Buenas noches a todos.
Un par de artículos interesantes sobre la, cada vez más, aparente relacionnentr3 rbu y el profundo cambio en el mercado laboral,producido por la revolución digital.
Renta Mínima en un mundo automático.
Me preguntaban durante una
conferencia sobre ‘el mundo que viene’, acerca de cómo veía yo mi propia jubilación y si consideraba que los que ahora tienen cerca de cuarenta tendrían ese tipo de pensión. La verdad es que en primer lugar debemos tener en cuenta que es y cómo se obtiene esa prestación y, sobretodo,
a que podría responder en un futuro en el que la pirámide generacional se invierta definitivamente.
Las pensiones por jubilación no son un cobro que se recibe en base a la cotización a lo largo de una vida.
Nadie paga durante su vida laboral una cantidad que se guarda en algún lugar a fin de que en el futuro se le compense con ello. No, nuestro modelo es de tipo solidario. Lo que pagas en ese concepto no es para ti, se destina a quienes en ese momento está jubilado y cuando tu lo estés dependerás de los que trabajen en ese momento. Por otro lado la jubilación no es más que un complemento.
No se crearon para compensar totalmente la falta de ingresos en una determinada edad sino que se planteó en su día como una ayuda a la disposición económica de cada uno. Además, por si fuera poco, se crearon cuando la esperanza de vida era inferior a la edad de jubilación propia.
A quienes me preguntaron les respondí que no se preocupen por su pensión.
Todos tendremos pero tal vez no se estructurará como ahora lo conocemos. En apenas dos décadas el mundo que ahora conocemos será prácticamente irreconocible.
La automatización del modelo productivo y la incorporación de la robótica y la inteligencia artificial barrerá la jornada laboral de millones de personas. No digo que la vaya a eliminar, digo que la modificará irremediablemente. Menos horas haciendo lo que ahora consideramos ‘empleo’ y más tiempo haciendo cosas que ahora no consideramos ‘trabajo’
Sueldos, servicios y prestaciones se irán difuminando. Tengo claro que la jubilación que a mi me toque vivir tendrá más condicionantes ‘en especies’ que en ‘cash’. La sociedad del bienestar se irá estructurando para ofrecer eso, bienestar. Dependerá de cómo se marque la hoja de ruta y de que la política abandone su
maniqueísmo sobre la definición de que una Renta Mínima Universal sea de derechas o de izquierdas. Decisiones políticas como la que hoy mismo publican algunos medios sobre una hipotética Renta Mínima no ayudan mucho.
La condición indispensable para que un país como España logre sufragar los casi 200.000 millones de euros que costaría una prestación como esa no saldrán de un crecimiento vinculado a los sectores de siempre y con los modelos de siempre. Lo intensivo de nuestro sistema económico es un problema grave.
Los países que tienen modelos híbridos,
sucedáneos de rentas similares en prácticas piloto, parten de un cambio absoluto del concepto de ese contrato social llamado ‘trabajo’ y de cómo a cada impuesto creado hay un servicio eficiente. No se puede plantear un incremento de impuestos como única solución a esa prestación. Es suicida. Es compatible la reducción de impuestos y el incremento de ingresos. Eso ya ha sucedido en decenas de casos alrededor del mundo.
Sin embargo ni es fácil ni rápido.
El ejemplo de que no hay trabajo para todos, ni lo habrá, y que muchas personas quedarán expulsadas de un cambio histórico en materia productiva, es que las jubilaciones se van anticipando inexorablemente.
En España, el 45% de los jubilados del años pasado salieron del mercado laboral antes de la edad que tocaba. Nunca antes había pasado eso. Ya se puede imponer que la edad de jubilación sea otra, 67, 70 o 110, que la lógica pesa tanto que es plomo puro.
Técnicamente, la pensión por jubilación es un ejemplo de Renta Mínima. Se cobra independientemente de lo que hagas y de aspectos personales. Se cobra y ya está. No depende de nada más que de los presupuestos generales y se afecta en base a la disposición del país en ese momento y no de lo que has cotizado en la vida anterior. Eso es, a la práctica, una especie de renta mínima. Por eso,
si atendemos a la tendencia, en lugar de esperar esa ‘paga’ cada vez más tarde, lo que sucederá será lo contrario. La recibiremos antes y cada vez en mayor dimensión si se hacen las cosas bien.
Eso debería de ser la lógica de un mundo que logrará producir lo mismo o más sin la necesidad de tanto trabajador. Un mundo eficiente y, por desgracia, dependiente a la vez.
Economía circular procurando compartir recursos y bienes a la vez que los servicios se van transformando en derechos fundamentales. No digo que lo prefiera, digo que el mundo se dirige inexorable a un escenario similar a eso.
Y ahí surge el gran problema. De momento, que se sepa,
lo único que se tiene preparado es un recorte de la prestación de manera periódica. En ningún caso se está previendo el motivo por el que cada vez hay más jubilados derivados del paro de larga duración. Se adelanta la jubilación debido a que es mejor una mala pensión que perder definitivamente la ayuda por desempleo. Un drama.
Nadie ha diseñado una hoja de ruta para enfrentarse a esto. Un problema bíblico que se nos viene encima. Sin, de verdad, estimular un modelo productivo no dependiente de sectores intensivos y que se vincule definitivamente al valor añadido nos vamos a hostiar de manera importante. No se trata de ofrecer discursos sobre el crecimiento y enorgullecerse de que el desempleo cae. Eso está bien inicialmente pero lo trascendente sería ver que ese crecimiento es comparativo con años muy malos y que, además, no se genera a partir de un modelo de crecimiento nutritivo y de garantías de futuro.
La renta mínima llegará pero como todo en esta vida va a haber rentas y rentas. En unos países se planteará como capacidad de consumo a una población sin ingresos pero en un entorno económico eficiente, competitivo, automatizado y de valor añadido donde los que sí trabajen sean realmente trabajadores necesarios. En otros países, por desgracia, sin una estrategia política clara y sin demagogia lírica, el debate se centra en subvencionar indiscriminadamente sin, para ello, modificar un sistema económico que se aguanta con sectores que en el futuro tendrán serios problemas para generar empleo de alto valor.
La Renta Mínima Universal llegará pero dependiendo de cómo se llegue a ella y de cómo se plantee en el proceso de hacerla sostenible en la próxima década, puede convertirse en una garantía de bienestar en un mundo cada vez menos laboral y más automatizado o, por el contrario, puede devenir una especie de jaula de voluntades y libertades. Seguramente, en el como se genere y estructure su fabricación,
ahí estará la diferencia entre una Renta Mínina de derechas o de izquierdas.
https://www.marcvidal.net/blog/2017/5/11/la-jubilacion-anticipada-y-la-renta-minima-en-un-mundo-automatico
El segundo artículo:
La idea de una
renta básica universal o incondicional está tomando cada vez más forma, a medida que
las expectativas despertadas por el progreso de la inteligencia artificial y el machine learning van convirtiéndose en objeto de un análisis cada vez más serio. Si comienzas a leer este artículo, ten en cuenta que es una más de esas entradas que hago para recopilar enlaces interesantes que llevo un cierto tiempo
recogiendo y estudiando, y que por tanto, tu trabajo no termina cuando finalices mi texto, sino cuando hayas leído los enlaces que lo acompañan (y que explican esas ideas mucho mejor que yo).
A medida que avanzan las concepciones en este tema, podemos ver una línea común: la idea de una renta básica universal o incondicional ya no es una proclama política asociada con movimientos ultraliberales (“simplifiquemos hasta el límite el papel del estado y consolidemos todos los sistemas de ayudas y subsidios en uno solo”) o izquierdistas (“eliminemos la pobreza y la desigualdad y reduzcamos la ansiedad derivada de quedarse sin trabajo”), para pasar a ser algo más visto como una necesidad, como un paso adelante completamente necesario a medida que el deep learning no solo desempeña cada vez más trabajos, sino que, además, los hace infinitamente mejor que los humanos. En una sociedad en la que las máquinas son mucho mejores haciendo prácticamente cualquier trabajo, la única opción lógica es comenzar a
entender el trabajo como algo que deben hacer las máquinas, reservando a los humanos otro tipo de tareas.
Cuidado con este concepto: si nos enfrentamos a la idea de que trabajar deje de ser necesario, y que sea simplemente algo que hacemos para realizarnos, para intentar contribuir al bien común o para diferenciarnos con unos ingresos superiores a la media, nuestra mente choca con muchos siglos de percepciones contrarias, con la idea de que “el trabajo dignifica” o con religiones que afirman que el trabajo es un deber impuesto como una especie de penitencia para pagar por algún tipo de pecado original. Seas o no religioso, no es sencillo desprenderse de esos clichés.
Sin embargo, la idea de que el trabajo es para las máquinas porque, sencillamente, lo hacen mejor, es
la idea defendida por líderes como Elon Musk, y la planteada para escenarios económicos tan dispares como
los Estados Unidos o
la India. Que los suizos
rechazaran la idea mayoritariamente
en un referendum no quiere decir que sea conceptualmente errónea, sino que aún no se ha hecho suficiente esfuerzo a la hora de explicar algunos de sus dilemas fundamentales: cómo gestionar el efecto llamada sobre la inmigración que indudablemente tendría una medida así, y sobre todo, de dónde va a venir el dinero necesario para financiar el pago de una cantidad suficiente para la subsistencia a todos los habitantes de un país, de manera completamente incondicional.
Las cuentas son sencillas: si pretendiésemos dar a cada uno de los 322 millones de norteamericanos una renta básica de $10,000 anuales, nos iríamos a un coste de $3.22 billones (billones españoles, en notación norteamericana hablaríamos de trillones). Sin embargo, el resultado si excluyésemos a los 45 millones de pensionistas que ya reciben una renta básica a través de la seguridad social, y a los 70 millones de personas que ingresan más de $100,000 anuales, que devolverían con creces el importe de la renta básica en forma de impuestos, el resultado ya va acercándose mucho más al billón de dólares que cuesta mantener todo el sistema de subsidios que actualmente mantiene la administración norteamericana para paliar cuestiones como el desempleo, la pobreza, la falta de vivienda, etc., que serían precisamente objeto de sustitución. Si eliminásemos, además de esos importes, los costes de la maquinaria administrativa necesaria para hacerlos funcionar, las cuentas empiezan a ser mucho más interesantes.
¿
Aún te surgen dudas? ¿Qué pasaría cuando tú trabajas y pagas impuestos, pero ves a tu vecino que decide vivir de la renta básica? ¿Cómo evitar que sientas que eres tú el que está costeando su nivel de vida? Imagínatelo: en una casa se ingresan $100,000, en la otra, cero. Simplificando el sistema actual, el estado cobraría, por ejemplo, un 10% a los ricos, que pagarían $10,000, y subsidiaría a los pobres con un cheque de $10,000, que además, si quieren cobrar, no podrían trabajar en nada. Bajo un hipotético segundo sistema, el estado cobraría un 20% de impuestos a los ricos, pero enviaría a ambos hogares, ricos y pobres, un cheque de $10,000. Ambos sistemas generan un resultado cuantitativamente idéntico, pero mientras en el primero, los ricos tienen la sensación de subsidiar a los pobres, en el segundo lo que hacen es contribuir a un sistema para crear un fondo universal e incondicional del que ellos también reciben pagos.
Para cada duda, existen buenos argumentos. Lo único que no funciona aquí es la oposición irracional o el “no me suena bien”.
Pero de todos estos argumentos, el más importante está aún por llegar: la idea de que la renta básica universal no la paguemos mediante nuestros impuestos, sino
que sea la propia tecnología la que pague por ella. Esta idea, que requiere una cierta cultura económica para aprehenderla, es la que expone
Kartik Gada en su libro “
The Accelerating TechnOnomic Medium (ATOM)“, disponible íntegro en el enlace anterior (o en pdf
aquí): la tecnología es la causa de la mayor deflación que hemos conocido a lo largo de la historia, y este efecto deflactor está siendo sistemáticamente ignorado por todos los modelos económicos. Los bienes basados en tecnología disminuyen rápidamente su valor con los años: el mismo iPhone por el que pagamos mil euros un año, no vale ni doscientos un par de años después. Si a esto añadimos que cada vez más objetos fabricados por el hombre tienen un componente tecnológico cada vez más elevado, y que además, un solo iPhone sustituye a decenas de objetos que antes adquiríamos por separado – desde agenda electrónica hasta cámara, pasando por grabadora, radio, reproductor de música, vídeo, calculadora o lo que quieras, porque “there’s an app for that”), la deflación ha pasado de ser algo meramente testimonial cuando la tecnología tenía un pequeño papel en nuestras vidas (el 0.5% de la economía mundial en 1992), a representar hoy una poderosa fuerza (más del 2% del total) que contrarresta con creces los intentos de los bancos centrales por inflar la economía inyectando dinero desde el otro lado. Ninguno de los modelos económicos conocidos sabe cómo lidiar con la deflación tecnológica.
La renta básica universal o incondicional se convierte, por tanto, en la única manera de luchar contra la deflación tecnológica: no solo hay que comenzar a entregarla, sino que además, deberíamos actualizarla en torno a un impresionante 20% anual si queremos contrarrestar el efecto de la deflación tecnológica. Esto llevaría, si empezásemos este año a enviar a cada norteamericano un cheque de $5,000 anuales, a que en 2025 le estaríamos enviando $25,000, y en 2030, en torno a unos $100,000, simplemente para ser capaces de mantener el ratio de inflación por encima de cero, para evitar la deflación generada por el avance tecnológico. Y lo importante, además, es entender que ese incremento de la renta básica no correspondería a un incremento de la inflación que llevase a que los bienes más básicos incrementasen igualmente su precio, porque la renta básica se calcula precisamente para contrarrestar la fuerza de la deflación tecnológica, y evitaría por tanto un escenario
Un escenario de ese tipo soluciona a la vez los dos problemas: el desempleo tecnológico y la deflación tecnológica. Plantéate, por tanto, cómo afectaría ya no solo a nuestra forma de plantearnos el trabajo, sino incluso a una cuestión tan compleja como los derechos de autor y la propiedad intelectual:
qué pasa cuando los artistas no crean para subsistir, sino que la subsistencia está garantizada por una renta básica, sencillamente porque vivimos en un mundo de hiperabundancia.
Como se ve, la idea de una renta básica universal o incondicional no es tan sencilla como “enviemos un cheque a todo el mundo”, ni como “nadie más volverá a trabajar y será la decadencia de la raza humana”. Hablamos de un nuevo modelo económico, del único capaz de tener en cuenta el efecto de la fortísima deflación tecnológica, y cada vez más, de una absoluta necesidad. Una necesidad que evitará, por un lado, un crecimiento cada vez mayor del desempleo y la desigualdad que termine generando una guerra, y por otro, que ponga de manifiesto el absurdo que supone seguir gestionando de manera territorial en infinitas unidades aisladas un mundo que internet conectó completamente hace ya varias décadas.
¿Utopía? Quítate esa idea de la cabeza. Madurar esta discusión y hacer que los políticos sean conscientes de ella es la única manera de avanzar. Y como no avancemos, vamos a retroceder de maneras que no nos van a gustar a ninguno.
https://www.enriquedans.com/2016/11/revisando-tus-concepciones-sobre-la-renta-basica-universal.html
Saludos subsidiados, saludos cautivos.