¿Y si colapsa la deuda pública?
Compre oro y márchese a vivir a una casa en el campo, donde no van a caer bombas”. Ésta es la recomendación de Marc Faber, el inversor que anticipó tanto la crisis actual como la de 1987, cuando avisó a sus clientes de que vendieran las acciones de Wall Street días antes del Lunes Negro. “Los Gobiernos están al borde de la bancarrota y harán cualquier cosa para sobrevivir: primero imprimirán dinero, y cuando esto no funcione recurrirán a la guerra”.
Faber, autor del boletín mensual The Boom, Gloom and Doom Report, y conocido también como Doctor Doom (muerte, fatalidad) por sus lúgubres predicciones, habló el fin de semana pasado en el foro económico Mises Circle, organizado por el Instituto Ludwig von Mises en Nueva York para analizar la situación de los mercados financieros y la responsabilidad de los bancos centrales en la actual crisis económica.
“Entre 2000 y 2007, Greenspan y Bernanke aumentaron el crédito en Estados Unidos cinco veces por encima de lo que creció el PIB, una expansión mayor que la que precedió a la Gran Depresión de 1929”, explicó Faber. “La Reserva Federal ya nunca volverá a políticas restrictivas porque para esta economía adicta al crédito eso sería un veneno, así que van a mantener los tipos al 0% durante mucho tiempo”.
Esta política expansiva, sumada a la lista de obligaciones asumidas por el Gobierno Federal para las que no existen recursos (Seguridad Social, Medicaid, Medicare, rescates bancarios, etc.), llevará al país a la hiperinflación.
Fuente: previsiones oficiales del Gobierno Federal (en ausencia de reformas)
Y es que, “si se cuentan esas obligaciones la deuda del país supone el 800% de su PIB. Los Gobiernos occidentales han crecido como un cáncer y no pueden pagar, pero antes de reconocerlo oficialmente imprimirán dinero de forma masiva porque es lo más fácil. Así se aplaza el problema para el que llegue después, y al final se crea una crisis todavía mayor. En el 2008 cayeron los mercados financieros; el próximo episodio será la caída de los Gobiernos”.
Según Faber, cuando eso suceda iremos a la guerra: “Y si usted vive en una ciudad, en la próxima guerra le envenenarán el agua, le cortarán la electricidad y su tarjeta de crédito y su transporte no funcionarán. Ni siquiera podrá volver a casa. Así que váyanse a vivir al campo, en el medio de la nada, lejos del peligro”, aconseja. No todos los participantes en el Mises Circle fueron tan pesimistas, pero la convicción de que la inflación está a la vuelta de la esquina fue unánime.
El inversor Christopher Whalen, editor del boletín The Institutional Risk Analysis, cree que llegará tras el rescate de los estados europeos: “La Reserva Federal ha reanudado su programa para proveer de liquidez a la UE [con el objetivo de] rescatarla de un colapso deflacionario, pero la dimensión de su endeudamiento hace ese rescate inviable. Los políticos han utilizado la deuda para evitar subir impuestos y reducir gastos; ahora los Gobiernos europeos están arruinados y el momento de la verdad se acerca”.
Sólo quedan dos opciones, según Whalen: “Aplicar las recetas necesarias, que traerán una fuerte contracción económica y muchos conflictos, o imprimir dinero. Lo primero no lo quiere hacer nadie, ni en Estados Unidos ni en Europa, porque es muy doloroso”.
El escenario que prevé el autor del Institutional Risk Analysis es el de una inflación alta, “de dos dígitos”, que se prolongará varios años, cortará de raíz cualquier amago de crecimiento económico y resucitará el proteccionismo: “La era de la globalización y el libre comercio está llegando a su fin. Con la caída del dólar otros países asumirán nuevos beneficios y responsabilidades y darán prioridad a sus mercados nacionales. Tendremos más impuestos y nuevas tarifas a la importación”.
¿Cuánto tardaremos en verlo? No habrá que esperar mucho: “El proceso comenzará este mismo año en EE.UU. con el impuesto nacional a las ventas (IVA) con el que Obama planea reducir el déficit”, dice Whalen. Su recomendación es invertir en activos sin conexión con la economía financiera: “Oro, propiedades inmobiliarias y cobre, cosas reales que no están ligadas al dinero fiat”.
Precisamente, es el dinero fiat, es decir, creado por decreto y sin respaldo de riqueza real, lo que está en la base del desbarajuste que atraviesa la economía internacional. “El sistema está a punto de colapsar porque desde que se desligó el dólar del oro [en 1971] no existe un mecanismo auto-regulatorio de mercado”, afirmó en su intervención Lawrence Parks, director de la Fundación para el Avance de la Educación Monetaria (FAME).
“El dinero fiat no es real, es una ilusión. Se impuso mediante la fuerza, se mantiene mediante el fraude y puede desaparecer en cualquier momento”. Parks apeló al pasado para predecir el futuro: “El valor del dinero fiat siempre ha terminado por caer hacia su coste de producción: cero. Históricamente no existen excepciones al respecto, y las actuales monedas tampoco lo serán”.
¿Qué consecuencias tendrá el fin del dólar?
Parks coincide con Faber en el pronóstico sobre la guerra y añade otro no menos inquietante: “La hiperinflación es inevitable, y para combatir las revueltas sociales que se sucederán el Gobierno preparó hace tiempo la legislación que permite declarar la Ley Marcial”. Parks se refiere a una serie de medidas aprobadas en los años 30, 50 y 70, al parecer todavía en vigor, que permiten al presidente, en caso de emergencia, confiscar cualquier propiedad, intervenir las comunicaciones y transportes y dirigir todos los aspectos públicos y privados de la economía.
Junto a la denuncia del dinero “falso”, en el Mises Circle se atacó la teoría de que la causa de la crisis fue una insuficiente regulación. Kevin Duffy, fundador de Bearing Asset Management, uno de los fondos más exitosos desde su creación en el año 2002, recordó que fueron precisamente las instituciones más reguladas, como los bancos, y no otras áreas con menor regulación como los hedge funds, las que estuvieron en el centro de la crisis.
Marc Faber resumió las conclusiones y el estado de ánimo del Mises Circle de la siguiente forma: “Es un tremendo sofisma económico la idea de que imprimiendo dinero y emitiendo deuda se puede conseguir prosperidad. Si fuese así, el país más rico del mundo sería Zimbabwe”. Y, para deleite de su auditorio, añadió: “Por cierto, un país gobernado por Robert Mugabe, el mentor económico de Ben Bernanke”.