Carlota Pi (Barcelona, 1976) es confundadora junto a Oriol Villa y Ferran Nogué de la compañía Holaluz. Es presidenta ejecutiva y muestra una pasión desbordante sobre un sector que ha focalizado toda la atención. La energía eléctrica ha pulverizado todos los precios, y constituye un problema para el Gobierno de primer orden. La factura sube y sube.
Pi, desde las instalaciones de su empresa al lado del mar, en la Barceloneta, señala que la energía verde no hará más que crecer en los próximos años, y que todo depende de que se crea de verdad en ella. Tiene claro que la transformación ya está en marcha. Señala en esta entrevista con Crónica Global que la energía verde puede permitir un cambio de vida: “Si vamos en serio con las renovables, pasaremos de 150 euros por MWh a 30 euros". Y considera que “la solución de verdad y estructural pasa por los paneles solares masivamente instalados en los tejados”. Insiste Pi en que Barcelona vive un gran momento, pese al clima de pesimismo, y que todo el talento "quiere venir" a la ciudad.
--Pregunta: ¿Cómo funciona Holaluz?
--Respuesta: Es una compañía que impulsa la energía verde, en un 100%, con la idea de que se generalice en todo el planeta. Aprendimos de un profesor del IESE, José Antonio Segarra, que una compañía bien gestionada es un instrumento para cambiar el mundo. Fue como una revelación, porque pensábamos que la transformación del mundo era una misión propia de una oenegé. Lo que hacemos es conectar personas a la energía verde. Y para ello compramos electricidad a productores independientes, algo que es posible con la liberalización del sector que se produjo en 1998. Gestionamos energía equivalente a dos centrales nucleares y trabajamos con plantas solares, de biomasa o biogás, eólicas, fotovoltaicas o termosolares. Desde junio de 2020 hemos puesto en marcha la llamada revolución de los tejados para llevar placas solares. Hay diez millones de tejados en España, de los que ocho pertenecen a casas unifamiliares o pareadas y los otros dos a edificios multivivienda. Suministramos energía a 350.000 familias y pymes. El objetivo es proporcionar una energía barata y limpia, con una factura que puede llegar a costar un 60% menos. La Universidad de Harvard ha elaborado un caso con nuestro modelo, que tiene al cliente en el centro. Trabajamos por ellos, innovamos en nombre de nuestros clientes.
--¿Ha habido muchos obstáculos por parte de las administraciones, para contratar ese tipo de energía para el autoconsumo, o para determinados negocios y empresas?
--Hasta octubre de 2018 el autoconsumo era imposible. La regulación no lo permitía. El llamado impuesto al sol era un problema y derivado de ello ahora tenemos una situación muy inferior a la de otros países. El autoconsumo en España es menor que en la ciudad de Bruselas, por debajo de Alemania y del Reino Unido. Ahora no hay trabas, es legal y es 100% rentable sin subvenciones. Si las hay, todavía mejor. Pero conseguir un 60% menos de la factura sin subvención es posible. Con los precios desbocados, la solución de verdad y estructural pasa por los paneles solares masivamente instalados en los tejados. En Vietnam, un país que no se colocaría entre los más desarrollados, se han instalado 7.000 MW en seis meses. Tenemos toda la tecnología para la instalación y la financiación para lograr que la cuota que se pague sea menor al ahorro conseguido.
--¿Cómo se puede explicar lo que ocurre en España con el precio de la luz?
--No es una sorpresa. En cualquier mercado donde la demanda es creciente, y el precio es inelástico, puede suceder lo que ha ocurrido. Hay más demanda de energía, más aire acondicionado, más vitrocerámica, más tecnología en las casas. Y España es una isla energética, con una conexión pequeña con Francia, de 2.400 MW, y con un mix muy caro y que será cada vez más caro. Contaminar es caro, con la factura del CO2, con el carbón, el fuel y el gas, que son limitados. El precio solo puede subir. Es un problema estructural. Luego ha sucedido que ha habido poco viento, más calor en verano y la necesidad de pagar por los derechos de CO2. Todo ello ha provocado que la fiebre fuera más alta, de tener 38 grados a 42 grados, podríamos decir. Y hay que bajar la fiebre, pero la enfermedad se cura con más potencia barata y eso lo logra la energía renovable, con parques de renovables centralizados y más generación de energía distribuida. Tenemos, como decía, diez millones de tejados en España, de uso residencial. Ocho unifamiliares y dos multivivienda. Si se instalan cuatro o cinco KW en cada tejado, eso supone aportar unos 40.000 o 50.000 MW adicionales, teniendo en cuenta que hay 106.000 MW instalados. Es aportar una potencia adicional enorme. Y ahorras pérdidas de transporte, y mantenimiento de la red. Si vamos en serio con las renovables, el problema de los precios se acaba para siempre y podemos pasar de 150 MWh a menos de 30 en los próximos 40 años.
--Algunos expertos consideran que esa apuesta es inviable, que los coches eléctricos, por ejemplo, son un juguete para ricos. Señalan que las renovables no tienen la potencia suficiente para sustituir a los combustibles fósiles.
--Eso no es verdad. Tal vez hace 15 años lo fuera. Pero ahora no. La tecnología lo permite, con esa potencia instalada en los tejados, por ejemplo. La energía verde no era almacenable, pero ahora es posible. De la misma manera que es inconcebible que no haya un lavabo en cada casa, habrá energía solar en los hogares y tendremos sobreproducción. Se podrá utilizar para almacenar energía a través de baterías y hay otras muchas soluciones. Habrá mucha energía.
--Entonces, si la tecnología lo permite, ¿por qué no pasa? ¿Qué lo impide? ¿Las grandes empresas energéticas, aunque ya están invirtiendo mucho en renovables? ¿Se deben introducir incentivos?
--Los incentivos serán un ‘bonus track’. Lo que se necesita de verdad para ese cambio es conocimiento. Hemos pasado diez años con un mensaje contrario. Se insistía en que era ilegal, con el impuesto al sol. Y eso ha calado de forma profunda. Hay trámites administrativos complicados. En determinados ayuntamientos, en cambio, todo se hace más fácil para el autoconsumo. Y una vez haya personas que lo experimenten, éstas actuarán como prescriptores. Ese es uno de nuestros objetivos, un trabajo que realizamos con nuestros clientes.
--¿El fondo de reconstrucción europea debe servir para ese cambio estructural? ¿Cómo?
--Ayudará, desde el momento en el que recibas una subvención para una instalación fotovoltaica, o para la compra de un coche eléctrico. Toda esa transformación será, en poco tiempo, un nuevo estándar de vida.
Guardería para los hijos de los trabajadores de Holaluz / CG
--¿Qué previsión hace respecto a Holaluz?
--Nos hemos fijado tener un millón de clientes a finales de 2023, y 50.000 de ellos con la transformación de sus tejados en energía verde.
--¿Es la transformación de las discográficas en plataformas como Spotify, donde se paga por canción y no por todo el disco?
--Es una similitud que planteamos, sí. Lo que hacemos es una suscripción con el cliente. Habrá una tarifa plana, que no es la factura. Y por ello habrá un servicio con un panel solar, pero también para la compra de un coche eléctrico. Serán servicios de energía. Debemos pensar que habrá coches eléctricos por 20.000 euros, con un consumo que será diez veces menos que con un coche de gasolina o diésel. Eso supondrá pagar de 200 euros mensuales en combustible, para una familia media, a 20 euros. Pensemos en ello.
--¿Las administraciones han quedado desbordadas, van por detrás de todos esos avances?
--Yo empatizo con las administraciones. Conocen la situación y son conscientes de los cambios, pero tienen una maquinaria muy pesada, que les dificultan los cambios.
--Habrá grupos de presión en contra de esos cambios, empresas energéticas, países productores… ¿cómo pueden ser todos ellos cómplices de un cambio real?
--No necesitamos ni cómplices ni detractores. Una vez ya no existe el impuesto al sol, ya está todo dispuesto para una energía distribuida diferente. Y lo que toca es ejecutar con una mayor velocidad. Como ocurre en Vietnam, o en Estados Unidos. No es una cosa que pasará, es que está pasando.
--Holaluz nació en un vivero de Barcelona Activa. ¿Qué supuso esa experiencia?
--No podemos estar más agradecidos a Barcelona Activa, la incubadora más antigua de Europa, cuando se puso en marcha con proyectos ya a finales de los 80. La compañía era muy pequeña, estábamos en una sala muy reducida, y la recordamos tanto que tenemos en las oficinas un espacio con aquellas mismas dimensiones, y con el nombre de Barcelona Activa. Estuvimos en contacto con gente muy divertida y muy lista que nos ayudó muchísimo. Nos vemos periódicamente con ellos.
--Contrasta su experiencia y su visión sobre el ecosistema emprendedor de Barcelona con un cierto clima de pesimismo. ¿Cómo ve esa diferencia?
--Nosotros crecemos, tenemos oportunidades. Hemos contratado en el último año a casi 80 personas. La gente quiere venir a Barcelona. Contactamos con otras compañías punteras. Lo que vemos es optimismo, y empresas con retos diarios. El escenario es de crecimiento y desarrollo.
--¿Cómo ve Barcelona en los próximos años?
--Es difícil de pronosticar. Hace diez años no había ningún unicornio, ahora hay tres o cuatro. Barcelona tiene una marca como hub de compañías brutal. Hemos tenido visitas de San Francisco que nos dicen que esto es una compañía como en Silicon Valley. Lo que veo es un potencial enorme. Se puede crear, ya lo es, de hecho, un círculo virtuoso. Hay dinero, talento y crecimiento, que, a su vez, genera más dinero y más talento.
--¿Qué deben hacer las administraciones? ¿Seguir el ejemplo de Barcelona Activa?
--Sí, Barcelona Activa y más iniciativas como esa, con gente que sepa, que domine ese ecosistema. Y que dejen hacer, que dejen trabajar. Si pueden ayudar, fantástico, pero principalmente que dejen trabajar.
--¿El mundo económico ‘oficial’ representa a empresas como Holaluz, siente que su voz se escucha?
--Nosotros tenemos mucho trabajo en el día a día. Desde el punto de vista de organizaciones empresariales, nos sentimos próximos a lo que hace Tech City. Formamos parte de la entidad, y creo que desarrolla un papel muy importante. Tenemos nuestra opinión y la ofrecemos directamente cuando se nos pide.
--Una de las polémicas ahora se centran en la ampliación del aeropuerto de El Prat. ¿Lo cree necesario para el impulso de Barcelona y de todo el tejido económico si hay más conexiones directas?
--No lo puedo decir, no lo sé. En todo caso, nosotros no hemos conocido a nadie que nos diga que no viene porque no hay un vuelo directo. Pero repito que no tengo el conocimiento necesario para pronunciarme con claridad.
--¿No lo ve como un impedimento para la actividad económica?
--No, la gente quiere venir a Barcelona, no hemos parado de contratar en los últimos años. Hay talento y quiere venir aquí.
--¿Por qué atrae la ciudad?
--Por las compañías que hay, por el trabajo que se realiza, por el nivel tecnológico y empresarial y porque es una ciudad en la que se vive muy bien, donde hay sol 280 días al año y con mar. Desde una perspectiva global es una ciudad pequeña, con una calidad de vida muy elevada, y con servicios de calidad para vivir, con una Educación y una Sanidad de alto nivel. Reúne todos los requisitos para ser una ciudad muy atractiva.