Re: Fracaso escolar total; ¿soluciones?
La intervención de los padres en la educación de sus hijos de una manera más activa. La configuración de la sociedad debilita y minimiza la relación padres-hijos y esto incide negativamente en la educación de nuestros hijos. Los padres regresan a casa después de su jornada laboral y les resulta difícil asumir que han de estar presentes. Internet y las redes sociales sustituyen la ausencia, sin que exista una organización del tiempo libre de sus hijos, tarea que corresponde a los padres, no a los profesores.
Fomento de las tutorías e implicación en las mismas de los padres. Potenciar las tutorías virtuales, que permiten una participación activa de los padres en la formación de sus hijos a través de su propia formación.
Los padres nunca deberían dejar en evidencia al profesor delante de sus hijos. Yo no trago con el recurso habitual al que recurren en más de una ocasión nuestros hijos, “es que el profesor me tiene manía”, prefiero utilizar la máxima “el profesor siempre tiene la razón”. Los padres han de tener bien claro que si no se potencia desde casa el respeto al profesor, si no se da importancia a la disciplina en las aulas, si no se ponen límites, malo.
Es hora de romper con un sistema encorsetado y con estructuras pedagógicas obsoletas, adaptar la escuela a los nuevos tiempos, a las nuevas tecnologías y es hora de potenciar la formación (continuada) del personal docente a todos los niveles, incluido el psico-pedagógico para poder identificar las necesidades de cada alumno, no ofrecer soluciones estandarizadas que pueden servir para unos y ser absolutamente inútiles para otros.
Mayor interacción en las clases. Los largos discursos del “viejo profesor” han de ser sustituidos por clases más participativas que atraigan la atención del alumnado en lugar de fomentar el bostezo. Las nuevas tecnologías son un instrumento vital para esta tarea, al igual que el trabajo experimental en equipo.
Incentivar al profesorado y establecer sistemas de acceso que procuren la incorporación a la tarea docente de los mejores, que como tales han de ser retribuidos. Por otra parte, han de disponer de mayor autonomía para decidir qué se enseña, cómo se enseña y cómo se ha de evaluar al alumnado.
Las disparatadas ratios de alumnos por aula impiden que los profesores puedan detectar y corregir los problemas de su alumnado, por otra parte, cada vez más heterogéneo y que puedan atender a sus necesidades de forma eficiente.
Si recortamos de forma sistemática en educación, si reducimos a la mínima expresión los recursos que habrían de destinarse a esta materia, no podemos esperar que un sistema educativo se pueda calificar “de calidad”. Invertir en educación es invertir en capital humano y esto es básico para el futuro de cualquier país. Eso sí, hay que utilizar de forma eficiente los recursos invertidos.
Por otra parte hay un problema esencial que afecta de manera exponencial a la educación de nuestros hijos, y no es otro que la falta de consenso político. El uso de la educación y del sistema educativo como herramienta de adoctrinamiento ideológico es incompatible con cualquier solución plausible.