Imagína que a una persona le tocara la lotería o la quiniela, varios millones de euros. Esta persona lo podría querer todo para darse la gran vida que siempre ha soñado, tal y como ha visto por televisión que hacen los ricos, porque se lo merece. O podría pensar que con una pequeña parte (incluso con sólo os intereses) podría cubrir sus necesidades y vivir desahogadamente. Y además, con el resto, crear algo que pudiera ayudar a otras personas a ser más felices o, por lo menos, a llevar una vida más digna.
Podría crear una empresa que diera créditos a bajo interés para zonas marginarles, o una empresa de comercio justo, o una fundación que ayudara a algunas comunidades empobrecidas a aprender a salir adelante con enseñanzas y con sus propios recursos... o podría crear una empresa normal que diera los beneficios suficientes para ser rentable y además invertir parte de ellos en zonas de pobreza.
No hay mayor satisfacción por nuestros actos que ser reconocido por los demás. De ello pueden dar fe la cantidad de médicos y voluntarios que se encuentran ayudando a personas del tercer mundo o en áreas marginales de países más ricos. Una mirada sonriente llena de gratitud no tiene precio.
Pero en las altas cumbres donde se toman las decisiones de la élite dirigente que mueven al mundo, se suele confundir esa satisfacción con la que proporciona la sonrisa interesada por los beneficios económicos conseguidos.
La primera sonrisa viene de la sinceridad, la segunda de la conveniencia... pero muchos las confunden.
A pesar de ésto, pienso que no todos los de arriba son iguales y que no a todos les place este modelo aunque les beneficie.
Al final, aunque parezca inocente e ignorante decirlo, algunos que tienen la vida resuelta y posibilidad de hacer todo lo que quieran... siguen encontrando que hago les falta. Que la vida no consiste sólo en asegurarse tener la lápida más cara del cementerio. Evidentemente no son todos, pero creo que alguno sigue habiendo que piensa así.
No sé si podrán ganar porque creo que los otros son mayoría.
Pase lo que pase, apenas tenemos opción de contribuir a inclinar esa balanza de las alturas. Pero sí tenemos la opción (por nuestra parte que no quede) de ayudar a conseguir un mundo mejor desde la parte baja en la que nos encontramos.