R. Volviendo a meter en ellas la naturaleza.
P. ¡Pero si ya no cabemos!
R. Las ciudades son plásticas, cambian. Ni siquiera el hormigón permanece.
P. Es crítico con los jardines verticales. ¿Cómo debe entrar la naturaleza?
R. Soy crítico con utilizar la naturaleza como decoración sobre el hormigón. En Europa y América ya apenas crecen las ciudades. Es momento de repararlas. En China, las que se están pensando bien dejan espacio a la naturaleza. En Ciudad de México,
el barrio de Iztapalapa se desarrolló en los ochenta —la época de Salinas— sin una sola área verde.
Hoy la calidad de vida es ínfima.
P. ¿Especulación o ignorancia?
R. Pura especulación. La ignorancia no puede ser excusa de quien decide la vida de los demás. Desde que Alexander von Humboldt vino a México lo advirtió: “No destruyan esto, el bosque les va a dar agua y un buen clima”. No hay excusa. El problema de muchas ciudades es que la planificación urbana no está en manos del Gobierno, sino en las de las constructoras, que deciden dónde poner parques y dónde no. Y, claro, a los proyectos de bajo presupuesto no les toca nunca porque para una constructora cada centímetro tiene que ser rentable. No hemos logrado generar contrapesos políticos que hagan frente a las constructoras, las mineras, las eléctricas o las emisoras que imponen su criterio.
P. ¿Cómo se pasa de una relación de depredación a otra simbiótica?
R. En términos estrictamente biológicos: la evolución.
P. ¿Ve aplicable eso al urbanismo?
R. Por mera supervivencia. Si nos seguimos guiando solo por la economía generaremos más dinámicas vulnerables. Está sucediendo con el Tren Maya que el Gobierno quiere hacer en el sur de Yucatán. Lo único que van a generar es el destrozo de la selva. Y sin selva nadie querrá ir allí. Eso generará colapso económico y emigración. Si la emigración no llega antes por la falta de agua.
P. Pocos lugares turísticos cuidan su naturaleza.
R. Están matando la gallina de los huevos de oro con beneficios a corto plazo. La competencia ha hecho que se repita un modelo de explotación que ha arrasado los ecosistemas y nos ha uniformado como personas. ¿Eso nos hace felices? Nos falta introspección.
P. ¿El huracán Wilma fue consecuencia de la avaricia?
R. La construcción de los hoteles cerca del agua recorta la capacidad de movimiento de la arena que es devorada por las olas porque las construcciones le impiden hacer su baile. Es como si no nos dejaran respirar. Antes de morirnos daríamos un guantazo. Cuando la playa se erosiona, ponen más arena. ¡Pero si va a pasar lo mismo! No entender que no se puede pelear contra un ecosistema. Hay que trabajar a favor de él.
P. ¿Cómo?
R. Entendiendo el origen del problema, que suele ser ir en contra del ecosistema. Playas como Cancún se están llenando de sargazos. Este Gobierno —el anterior hubiera hecho lo mismo— decide poner barcos para quitar esas algas sin entender que van a regresar. El sargazo se forma de manera natural en dos lugares del Atlántico. Siempre han llegado algunas algas, pero, en condiciones normales, se quedarían en el llamado mar de los Sargazos. Hoy, con las descargas del Misisipi y el Amazonas hay más nutrientes y el sargazo crece más. Por eso llega más. De nuevo la solución nos conecta: lo que pasa en la cuenca de Misisipi afecta a un bañista en Cancún.
P. Cuando habla de cuidar el ecosistema no solo se refiere a temas biológicos.
R. Hay hoteles, muchos españoles, con todo incluido que generan paquetes que son pagados en el extranjero. Eso evita que el turista tenga que desembolsar dinero dentro del país y deshace el argumento de que los turistas traen muchos beneficios.
P. Y transforma el turismo.
R. Claro. Los lugares todo incluido son para gente que quiere evitar perderse, que le time un taxista o que la comida pique. ¿Para qué viajar entonces? Es otra burbuja.