Re: GOWEX
El día que Jenaro acorraló a Felipe González
Era sólo un estudiante cuando pidió al presidente que dimitiera si se probaba la corrupción
Ahora Jenaro García es el señalado por el 'crack' de su empresa
«Si mantienes en tu puesto la cabeza tranquila, cuando todo a tu lado es cabeza perdida...». If . Rudyard Kipling
Los estudiantes de la Autónoma de Madrid vociferaban indignados aquel 25 de marzo de 1993: «¡Esa, esa, esa, habla de Filesa! ¡Erra, erra, erra, habla de Juan Guerra! ¡Felipe, chorizo! ¡Ladroooón!».
Jamás se había visto una bronca como la del aula magna de la Facultad de Derecho. El motivo: la presencia de Felipe González en un ciclo de charlas sobre la Transición que había reunido a la flor y nata de la política española. El presidente intentaba, entre pitos e insultos, terminar su alocución en una sala repleta. «¡Felipe dimisión!», coreaban unos alumnos al fondo del salón.
-Díganme de qué quieren que dimita, porque a lo mejor les hago caso-, replicaba González con gracejo sevillano, recién bautizado como Dios por Txiqui Benegas.
Por eso llamó tanto la atención la tranquilidad con la que, en el turno de preguntas, tomó la palabra un estudiante delgadito, de mediana estatura, cazadora azul y entradas en su cabellera, sentado en la tercera fila, justo detrás de los profesores. «¡Coño, que toma la palabra Jenaro! ¡Este tío la lía!», comentó un estudiante a su novia. Y así fue: la lió. Sin alzar la voz, con educación exquisita, arrinconó durante un par de minutos a Felipe con sus preguntas y repreguntas sobre Filesa.
-¿Estaría usted dispuesto a comprometerse ante nosotros, los alumnos de la Universidad Autónoma, y ante los universitarios de toda España, a dimitir si se demuestra que ha habido corrupción?-, le desafió.
Unos aplausos premiaron su interpelación. El presidente, que ya no podía torcer más el gesto porque el cabreo le salía por las orejas, teatralizó su respuesta. Bolígrafo en mano, clavó la mirada en Jenaro: «Yo estoy dispuesto a asumir toda la responsabilidad que me competa desde el punto de vista político. Por tanto, si me compete la responsabilidad de dimitir en un momento dado, que lo veremos, también estaría dispuesto a asumir esa responsabilidad. Está claro, ¿verdad?».
Horas después, las palabras del presidente sobre su posible dimisión abrían todos los diarios. «González asegura, entre abucheos de los estudiantes, que está dispuesto a dimitir», tituló EL MUNDO a toda página. Tal fue el impacto de la revuelta estudiantil que, dos semanas después, el presidente disolvía el parlamento. Contra todo pronóstico, volvió a ganar las elecciones, pero por la mínima y con la ayuda de Baltasar Garzón como número dos.
Lo que no recogieron los diarios fue la identidad del joven inquisidor. Este suplemento ha averiguado que era Jenaro García Martín (Madrid, 1968) quien, dos décadas después, la ha vuelto a liar. Él, que pedía responsabilidad al presidente, ha caído en su mismo pozo. La causa: las mentiras de su empresa, Gowex, destapadas por una firma, Gotham City Research, que ha denunciado sus pufos contables. «Fui yo, lo reconozco», admitía Jenaro aquel encontronazo con González cuando Crónica le localizaba el miércoles en su piso madrileño.
Tres días antes el empresario había decidido asumir la responsabilidad que en su momento él exigió al entonces presidente. Aunque fuera tarde y a la fuerza: al no poder replicar a Gotham, Jenaro presentaba el pasado domingo un escrito de confesión de apenas un folio ante la Audiencia Nacional: «Soy totalmente responsable de los hechos que he realizado y que son constitutivos de delito...». Dos días después, se despidía de sus trabajadores mediante un email donde les pedía perdón. En él, adjuntó el célebre poema If, de Rudyard Kipling, que enumera sus consejos morales para afrontar la vida con sabiduría y que se extracta en estas páginas.
«...Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud, si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz...»
Hasta aquel día de 1993, nadie había conseguido arrinconar así a Felipe. Ni en el parlamento ni en la calle ni en sus comparecencias ante la prensa: el number one del socialismo hispano parecía invulnerable en los pulsos dialécticos. Solamente EL MUNDO le había puesto contra las cuerdas con sus scoops sobre los GAL y la financiación ilegal del PSOE. Por eso protestaban los estudiantes: por la corrupción, por Filesa, por la crisis...
Sentado entre los universitarios había otro Felipe casi tan famoso como el presidente del gobierno. Era Felipe de Borbón y Grecia, entonces alumno de 5º de Derecho -como Jenaro- y actual monarca, quien asistía impertérrito a los abucheos e insultos (una suerte de escrache) que recibía el todopoderoso socialista. El rector, Cayetano López, intentó pasar a otra pregunta, pero el testarudo Jenaro siguió de pie:
-Es que se supone que al ser secretario general de su partido usted es responsable tanto de lo que se haya producido sin su consentimiento, porque usted no ha sido consultado, o bien por lo que se haya producido sabiéndolo usted. Por lo tanto, ¿estaría usted capacitado para seguir gobernando España?
-Eso lo tienen que juzgar los españoles. Es evidente. Es difícil...
-Yo me refiero a que usted estaría incapacitado para seguir gobernando este país. Bien por una vía o bien por otra, quedaría demostrado, no sé si me entiende.
-Sí, es posible, es posible, y además yo respeto su opinión. Usted parte de la base de que tenga o no conocimiento en el supuesto de que exista una irregularidad, mi responsabilidad es la misma.
-Sí. Si es por el desconocimiento, por tanto no ha estado usted al cabo de la calle de lo que ocurre en su partido, o bien porque usted lo conocía y por lo tanto...
-Sí, sí, es una teoría de la responsabilidad que es prácticamente imposible de aplicar erga omnes. Si uno no tiene conocimiento de un hecho, asume la responsabilidad que le compete, no la del hecho, me parece a mí.
-Eso entra dentro de la ética de cada uno...
-Sin duda alguna. Yo la llevaré hasta las últimas consecuencias.
«...Si engañado, no engañas... Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres...»
«Jenaro es el hombre con más seguridad que he conocido», asegura uno de sus colaboradores más estrechos en Gowex, el emporio de redes wifi que fundó en 1998, cuya supervivencia está hoy amenazada. Porque al conocerse que Jenaro había falseado las cuentas, el valor búrsatil de la firma se ha desplomado, causando pérdidas enormes a miles de accionistas.
«Nunca dudaba, no ha titubeado jamás. No le conocía ningún punto flaco». La descripción de su colaborador encaja con su actitud en su choque dialéctico con González. «Tenía un poder de persuasión enorme, la prueba es que nos ha engañado a todos: al Mercado Alternativo Bursátil, a la CNMV, a los auditores, a los trabajadores... Yo el viernes 4 de julio salí convencido de lo que nos prometió a todos los trabajadores: "Vamos a desmontar todas las mentiras que se han publicado sobre Gowex". Y el domingo me encuentro con el chupinazo de su confesión. Ya no sé que pensar de él. Empiezo a dudar de todo».
No es el único que titubea. Conocido el escándalo, cuestiona toda su biografía. Hay datos que se superponen, imposibles de conjugar salvo que, como los superhéroes, posea el don de la ubicuidad. Presume de un master en la Complutense cuando estaba matriculado en la Autónoma, de una estancia en EEUU que coincide con su carrera en España y con un negocio de venta de automóviles en Alemania...
Pero Jenaro no siempre tuvo tanto aplomo como cuando se encaró con el presidente. Uno de sus compañeros de infancia en el Colegio La Salle San Rafael (Madrid) le recuerda como un chaval introvertido que llegó del La Salle La Paloma. «Muy cerca de ahí, sus padres gestionaban la cafetería del Hotel Finisterre. Él era un chico muy tímido y sufría tartamudez, por eso me ha sorprendido verle ahora hablar por televisión con tanta seguridad». Si la calle es la mejor escuela, Jenaro completó el máster de comunicación más eficaz: vender en el Rastro. A los 14 años ya ponía todos los domingos un puesto de cintas de casete en la plaza de Cascorro. «Él ha dicho que desde pequeño le gustaban los negocios y es verdad», cuenta su amigo. «Pero de ahí a afirmar que su padre gestionaba varios restaurantes y que le regaló acciones con 14 años va un trecho. Creo que todo cambió con la tragedia que sufrió a los 16 años: en un accidente de tráfico, fallecieron sus padres y un hermano. Quedó herido y perdió varios años de curso. Le perdí la pista».
«...Si arriesgas en un golpe, y lleno de alegría, las ganancias de siempre a la suerte de un día; y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era...»
El propio Jenaro ha hablado de su desgracia en varias entrevistas. Y la ha usado a su favor: en su último acto público, el viernes 4, trató de despejar las dudas que habían motivado el hundimiento de Gowex. Ante sus trabajadores, sacó de una mochila los hierros que le colocaron tras el accidente y les arengó. «Yo tengo una cosa que me gusta llevar como recuerdo. Son los hierros que durante años llevé pegados a mi cuerpo. Tenía 24 roturas de huesos. Cuando uno sale de todo esto, es cuando se adquiere una fuerza y una voluntad únicas para salir adelante». El gesto acabó de persuadir a su colaborador: «Con lo de los hierros nos convenció a todos. Yo le daría el Oscar a la mejor interpretación financiera de los últimos años».
Un compañero de Jenaro en la Autónoma también duda sobre su biografía oficial. «En 5º de carrera, ya estaba casado con su actual esposa, Florencia Maté, [en el consejo de Gowex]. No tiene ningún sentido que su biografía diga que entre 1991 a 1996 vivió en EEUU. En esos años estaba en España, estudiando la carrera». Este compañero recuerda perfectamente el día de su choque con Felipe. «Jenaro era de esos alumnos que siempre buscaba las vueltas al profesor. Luego he coincidido con él y me ha reconocido que no se sentía orgulloso de esa intervención y que, años después, se llegó a disculpar con Felipe González».
De lo que sí presumía Jenaro es de haber compartido promoción con Felipe VI. El empresario aparece junto a él en su orla, que reproduce Crónica. También ha hablado en varios reportajes como referente empresarial de la generación del nuevo rey.
Todo era una inmensa mentira. Una trabajadora de su empresa, María Tomé, ha descrito su personalidad en un blog. «Es un hombre enfermo que se creyó sus propias mentiras... Nadie podía imaginar el grado tan grande de locura. Somos víctimas del sueño de un loco».
«...Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo... Si tropiezas con el triunfo, si te llega la derrota, y a los dos impostores les tratas de igual forma...»
Como se ha visto, está claro que Jenaro no pudo, no quiso o no supo aplicar las ideas del If de Kipling a su propia existencia. Así lo reconoce el vapuleado empresario cuando abre la puerta de su piso, en una calle señorial a escasos cien metros del Paseo de la Castellana, donde se encuentra la sede de Gowex.
-No voy a dar ninguna explicación de mi vida. Lo siento por todas las personas implicadas. Es un tema muy serio...-, dice.
-Hay aspectos de su vida que no parecen claros y lo más lógico es que usted nos diga si son ciertos...
-No sé cómo habéis llegado hasta aquí. El portero tiene orden de no dejar pasar a nadie. Lo siento, no voy a hablar y menos de mi vida.
-Por lo menos diga si fue el estudiante que interpeló a González en la Autónoma sobre Filesa.
A Jenaro se le cambia la cara. Abandona su tono lastimero y un fogonazo de orgullo ilumina su rostro: «Sí, fui yo, lo reconozco. No tengo nada más que decir».
Y cierra la puerta.
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