La crisis causada por la pandemia de la COVID-19 provocó en 2020 un terremoto de enormes proporciones en el escenario económico y financiero global. En apenas dos meses (marzo y abril), las estrictas medidas de confinamiento y de paralización de la actividad adoptadas para frenar la propagación de la pandemia provocaron un shock sin precedentes en las principales economías del planeta, con desplomes del PIB en el 2T 2020, seguidos, eso sí, de un fuerte rebote, a medida que fue controlándose la crisis sanitaria y pudieron relajarse las medidas de contención. Sin embargo, tras el verano se observó una progresiva pérdida de empuje de la recuperación, en un contexto de sucesivos rebrotes de los contagios, lo que obligó a retomar las limitaciones a la actividad de buena parte de los servicios en las principales economías desarrolladas. En consecuencia, en 2020 asistimos a una recesión histórica por su intensidad –la más grave desde la Segunda Guerra Mundial–, pero también por su brevedad.
En España las medidas extraordinarias adoptadas para contener el avance de la pandemia limitaron la movilidad de las personas y paralizaron gran parte de la actividad productiva, lo que condujo a una contracción histórica del PIB en la primera mitad del año (–22,2% respecto al cierre de 2019). El levantamiento progresivo de las restricciones permitió iniciar una fase de reactivación, aunque fue incompleta y asimétrica entre regiones y sectores, de modo que el año concluyó con una contracción del PIB del 10,8%, lo que nos convierte en uno de los países más castigados de nuestro entorno, por varios motivos. Por un lado, al inicio de la crisis la evolución de la pandemia fue relativamente más desfavorable y las restricciones, más duras. Por otro lado, también han jugado un papel importante el elevado peso de las actividades terciarias, especialmente las vinculadas al turismo (hostelería, restauración, ocio o transporte), muy intensivas en empleo y que dependen más de la interacción social, así como algunas características de nuestro tejido productivo, como la elevada temporalidad o el reducido tamaño empresarial.
Las medidas de contención por los rebrotes de la pandemia y las adversas condiciones climatológicas marcaron el cierre de 2020 y el inicio de 2021.
Como era previsible, la desescalada y el levantamiento de las restricciones a partir de mayo facilitaron una intensa recuperación de la actividad, lo que impulsó al PIB a anotar un crecimiento del 17,1% trimestral en el 3T 2020, un salto nunca visto hasta la fecha. Este fuerte repunte estuvo protagonizado, en buena medida, por el gasto en consumo, al aflorar gran parte de la demanda embalsada que no pudo materializarse en la primera parte del año. Sin embargo, la evolución de más a menos a lo largo del trimestre ya anticipaba el brusco frenazo que se produciría tras el verano, como consecuencia del impacto de la segunda ola de la pandemia, que obligó a adoptar nuevas medidas de contención para frenar el aumento de contagios; en consecuencia, el PIB se estancó en el último trimestre del año y los niveles de actividad se situaron un 8,9% por debajo de los del cierre de 2019.
El arranque de 2021 no ha sido mejor. Al impacto de una tercera ola del virus, con la consiguiente intensificación de las restricciones, se añadió la borrasca Filomena, que generó graves problemas de movilidad y paralizó gran parte del país, sobre todo en el centro peninsular. Así, el PIB retomó la senda contractiva en el 1T 2021, con una ligera caída del 0,5% trimestral, y la economía se situó un 9,4% por debajo de los niveles precrisis (4T 2019). Como aspecto positivo, a partir del mes de marzo se empezó a observar una tendencia ascendente de la actividad que está teniendo continuidad en el segundo trimestre, lo que nos hace ser optimistas y confiar en que la recuperación de la economía se afiance en los próximos meses. A ello contribuirán los avances en el proceso de vacunación, la relajación de las restricciones y la reducción de la incertidumbre, lo que permitirá, a su vez, reactivar el consumo y los flujos de turismo internacional, de vital importancia para nuestra economía. A esto hay que añadir el impacto positivo que tendrá la implementación de los proyectos vinculados al Next Generation EU (NGEU).
La previsión de CaixaBank Research de crecimiento del PIB se mantiene en el 6,0% para 2021 y el 4,8% para 2022. Gracias a este notable rebote de la actividad, el PIB podrá alcanzar el nivel previo al estallido a la crisis en 2023.
Impacto de la crisis en el sector manufacturero
La industria manufacturera a nivel europeo no atravesaba un buen momento cuando estalló la crisis pandémica. En gran medida, esta debilidad estaba ligada a las tensiones comerciales entre EE. UU. y China y por las disrupciones en el sector del automóvil, un sector en plena transformación tecnológica, en parte por la necesidad de adaptar su producción a la nueva normativa medioambiental europea
El impacto de la crisis en la industria manufacturera fue más intenso que en el conjunto de la economía, aunque la recuperación posterior también fue más dinámica.
El ajuste sufrido por el sector manufacturero en términos de VAB en el 2T 2020 fue más intenso que el del conjunto de la economía, un fenómeno que se observó de forma generalizada en la mayoría de los países europeos, tal y como se observa en los gráficos de la siguiente página, pero que fue especialmente acusado en España: el VAB del sector manufacturero se desplomó un 28,5% en el 2T 2020 respecto al 4T 2019, superando el descenso del PIB (–22,2%). En consecuencia, el sector perdió peso sobre el conjunto de la economía en el 2T 2020, al aportar el 10,4% del PIB, la ratio más baja desde que arranca la serie en 1995, frente al 11,2% que registró en el conjunto de 2019.
No obstante, el sector se recuperó más rápidamente: en el 4T 2020, el VAB manufacturero en España se encontraba «solamente» un 3,7% por debajo de su nivel precrisis, lo cual supone un descenso inferior al registrado por sus homólogos francés o alemán. La razón de esta rápida mejoría fue el hecho de que, a diferencia de otras actividades más limitadas por las medidas de contención del coronavirus, desde mayo apenas sufrió restricciones a la actividad y, además, mantuvo activos dos importantes canales de venta, las exportaciones y el comercio on-line.
PIB y VAB del sector manufacturero
Fuente: CaixaBank Research, a partir de datos de Eurostat.
Los indicadores de actividad de alta frecuencia muestran que la actividad del sector manufacturero ha seguido la senda de recuperación en los primeros meses de 2021. El índice de producción industrial (IPI) señala que la actividad manufacturera ha ido mejorando y acercándose progresivamente a los niveles previos a la COVID-19, aunque no sin altibajos, como consecuencia de las restricciones adoptadas para hacer frente a las sucesivas olas del coronavirus. Así, en el mes de marzo (último dato disponible), el IPI manufacturero se encontraba un 5,6% por debajo del dato de marzo de 2019, prácticamente la mitad de la caída anotada en el conjunto de 2020 (–10,4%). Otros indicadores de actividad, como la cifra de negocio, muestran una evolución similar.
Indicadores del sector manufacturero
Variación anual (%)
Impacto en el mercado laboral
La pandemia tuvo un impacto muy adverso en el mercado laboral, ya que el cierre de las actividades no esenciales afectó a la mayor parte de las ramas manufactureras, con algunas excepciones como la industria alimentaria y la farmacéutica. No obstante, la destrucción de puestos de trabajo se vio amortiguada por la amplia utilización de los programas de ajuste temporal de empleo: en el conjunto del sector manufacturero, casi 327.000 afiliados a la Seguridad Social, el 16,3% del total, llegaron a estar en situación de ERTE en el mes de mayo. Aunque este porcentaje es 3 puntos inferior al que se alcanzó a nivel nacional, oculta enormes diferencias entre las distintas ramas de actividad: mientras que en la industria textil y del mueble se superaba el 30%, en la del refino de petróleo y la de productos farmacéuticos no llegaban al 2%.
Las perspectivas para el mantenimiento del empleo son favorables, dado que el sector presenta una menor proporción de trabajadores en ERTE, muchos de ellos parciales.
Superadas la segunda y tercera oleadas, y con el avance de la campaña de vacunación, asistimos a una paulatina recuperación del empleo, aunque incompleta y desigual por actividades. En abril de 2021 (último dato disponible), el 2,1% de los trabajadores seguían en ERTE y el empleo efectivo en el sector (afiliados totales descontados los afectados por ERTE) estaba ligeramente por debajo de los dos millones, un 3,6% menos que en abril de 2019: solo tres actividades (productos farmacéuticos, productos informáticos e industria química) superaron aquellos niveles de ocupación, en contraste con las ramas textiles (prendas de vestir, cuero y calzado), que se encontraban más de un 20% por debajo.
El sector manufacturero no solo presenta un porcentaje de ERTE relativamente bajo en comparación con el conjunto de la economía (3,6%), sino que, además, en un 40% de los casos se tratan de ERTE parciales (frente a un 31% del total de la economía), lo que, indudablemente, es una señal positiva, en la medida que parece más probable que estas relaciones laborales se mantengan en el tiempo.
Índice sintético de actividad en las ramas manufactureras
Variación del índice sintético de actividad en marzo de 2021 (respecto a marzo de 2019)
Del gráfico anterior, que muestra en el eje horizontal el promedio del indicador en 2020 (es decir, la magnitud del shock) y en el eje vertical la recuperación en marzo de 2021, se desprende que:
- Las ramas textiles (calzado y confección), no solo son las más castigadas por la crisis, sino que apenas se han recuperado (en el gráfico, las burbujas se encuentran muy cercanas a la línea recta roja discontinua de 45 grados), si bien es cierto que su peso en el conjunto del sector es reducido (burbujas pequeñas). Las restricciones, y sobre todo el confinamiento, desembocaron en una menor demanda de estos bienes. En este sentido, el levantamiento de las restricciones comerciales, junto con el ahorro acumulado por los hogares y la demanda embalsada, invitan al optimismo sobre la evolución de estos sectores en los próximos meses.
- Las ramas de la automoción, las artes gráficas y las bebidas se vieron también muy afectadas y su recuperación está siendo incompleta. El sector de automoción se analiza en profundidad en el artículo «El sector del automóvil en España: estratégico y en transformación» en este mismo informe. En el caso de la fabricación de bebidas, sufrió con intensidad la parálisis del canal HORECA. La reapertura de los establecimientos de restauración y la reactivación del turismo tendrán un impacto positivo en este sector.
- La alimentación y la industria química se han visto poco impactadas y se recuperan rápidamente. Ambas se benefician de suministrar bienes de primera necesidad, como los alimentos, y otros productos necesarios para combatir la pandemia, como antisépticos, desinfectantes, etc.
- La fabricación de productos farmacéuticos no ha sufrido apenas el shock, dada la naturaleza sanitaria de esta crisis, y es la rama manufacturera que muestra un mejor desempeño, seguida de la fabricación de productos informáticos, electrónicos y ópticos.
- Además, se observa una correlación negativa entre el tamaño del shock y algunas variables más estructurales, como la productividad, la intensidad de innovación y la apertura al exterior de las ramas manufactureras. Esto apunta a que aquellas ramas con empresas más innovadoras, productivas e internacionalizadas han sorteado mejor el shock.
Las ramas textiles son las más dañadas por la crisis, en contraste con la alimentaria, la química y la farmacéutica.
El sector exterior ayuda a amortiguar la caída
Las exportaciones de bienes manufacturados, que representan el 89% del total de ventas de mercancías al exterior, sufrieron en 2020 una caída del 10,7% hasta un total de 232.000 millones de euros, quebrando una década de crecimientos ininterrumpidos.No obstante, en un contexto de desplome de la demanda interna, las importaciones retrocedieron con más intensidad (–12%), de modo que el déficit comercial se redujo casi un 85% hasta apenas 735 millones de euros, el más bajo en seis años.
El pasado año solo se salvaron de los números rojos las exportaciones de productos agroalimentarios y farmacéuticos.
La caída de las exportaciones en 2020 fue prácticamente generalizada, exceptuando las ventas de las ramas agroalimentaria (+4,2%), farmacia (+5,6%) y, en menor medida, muebles y otras industrias manufactureras (+0,5%). En el extremo opuesto se situaron la automoción (–15,9%), el textil y el calzado (–18,5%) y, sobre todo, el refino de petróleo (–38,4%), en gran parte por el desplome de los precios.
Los principales países de destino fueron nuestros socios de la UE; en concreto, cuatro de ellos (Francia, Alemania, Italia y Portugal) absorbieron el 42% de las manufacturas exportadas: los principales productos procedían de la automoción en todos los casos, excepto para Portugal, que compró, principalmente, productos de la industria agroalimentaria, en especial productos cárnicos. El primer destino extracomunitario es EE. UU., que ocupa el sexto lugar, con el 5% del total de las exportaciones manufactureras, mientras que China se ha colocado en la octava posición, con el 3,1%: destacan, en el primer caso, las ventas de aceites y, en el segundo, de productos cárnicos.
Exportaciones de bienes manufacturados
Nota: (*) Variación sobre mismo periodo de 2019.
Alimentación, productos informáticos y químicos tiran de las exportaciones en el arranque del año.
En los primeros meses de 2021 se aprecia una mejora generalizada, aunque débil, de las exportaciones de manufacturas; no obstante, en el 1T 2021 se mantienen en terreno negativo y anotan una caída del 1,0% respecto al 1T 2019. Por el lado positivo, las exportaciones agroalimentarias mantienen su buen comportamiento (+15,8%), y a ellas se unen las de productos informáticos y electrónicos (+7,8%) y químicos (+2,1%). En cambio, anotan descensos de dos dígitos las exportaciones de automoción, textil y calzado y refino de petróleo.
Gracias a la rápida recuperación del comercio internacional, tras el hundimiento de los intercambios de mercancías en los primeros meses del pasado año, el sector exterior puede configurarse como una palanca de crecimiento en 2021 y facilitar una salida dinámica de la crisis.
Luces y sombras en el horizonte
En un contexto de incipiente recuperación del sector (el PMI manufacturero de abril se situó en máximos desde 1999), han surgido algunas disrupciones en las cadenas de suministro, derivadas de cuellos de botella en el transporte mundial y de escasez de algunos componentes (semiconductores, microchips, metales, materias primas plásticas, etc.), que pueden frenar la producción. Así lo confirma el PMI de abril, que señala que los pedidos de empresas pendientes de realización anotaron la segunda subida más fuerte de la serie, que arranca hace casi 19 años.
Desafíos por el lado de la oferta ponen en jaque la recuperación de las manufacturas.
En primer lugar, el rápido y fuerte aumento de la demanda de ciertos inputs para la industria se ha encontrado con una oferta algo rígida, que no ha aumentado a la misma velocidad. Además, en el caso de los microchips, cuya producción está concentrada en unos pocos fabricantes del este asiático, se ha sufrido un desabastecimiento al cual ha contribuido, sin duda, la notable demanda de dispositivos electrónicos durante los confinamientos de 2020, pero también algunos acontecimientos puntuales, como la ola de frío en Texas en febrero, que obligó a detener la producción, el incendio en marzo en una fábrica de Renesas en Japón o la grave sequía en Taiwán. En consecuencia, se ha disparado la cotización de algunos materiales: el índice de metales de la London Metal Exchange (LME) acumula, desde el cierre de 2020, un aumento del 24,9%
En segundo lugar,
el despegue del tráfico internacional de mercancías, tras el parón de 2020, se encuentra en un momento de escasez de contenedores (los transatlánticos no han repuesto los contenedores que se vaciaron al comienzo de la pandemia) y de menor capacidad de carga aérea (por la reducción de los vuelos de larga distancia), que están provocando un alargamiento en los tiempos de entrega y tensiones en los precios: el Baltic Index, un indicador del coste de transporte marítimo,
21 se ha duplicado con creces en lo que va de año. A esta situación cabe sumarle el encarecimiento de la energía, si bien en este último caso hay un efecto de base importante: justo hace un año se desplomaron los precios del petróleo.
Como resultado de todo lo anterior, los costes de producción tiran al alza y, con ello, surgen tensiones en los precios, tanto industriales (el IPRI aumentó un 3,4% en abril respecto a abril de 2019) como de consumo (la inflación se situó en mayo en el 2,7%, la más alta desde febrero de 2017).
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El efecto de las disrupciones en las cadenas de suministro será transitorio y localizado en unas pocas actividades.
En cualquier caso, creemos que se trata de un impacto temporal, concentrado en algunas actividades y que, por tanto, no debería condicionar las perspectivas en exceso. Por un lado, la escasez de algunos componentes afectará a ciertas actividades, como la automoción y, en menor medida, a los productos informáticos, químicos y a los equipos eléctricos, cuyas cadenas de producción pueden ralentizarse, pero sin dañar la recuperación del conjunto de la industria y la economía. Por su parte, los problemas en el transporte pueden provocar retrasos puntuales, que confiamos que se superarán en los próximos meses.
En cuanto a las presiones inflacionistas, se mantendrán en los próximos meses, pero deberían tender a normalizarse en la segunda mitad del año, a medida que se diluya el efecto de base del precio del petróleo antes comentado y la oferta se vaya adaptando a la demanda: en el caso de los metales, con una producción más diversificada, la oferta se ajustará con mayor rapidez, con lo que sus precios tenderán a moderarse en los próximos meses; la normalización de los precios de los microchips puede que sea algo más lenta.
Las perspectivas del sector manufacturero para 2021 son favorables. A corto plazo su evolución puede ser modesta, con crecimientos por debajo del PIB, ya que el despegue de la economía estará liderado por aquellas actividades que se vieron más afectadas por la crisis, en particular el comercio y el turismo. A medio plazo, el comportamiento del sector estará condicionado, sobre todo, por su capacidad de adaptación a los desafíos de la sostenibilidad y la digitalización. En este sentido, el ambicioso Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), dotado con los fondos europeos del NGEU, supone una oportunidad, no solo para estimular la recuperación de la industria, sino también para transformar el tejido productivo, mediante la modernización y digitalización de este.
Judit Montoriol-Garriga
Sergio Díaz
Servicio de Estudios de Caixabank