Si los deudores dejan de pagar, alguien tendrá que sufrir las pérdidas
Articulazo de Juan Ramón Rallo, merece la pena 5 min de lectura:
Sé que cuesta bastante de digerir, especialmente viendo el muy acaudalado nivel de vida que exhiben ciertos banqueros patrios, que los dueños de las entidades poseen una participación minúscula en el conjunto de su capital. Pero no habría que dejarse llevar por impresiones visuales a la hora de ponderar la naturaleza financiera de los bancos. Por ejemplo, vayámonos al Banco Santander: a finales de 2012, esta entidad tenía un activo (básicamente, unos créditos concedidos) de 1,27 billones de euros; ese activo sólo había sido financiado en 0,084 billones (84.000 millones de euros, equivalente al 6,7% de su activo) por sus accionistas, mientras que el resto (1,18 billones) procedía de los acreedores del banco (depósitos, préstamos de otros bancos y bonos). En otras palabras, si el Santander experimentara impagos y pérdidas superiores al 6,7% de su activo, serían los acreedores quienes comenzarían a pagar el pato (en realidad, con bastante menos, pues un banco no puede operar sin fondos propios). Como ven, pocos jubileos se pueden permitir.
Por supuesto, uno puede pensar que los depositantes serían los últimos en perder (y es cierto), pero no olvidemos que los bonistas tampoco representan necesariamente a esa vaporosa oligarquía milmillonaria que ha causado la crisis. En España, los primerosbonistas que han asumido las pérdidas de las cajas (derivadas de los impagos de sus créditos) han sido los tenedores de participaciones preferentes: en su mayoría, personas de clase media que han perdido los ahorros de toda una vida. Además, muchos ciudadanos nacionales y extranjeros tienen su patrimonio en fondos de pensiones o de inversión, que pueden estar a su vez invertidos en bonos de la banca. Por no hablar de que practicar quitas a los préstamos del interbancario, sólo traslada el agujero a los acreedores de otras entidades nacionales y extranjeras.
Con Chipre, de hecho, hemos descubierto que cuando los deudores de los bancos dejan de pagar (en este caso, el manirroto e ‘hiperendeudado’ gobierno griego) las pérdidas terminan trasladándose eventualmente a los acreedores de los bancos,incluyendo los depositantes. Es en este sentido en el que hemos de plantear el debate: los jubileos masivos de los deudores los soportarán los acreedores, y esos acreedores no son ricos multimillonarios malosos (que bien cortos de miras serían si tuvieran el grueso de su patrimonio en los bancos) sino ciudadanos de a pie que sí están invertidos en bancos. Los impagos de ayer son la ruina de los pequeños accionistas o preferentistas de hoy, y los impagos de hoy serían las quitas de los depositantes de mañana. La única alternativa a que los acreedores de los bancos sufran las pérdidas derivadas de los impagos de sus créditos sería que el contribuyente corriera con la factura del agujero, a saber, la muy vilipendiada (con razón) socialización de pérdidas.
Personalmente, he defendido sin ambages el bail-in, es decir, que las pérdidas de los bancos las asuman íntegramente sus acreedores. No soy en absoluto contrario a que éstos, incluyendo en última instancia los depositantes, asuman pérdidas una vez los accionistas lo hayan perdido todo. Tampoco veo absurdo que se estandarice un procedimiento concursal para familias insolventes. Lo único que digo es que no se puede estar en misa y repicando: uno no puede estar a favor de los impagos (“no debemos, no pagamos”) y, simultáneamente, en contra de las quitas (“las preferentes y lo de Chipre son un robo”) y de la socialización de pérdidas (“el contribuyente no tiene que soportar las pérdidas de los bancos”).
Si los deudores dejan de pagar, alguien tendrá que sufrir las pérdidas y terminarán siendo los depositantes.