La violencia constituye una de las tres fuentes principales del poder humano; las otras dos son el conocimiento y el dinero. Estas tres fuerzas afectan nuestras vidas desde que nacemos hasta que morimos. La violencia cruel, sin embargo, es la forma más inferior y primitiva de poder, porque sólo se puede usar para castigar, para destruir, para hacer daño. El conocimiento y el dinero son fuerzas mucho más versátil es. Ambas se pueden manipular tanto para premiar como para sancionar.
Pero ¿qué hay dentro de nosotros que nos mueve a atormentar o incluso a quitarle la vida a un semejante? La violencia humana ha sido explicada con razonamientos biológicos, psicológicos, sociales, filosóficos, políticos e incluso religiosos. Para algunos, se trata de un impulso innato programado en los genes; para otros, la causa radica en fuerzas nocivas ineludibles del entorno. Quienes albergan estas nociones fatalistas están convencidos de que la humanidad es inherentemente malévola. Esta creencia con frecuencia se transforma en ideologías que ayudan a justificar la pasividad o la impotencia ante la destructividad humana, al considerarla irremediable. Sin embargo, cada día se acumula más evidencia científica que demuestra que la violencia no es instintiva ni inevitable, sino que se aprende y se puede prevenir. Todos heredamos rasgos genéticosque influyen en nuestro carácter. Pero ciertas predisposiciones, del sadismo al altruismo, son producto de un proceso condicionado por influencias perniciosas del medio que pueden ser en gran medida prevenidas o remediadas.
Para quienes albergan esta noción de la violencia, la convicción de que la humanidad es inherentemente malévola, avariciosa y cruel, tiene sentido. Encuentran en las ideas de Charles Darwin, Sigmund Freud y su multitud de seguidores la explicación científica de su creencia. A principios de siglo, el psicólogo neoyorquino William James resumió esta extendida opinión cuando observó que «la evolución ancestral ha hecho de todos nosotros unos luchadores en potencia». Utilizando una tesis similar, el sociólogo alemán Georg Simmel reiteró la creencia de que la mente humana está dotada con un «instinto e pelea», con «la necesidad innata de odiar y de luchar».
Las semillas de la violencia.Luis Rojas Marcos.Profesor de Psiquiatria en Universidad de Nueva York.
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Psicobiologia de la agresion y la violencia: Luis Moya
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