Todo lo que sube...
Como los cohetes espaciales que aumentan de velocidad a medida que ascienden hacia la estratosfera, las acciones de empresas en crecimiento parecen, en ocasiones, que desafían a la gravedad. Observemos las trayectorias de tres de las acciones que experimentaron mayor crecimiento en la década de 1990: General Electric, Home Depot y Sun Microsystems
Todos los años desde 1995 hasta 1999, cada una de ellas aumentó de tamaño y fue más rentable. Los ingresos se duplicaron en Sun y se multiplicaron por más de dos en Home Depot. Según Value Line, los ingresos de GE aumentaron el 29%; sus beneficios aumentaron el 65%. En Home Depot y Sun los beneficios por acción prácticamente se multiplicaron por tres.
No obstante, también estaba pasando otra cosa, una cosa que no habría sorprendido a Graham en absoluto. Cuanto más rápidamente crecían estas empresas, más caras resultaban sus acciones. Cuando las acciones crecen más deprisa que las empresas, los inversores siempre acaban lamentándolo. Como muestra la figura 7.2:
Una gran empresa no es una gran inversión si se paga demasiado por sus acciones.
Cuanto más sube una acción, más probable parece que siga subiendo. Sin embargo, esa creencia instintiva queda radicalmente contradicha por la ley fundamental de la física financiera: Cuanto más grandes se hacen, más lentamente crecen. Una empresa de 1.000 millones de dólares puede duplicar sus ventas con una relativa facilidad; sin embargo, ¿adónde puede ir una empresa de 50.000 millones de dólares para encontrar otros 50.000 millones de dólares de volumen de actividad?
Las acciones de empresas en crecimiento resultan interesantes de comprar cuando sus precios son razonables, pero cuando su ratio de precio a beneficio sube muy por encima de 25 o 30, la cosa se pone fea.
¿Debería poner todo sus huevos en una única cesta?
«Ponga todos sus huevos en una única cesta, y después vigile esa cesta», proclamó Andrew Carnergie hace un siglo. «No disperse sus fuerzas... Los grandes éxitos en la vida se consiguen con la concentración». Como señala Graham, «las fortunas grandes de verdad conseguidas en la bolsa» son las de personas que acumularon todo su dinero en una única inversión que conocían extraordinariamente bien.
Prácticamente todas las personas más ricas de Estados Unidos pueden atribuir su riqueza a una inversión concentrada en una única industria o incluso en una única empresa (pensemos en Bill Gates y Microsoft, Sam Walton y WalMart, o en los Rockefeller y Standard Oil). La lista Forbes 400 de los estadounidenses más ricos, por ejemplo, ha estado dominada por fortunas sin diversificar desde que fue recopilada por primera vez en 1982.
Piense por sí mismo
¿Estaría dispuesto a permitir que un lunático oficialmente diagnosticado como tal se presentase cinco veces a la semana para decirle que tendría que sentirse usted exactamente igual que se siente él? ¿Estaría usted dispuesto a mostrarse eufórico simplemente porque su visitante lo está, o desgraciado simplemente porque su visitante cree que debería ser usted desgraciado? Claro que no. Usted insistiría en que tiene derecho a asumir el control de su vida emocional, basándose en sus experiencias y sus creencias. Sin embargo, en lo que respecta a la vida financiera, millones de personas permiten que el Sr. Mercado les diga cómo tienen que sentirse y qué tienen que hacer, a despecho del dato incuestionable de que, en ocasiones, se comporta de una forma más desquiciada que una jaula de grillos.
En 1999, cuando el Sr. Mercado se estremecía de satisfacción, los empleados estadounidenses destinaban una media del 8,6% de sus salarios a sus planes de jubilación. En el año 2002, después de que el Sr. Mercado hubiese pasado tres años triturando acciones y llenando con ellas bolsas de basura, la tasa de aportación media se había reducido casi una cuarta parte, hasta sólo el 7%.3 Cuanto más baratas eran las acciones, menos dispuesto estaba todo el mundo a comprarlas, porque se limitaban a imitar al Sr. Mercado, en lugar de pensar por sí mismos.
El inversor inteligente no debería desentenderse por completo del Sr. Mercado. Al contrario, debería hacer negocios con él, pero únicamente en la medida en que le interesase. La tarea del Sr. Mercado es la de facilitarle precios; su tarea es la de decidir si le resulta interesante hacer algo respecto de esos precios. No tiene usted que hacer operaciones con el mercado simplemente porque éste le ruegue incesantemente que lo haga.
Contrato de propietario de inversiones
Yo, ……………………, por el presente declaro que soy un inversor que deseo acumular riqueza durante un período futuro de muchos años.
Sé que habrá muchas ocasiones en las que sienta la tentación de invertir en acciones u obligaciones porque hayan subido (o estén subiendo) de precio, y en otras ocasiones sentiré la tentación de desprenderme de mis inversiones porque habrán bajado (o estarán bajando).
Por el presente declaro que me niego a que una manada de desconocidos adopten por mí mis decisiones financieras. Adicionalmente, contraigo el solemne compromiso de no invertir jamás porque el mercado de valores haya evolucionado al alza, y de que nunca venderé porque haya bajado. Al contrario, invertiré una cantidad de ……………… al mes, todos los meses, mediante un plan de inversión automático o mediante un «programa de promedio de coste monetario», en los siguientes fondos de inversión o carteras diversificadas:
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También invertiré cantidades adicionales siempre que tenga la ocasión de prescindir de dinero en efectivo (y pueda permitirme una pérdida de dinero a corto plazo).
Por el presente declaro que mantendré todas las inversiones de manera sostenida por lo menos hasta la siguiente fecha (como mínimo 10 años después de la fecha de este contrato): ………………. Las únicas excepciones que se permiten en virtud de este contrato son una súbita y acuciante necesidad de dinero en efectivo, como por ejemplo, una emergencia de salud o la pérdida de trabajo, o un gasto planificado, como el pago de la entrada para una casa o el coste de matrícula de una institución de enseñanza.
Con mi firma estampada al pie de este documento manifiesto mi intención no sólo de respetar los términos y condiciones de este contrato, sino de volver a leer este documento siempre que sienta la tentación de vender cualquiera de mis inversiones.
Este contrato únicamente es válido cuando esté firmado por lo menos por un testigo, y debe ser conservado en un lugar seguro que resulte fácilmente accesible, para referencias futuras.
Firmado: ……………………… Fecha: ………………
Testigos:
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Los mejores fondos suelen estar cerrados a nuevos inversores, y únicamente permiten que los partícipes que ya estaban presentes en el fondo adquieran más participaciones. De esta forma se evita la fiebre de nuevos compradores que quieren participar en las ganancias, y se protege al fondo de los problemas provocados por la elefantiasis de los activos. También es una señal de que los gestores del fondo no ponen sus carteras por delante de las de sus partícipes. Sin embargo, el cierre debe producirse antes, no después, de que el fondo experimente un crecimiento explosivo. Algunas empresas que tienen un historial ejemplar a la hora de cerrar las puertas de sus fondos son Longleaf, Numeric, Oakmark, T. Rowe Price, Vanguard y Wasatch.
No hacen publicidad. Como decía Platón en La República, los mandatarios ideales son aquellos que no querían gobernar; de la misma manera, los mejores gestores de fondos suelen comportarse como si no quisieran su dinero. No aparecen constantemente en los programas financieros de la televisión, ni emiten anuncios en los que alardean de que son el número uno en rentabilidad. El fondo Mairs & Power Growth Fund, que siempre ha tenido pequeñas dimensiones, ni siquiera tuvo sitio web hasta el año 2001, y sigue vendiendo sus participaciones únicamente en 24 estados. El Torray Fund nunca ha lanzado un anuncio dirigido al público minorista desde su lanzamiento en 1990.
¿Qué otras cosas debería buscar? La mayor parte de los compradores suelen empezar por fijarse en el rendimiento del pasado, después en la reputación del gestor, después en el nivel de riesgo del fondo, y por último (si es que lo hacen) en los gastos del fondo.
El inversor inteligente se fija en esas mismas cosas, pero en el orden exactamente contrario.
Como los gastos del fondo son mucho más previsibles que su riesgo o su rentabilidad futura, los gastos deberían ser su primer filtro. No hay ningún buen motivo para pagar más que los niveles de gastos de operación que se indican a continuación, por categoría de fondo:
* Obligaciones municipales y sujetas a tributación | 0,75%
* Acciones estadounidenses (acciones de grandes y medianas empresas) | 1,00%
* Obligaciones de alto rendimiento (bonos basura) | 1,00%
* Acciones de empresas estadounidenses (acciones de pequeñas empresas) | 1,25%
* Acciones extranjeras | 1,50%
A continuación, evalúe el riesgo. En sus folletos (o en la guía del inversor) todos los fondos deberán mostrar un gráfico de barras que indique su peor pérdida durante un trimestre natural. Si no puede soportar la perspectiva de perder por lo menos esa cantidad de dinero en tres meses, busque otro fondo. También merece la pena comprobar la calificación asignada al fondo por Morningstar, una importante firma de investigación de inversión que concede «estrellas de calificación» a los fondos, basándose en cuánto riesgo asumen para conseguir sus resultados (una estrella es la peor calificación, cinco es la mejor). De todas formas, al igual que ocurre con los propios resultados pasados, estas calificaciones son retrospectivas. Los fondos de cinco estrellas, de hecho, tienen la desconcertante costumbre de cosechar en el futuro peores resultados que los de una estrella. Por lo tanto, lo primero que tiene que hacer es encontrar un fondo de bajo coste cuyos gestores sean los principales accionistas, se atrevan a ser diferentes, no hagan mucha publicidad con sus resultados y hayan demostrado que están dispuestos a cerrar la entrada al fondo antes de que éste crezca demasiado para su capacidad de gestión. Entonces, y únicamente entonces, consulte su calificación en Morningstar.10
Por último, analice el rendimiento conseguido en el pasado, recordando que es únicamente un indicador de cuáles pueden ser los resultados en el futuro. Como ya hemos visto, los ganadores del pasado suelen convertirse en los perdedores del futuro. Sin embargo, los investigadores han puesto de manifiesto que una cosa es prácticamente segura: los perdedores del pasado casi nunca se convierten en los ganadores del futuro. Por lo tanto, evite los fondos que han mantenido una rentabilidad permanentemente deficiente en el pasado, sobre todo si tienen unos costes anuales por encima de la media.
El Inversor Inteligente.