Re: El Mundo: Vivir por tiempo, morir por dinero
Este post casi último se me había escapado sin responder. Bueno, no importa, tampoco lo voy a hacer pero voy a postear algo mucho más bonito que una simple respuesta bovina... ;-=)
Posted by Lílemus in EL LENGUAJE
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Un inglés y un español, que visitan Galicia y han caído en el mismo grupo turístico, contemplan un atardecer en Finisterre. El guía, que es de Corcubión, se acerca lleno de orgullo local y les pregunta por sus impresiones. Responde primero el español: «¡Muy bello!» El inglés añade: «Very beautiful».
Atardecer y faro de FINISTERRE / FISTERRA y el oceano Atlantico.
Aparentemente ambos han dicho lo mismo, cada uno en su idioma. Los adverbios muy y very parecen dos modos equivalentes de expresar la misma idea superlativa, como esos artículos de tienda de aeropuerto con el precio marcado en dos monedas distintas que expresan el mismo valor. Tendemos a ver la diferencia entre las lenguas en el hecho de que usan palabras diferentes para nombrar las mismas ideas. Pero, si lo de las palabras diferentes es obvio, no lo es tanto que las ideas nombradas sean las mismas.
Porque sucede que las palabras tienen historia, y su historia les confiere personalidades propias que a menudo suponen diferencias sustanciales. En general, las lenguas romances forman el grado superlativo mediante evoluciones del adverbio de cantidad latino multum, que significa ‘mucho’. Así, el italiano molto bello, el portugués muito belo y el español muy bello. El inglés, por su parte, forma el superlativo con la palabra very, que en origen no es un adverbio de cantidad. Very viene del francés antiguo verrai, un adjetivo que a su vez se remonta al latín verus, ‘verdadero’. En resumen, cuando un español dice: muy bello, etimológicamente quiere decir ‘enormemente bello’, mientras que, cuando un inglés dice: very beautiful, quiere comunicar algo sutilmente distinto: ‘verdaderamente bello’. De hecho, en el moderno really beautiful, ‘realmente bello’, parece haber un intento de actualizar aquel sentido primitivo de very. Como si la lengua quisiera refrescar la memoria de sus orígenes.
La diferencia entre ambas visiones del atardecer gallego es tenue pero apreciable. Si el superlativo sirve para intensificar el significado de un adjetivo, tal intensidad es para el español una cuestión cuantitativa, como si dijese: la belleza del atardecer es grande. Para el inglés es una cuestión cualitativa, como si dijese: su belleza es auténtica. El adverbio muy proyecta el adjetivo hacia el exterior: por obra suya la belleza parece extenderse hacia afuera y crecer físicamente en tamaño. En cuanto a very, el secreto poder de su etimología le hace apuntar hacia el interior, hacia la esencia. Es como si ese atardecer que el turista inglés contempla flemáticamente hubiese acertado justo en el centro de la diana de la belleza. Por eso su very beautiful sonará con cierto aire de contención, sin signos de exclamación, casi pudoroso, nada que ver con el tono categórico que habrá empleado el español. Y al considerar estas cosas, uno se siente verdaderamente identificado con el inglés de la historia. Casi dan ganas de rematar la jugada con un «my goodness!». En fin, cosas del alma inglesa.
Y como sé que alguno se estará preguntando qué pasa con el très beau francés, voy a adelantarme a responder. Por curioso que parezca, très es la evolución de la preposición latina trans, que significa ‘más allá de, por encima de’. Y al caer en la cuenta de ello, ya me parece estar viendo un tercer turista que, perfectamente consciente de su francesa distinción, se ha colado en la escena y, arrimándose discretamente al inglés y al español, se las arregla para colocar un cantarín: «Très beau!» ¡Oh, hallazgo! El atardecer ya no es de gran belleza, ni siquiera de auténtica belleza. Ahora es de una perfección que va más allá de la belleza corriente y terrenal, es el rien ne va plus, el no va más de los atardeceres. O, como diría el guía, que aunque es de Corcubión se codea con estudiantes de Santiago y le gusta repetir las frases de moda: «bello no, ¡lo siguiente!»
(Dedicado a Roland Fisher, el mayor amante de la lengua española que conozco entre los nacidos bajo pabellón británico, y a mi querido gallego Juan Vázquez, para quien ninguna lengua puede dar la auténtica medida de un atardecer en Galicia)
Un abrazo cuya mejor y más intensa imagen de ocaso fue vista y grabada en la retina en Galicia...
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.