Una cosa es la "compra" de votos, que los estudios que hay (al menos los que yo conozco) es un tiro que sale por la culata; y otra muy distinta es montar un sistema clientelar, que es pretensión muy común como indicas en América Latina y en otros lares. Decía Vargas LLosa hace ya 30 años que el PRI consiguió montar en Méjico la dictadura perfecta.
Para ésta última no basta una "paguita", los políticos tienen que dar algo que la oposición te pueda arrebatar para que tu voto quede cautivo. Por ejemplo, encorsetas la economía y cierras muchos sectores a la competencia, de manera que los ganadores del sistema, los insiders, te deban su posición. A los outsiders, especialmente en momentos de auge del precio de determinadas MMPP, les repartes migajas via puestos en el entramado estatal, les prometes cierta infraestructura muy básica, etc... Ahora bien, si la oposición pretende hacer el país más inclusivo, los insiders cierran filas contigo; si, en cambio, también en la alternativa política son unos caraduras que pretenden patrimonializar el estado repartiéndoselo entre los suyos, entonces retienes a los outsiders.
En contraste, creo que la situación de Brasil que mencionaste no aplica en este caso. Bolsonaro llegó al poder con una popularidad bastante baja en comparación con sus predecesores. Se tomó a coña el coronavirus antes y después de tener el problema encima y, sorprendentemente, prometió rebajar las ayudas sociales a aquellos que más padecían las consecuencias de su irresponsabilidad.
Entre otros aplicó recortes al programa Bolsa Familia, que consiste en una contraprestación económica condicionada y que según diversas instituciones (Banco Mundial, Organización Internacional del Trabajo, etc) está relativamente bien diseñado y, lo más importante, no capturado políticamente. ¿Le preocupaba el déficit público o tenía una alternativa mejor? No, se fundió los ahorros en publicidad institucional, es decir, en autobombo.
La oposición vía parlamentaria, que no él, logró implantar una nueva ayuda y, visto que era un hecho consumado, ahora la defiende e intenta apropiarse de la idea. Parece ser que las encuestas (en las que por cierto no pudieron participar los más pobres, el 10-15% de los brasileños que no tienen móvil, así que desconocemos su opinión) le dan un aumento de popularidad a niveles nunca vistos para él (siguen siendo bastante más bajos que los de otros predecesores). Esto no implica que se traduzca necesariamente en más votos, sino que es bienvenida su rectificación. De hecho, Dilma en su momento llegó a niveles de aceptación muy superiores, incrementó el programa Bolsa Familia y aún así acabó por los suelos.
La razón de que los pobres sean y permanezcan pobres es otro asunto y ahí sí discrepo con los liberales como Bastos o Rallo que basan sus ideas en Banfield y su "La ciudad en discusión".