El hilo plantea una reflexión genérica, acerca de si la existencia de una red de subsidios asistenciales (en principio una cosa buena y humanitaria), puede resultar perjudicial a la sociedad en general, por la vía del desincentivo a la actividad laboral.
Y dentro de este marco, expongo mi opinión, a partir de observaciones empíricas (para nada sistemáticas ni estadísticamente significativas), sobre cuando, o cuando no, los subsidios asistenciales de cuasi-susbsistencia desincentivan.
Sobre algunos casos concretos que han aparecido en el foro, y al cual al parecer te refieres tú:
Una persona, en su madurez profesional, con experiencia y aptitud profesional, físicamente capaz, con capacidad de planificación económica (un ahorro significativo, si no es por herencia no se logra sin capacidad), con capacidad y conocimiento, aunque sea elemental, de finanzas y legislaciones, y disponiendo de medios económico-financieros suficientes, que se queda sin trabajo...
¿Cual debería ser su salída óptima, racional o socialmente deseable?
¿Acceder al estatus de rentista pasivo subsidiado?
¿O poner en juego todas sus cartas y montar algún negocio?
A mi me parece muy triste que personas plenamente capacez y aptas, y disponiendo de los medios económico-financieros necesarios, con capital dinerario de alrededor de los 100.000 €, su máxima aspiración sea la de lograr unos rendimientos pasivos subsidiados de poco más de 5.000 €/año (importe en núeros redondos de un subsidio por desempleo, o una PIRMI, o cosas así).
Muy mal debes gestionar un negocio de 100.000 € de capital para que no llegue ni a rentar ese triste 5 %.
Me parece que falta ambición y amor propio, y sobra conformismo y miedo.
Y respecto de ciertas personas en que han incurrido en estado de necesidad por negligencia propia, soy de los que creen en segundas oportunidades, en el derecho al rescate y emancipación de las personas, en aquello que dijo Gandhi de ojo por ojo, todos ciegos, en que las personas humanas son únicas e irrepetibles, no meras cosas o artefactos reproducibles, y que todos, incluso los negligentes, merecen el máximo respeto y todos tenemos el derecho a equivocarnos.
Y que sería muy cruel cargarse un sistema que ciertamente ayuda a muchas personas en verdadera necesidad incuestionable, por el hecho que unas pocas más dudosas también se beneficien.
Pero puestos a poner límites, el primero es obvio, hay que sacar del sistema de subsidios asistenciales a aquellas personas que verdaderamente no tienen ninguna necesidad de ser asistidas.
la plus belle des ruses du Diable est de vous persuader qu'il n'existe pas!