialmente el poderío militar británico porque no tiene previsto montar guerras.
“El Brexit ha roto uno de los dos grandes pilares de la política exterior británica de la posguerra, la relación con Europa. Y la derrota de Trump destruiría el otro, que es la importancia de la relación con los EE.UU.”, señala Jonathan Powell, ex jefe de gabinete de Blair. Un entrenador del Liverpool decía que “el futbol no es una cuestión de vida o muerte, sino más importante que eso”. Johnson piensa lo mismo de las elecciones en EE.UU. del martes.
Fuente.- La Vanguardia
Fuente.- La Vanguardia