Bueno, ¡qué imaginación! Deberías escribir un libro. No sé si ya te lo dije, pero si no, te lo digo ahora... Yo me zampo el pastel y el Altea me lo quema, jajajaaaa ¡buenísimo!
Nuestros invitados no superaron el medio centenar y luego aparecieron en la iglesia más personas..., y realmente no fueron invitados a nada, sino que hicimos comunicaciones de boda, más que invitaciones. En plan información escrita: Vamos a la Iglesia a que el cura bendiga nuestra unión, que eso de que nos case me suena fatal. Los que se casan son los esposos, el uno con la otra y viceversa. El cura solo bendice, no casa, jajajaaaaa
Realmente nuestras amistades no se sorprendieron porque nos conocen muy bien y saben que los boatos, pompas y ostentaciones no nos van ni al él ni a mí. Algun familiar medio lejano sé que se mosqueó y alguno incluso me lo hizo saber. Pero en el fondo me alegré. Enemigo conocido es menos enemigo, jejeje...
Absolutamente de acuerdo con el tema de los regalos. Mira que se disfruta con esos caprichitos que te das de vez en cuando, que no tienen por qué ser ni lujosos ni nada por el estilo. Sencillamente que te sacan de la monotonía, que te divierten y te hacen feliz. Esos pequeños instantes de felicidad, de romper con lo cotidiano, son los que realmente merecen la pena.
Mi abuela que era Doña Refranes, tenía uno que usaba mucho: "El regalín de la aldea, Dios lo dé a quien lo desea". Que viene a reflejar exactamente lo que me describes del regalo de los pastelitos. A mí me ocurrió lo mismo con la amiga de mi madre, cuyo yerno tenía un huerto en la provincia de Vizcaya. Cuando falleció mi madre, estuvo meses y meses trayéndome a casa, pimientos, tomates, bueno, cosas de la huerta, hortalizas y verduras. Pero lo que más me traía eran pimientos verdes. Llegó un momento que Karl me dijo, a ver, ponme lo que quieras de comer mañana, pero por favor que no lleve pimientos verdes de guarnición. Es que comíamos pescado con pimientos, carne con pimientos, todo con pimientos y se nos estaba poniendo cara de pimiento morrón (de morros) cabreado, jajajaaaaaa....
Al final le tuve que decir que no me regalara más cosas. No le sentaría bien, supongo, pero tampoco era cuestión de tirar a la basura la comida. Es algo que siempre me ha dado cien patadas. Me enseñaron a que los alimentos no se tiran.
Total, que con estos regalines de la aldea, te ponen en un aprieto, porque por otra parte, quieres ser amable y contestar pero no sabes cómo. Si haces un buen regalo parece que quieres epatar, si quieres regalar a su nivel, no te vas a poner a enviarle zanahorias o patatas. En resumen, que siempre se acaba mal.
También considero que suele pasar con las invitaciones a comer. Hoy invito yo, solomillo en un buen restaurante, un buen vino, postres de lujo. Ahora te toca a tí, una ensaladita y pizza, el postre no, que ya estamos llenos. Es algo que no puedo soportar. Pocos siguen el ritmo que marcas y enseguida se empieza a gorronear por un lado y enfadarse por el otro.
Resumen, "cada uno en su casa y Dios en la de todos".
Un abrazo fuerte
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.