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Re: Seguimiento Adarve Altea
Les comparto, para aquellos que gusten de los datos, la evolución del fondo durante el último mes:
Fuente: www.bolsamadrid.es
Fuente: www.bolsamadrid.es
En el estudio “Global Stock Markets in the Twentieth Century”, los autores Philippe Jorion y William N. Goetzmann parten de la premisa de que en las estimaciones de retornos esperados a largo plazo en renta variable se utilizan fundamentalmente datos del mercado estadounidense. Apuntan que hay razones para sospechar que estas estimaciones están marcadas por el sesgo de supervivencia del mercado americano, que ha sido el sistema capitalista con más éxito del mundo. Recogen datos sobre índices de 39 mercados al inicio de los años 20 y desde el 21 al 96. En este periodo verifican que las acciones estadounidenses tuvieron el mayor retorno de todos los países, obteniendo un 4.8% respecto al 0.8% de la media del resto. Este diferencial les pareció a los autores más una excepción que una regla esperable.
Sin embargo, resulta de gran interés que una cartera diversificada globalmente habría obtenido un resultado del 4% reduciendo además el riesgo de estar concentrado en una economía que podría resultar perdedora en un conflicto
Se habla mucho de depositar confianza, pero nadie dice qué interés te pagan
¿Cómo influyen los tipos en el comportamiento de la renta variable? Principalmente de cuatro maneras (*):
Los tipos de interés afectan al modelo de valoración
El valor de un activo es el valor presente descontado de los flujos futuros que dicho activo generará en el futuro. Gracias a esta técnica se pueden comparar flujos que ocurren en momentos distintos en el tiempo. Puesto que un euro recibido hoy no tiene el mismo valor que un euro recibido dentro de un año, el descuento permite comparar “peras con peras”. Uno de los inputs del modelo es la tasa de descuento, que corresponde a la rentabilidad que se obtendría si los flujos sucediesen tal y como el modelo ha previsto. La tasa de descuento o retorno esperado de un activo puede dividirse en dos grandes bloques:
Retorno esperado = Tasa libre de riesgo + Exceso de retorno (Prima de riesgo)
La tasa libre de riesgo es la compensación que se obtiene por no asumir riesgo alguno. El caso más ilustrativo y cercano a una tasa libre de riesgo es el de los instrumentos de deuda a muy corto plazo emitidos por el gobierno de los EE. UU. Estos instrumentos carecen de riesgo de crédito (ya que el tesoro puede “imprimir” el dinero necesario para satisfacer la obligación con el tenedor), se negocian en mercados bastamente líquidos (por lo que el riesgo de liquidez es extremadamente remoto) y el riesgo de pérdida de poder adquisitivo es bajo (debido a que su vencimiento es muy cercano). Todo retorno esperado por encima de la tasa libre de riesgo corresponde a la compensación que un inversor exige por soportar determinados riesgos inherentes al activo en el que invierte. Mientras que la tasa libre de riesgo es común a todos los activos, la naturaleza específica de cada uno de ellos determinará la existencia de riesgos como el de crédito, liquidez… etc. Por ser común a todos los activos, ante un incremento de la tasa libre de riesgo, todo lo demás constante, el valor presente descontado de los flujos esperados de cualquier activo se verá reducido.
La rentabilidad de las empresas
Cualquier manual básico de contabilidad muestra que el beneficio es la diferencia entre ingresos y gastos. Tanto los tipos de interés como la inflación – principal determinante de las subidas de tipos – influyen sobre estas dos partidas. Por el lado de los ingresos, la demanda de muchas empresas depende en buena medida del acceso a crédito barato por parte de sus clientes. Es el caso de los bienes de consumo discrecional, en los que su coste suele representar varias veces el ingreso disponible de sus demandantes (por ejemplo, viviendas y automóviles). Frente a una subida de tipos de interés, el coste financiero de la deuda necesaria para adquirir dichos bienes se incrementa y, en consecuencia, su demanda se ve reducida. Además, en entornos de alta inflación, la demanda de otros bienes no necesarios también se ve afectada ya que los consumidores se ven obligados a destinar un mayor porcentaje de sus ingresos a cubrir necesidades básicas como alimentación, suministros, combustible, higiene, salud… etc.
Por el lado de los costes de la empresa, al incremento de los costes de la deuda se une el peaje adicional que supone la inflación sobre su estructura de costes operativos. La inflación aumenta tanto el coste de los insumos (materias primas, mano de obra, renta, bienes y servicios, etc.) como el montante de cualquier inversión en capital (CapEx) que se acometa. Como buena parte de las empresas no son capaces de trasladar a los precios finales de sus productos la totalidad de estos incrementos de costes, o lo hacen con un cierto retraso, sus márgenes se ven presionados a la baja. Una señal que apunta hacia un posible deterioro de los márgenes empresariales se produce cuando el índice de precios mayoristas (bienes intermedios que representan el coste de los insumos) se incrementa por encima del índice de precios al consumo, como ocurre actualmente.
Compras con margen
Muchos activos no se compran únicamente con efectivo. El caso más típico es el de las viviendas, en las que una parte se suele financiar con deuda y otra con recursos propios. Aunque no es tan común para el hombre de la calle, lo mismo ocurre con la adquisición de valores. En EE. UU. por ejemplo, una compra de este tipo permite financiar hasta el 50% del valor total con deuda. Si el montante de los valores adquiridos cae hasta representar menos del 33% de sus fondos propios, el adquiriente se verá impelido a realizar nuevas inyecciones de capital.
El volumen de estas operaciones con margen tiende a acumularse a un ritmo parejo al que lo hace el nivel de las cotizaciones. Cuanto mayor sea la cotización, mayor suele ser el volumen de compras de valores financiadas con deuda. Esto se explica en buena medida gracias al comportamiento procíclico de muchos inversores. Una compra con margen exige de la confianza necesaria para asumir que la rentabilidad del activo en el que se va largo cubrirá con suficiencia el coste de asumir la deuda en la que apoya su compra. Estudios como el de Greenwood y Shleifer (2013) indican que las expectativas de rentabilidad entre los inversores tienden a ser mayores cuando las rentabilidades realizadas más recientes fueron más elevadas, lo que supone un ejercicio de extrapolación del pasado más reciente.
Ante una subida de tipos el coste de la deuda utilizada se vuelve más onerosa, por lo que su uso en la adquisición de valores se desincentiva. Además, hay que añadir los dos factores expuestos anteriormente: mayores tasas de descuento y márgenes presionados a la baja conducen a cotizaciones más reducidas. Por todo ello, el diferencial entre la rentabilidad esperada de la acción frente a la deuda se vería reducido. La combinación de estos tres eventos puede desencadenar una venta forzada masiva por parte de aquellos inversores apalancados incapaces de realizar las aportaciones adicionales exigidas por sus brokers.
Aumento del coste de oportunidad
La idoneidad de cualquier asignación de activos tiene que evaluarse en función de los pasivos que tiene que financiar. En el caso de los inversores particulares, la resignación a gozar de un menor poder de compra puede ser la respuesta a la obtención de bajas rentabilidades. Sin embargo, muchos inversores institucionales (planes de pensiones, aseguradoras, endowments… etc.) no pueden permitirse ese lujo, especialmente en aquellos casos en los que la prestación que recibirá el partícipe en el futuro queda fijada de antemano. Durante la última década de tipos de interés bajos, las extraordinarias rentabilidades cosechadas en acciones y bonos han dado como resultado un mundo de bajas rentabilidades esperadas para aquellos activos convencionales que forman parte del ‘hábitat natural’ de estas instituciones (en particular, los bonos). La menor rentabilidad esperada supuso incrementar el riesgo de que en un futuro los activos no pudiesen satisfacer los pasivos. Ese diferencial excesivo entre el valor de los pasivos y los activos ha empujado a estas instituciones a desplazarse a lo largo de la línea del mercado de capitales en busca de rentabilidades que pudiesen satisfacer las obligaciones contraídas.