El conflicto tiene raíces más profundas, de hace 30 años, cuando se desintegró la URSS y Ucrania decidió seguir por su cuenta como país independiente.
En ese momento Ucrania poseía el tercer arsenal nuclear más grande del mundo, por pura casualidad. Era parte de la URSS y al convertirse en un estado independiente, esas armas quedaron en su territorio.
Los EEUU no querían tener múltiples interlocutores en un pacto de desarme, ni la fragmentación del arsenal nuclear. Su prioridad era que no se desperdigara sin control por las nuevas repúblicas independientes que surgieron tras la caída de la URSS, y que no se traficara con ese armamento.
Por esa razón el pacto fue: (i) la OTAN no se extendería hacia el Este, en dirección a Rusia; (ii) Ucrania desmantelaría su arsenal nuclear, renunciaría a esas armas, que serían destruidas; (iii) Rusia sería el interlocutor en materia nuclear, y existiría una buffer zone donde no estarían ni los rusos ni la OTAN (toda Europa del Este).
Por otra parte, cuando cayó la URSS se produjeron guerras de facto, conflictos que conllevaron la limpieza étnica, de rusos y de otras nacionalidades, dependiendo de quién tuviera el control o fuera mayoritario en una zona determinada. De ahí surgen conflictos en Tayikistán, en Chechenia, y en otros territorios que se separan de la URSS. En ese contexto se encuadra el Donbás Ucraniano.
Con lo cual, las bases de la actual guerra de Ucrania hay que buscarlas en los pactos de los años 90, cuando Clinton era presidente de EEUU. Hay que comparar también la foto de los países que entonces pertenecían a la OTAN con el territorio OTAN actual, que está mucho más próximo a Rusia, y con las peticiones de Ucrania, anteriores a esta guerra, de entrar en la OTAN, incumpliendo la palabra que los EEUU dieron a Rusia en los años 90.