El falso Reino de Cataluña
29/nov/12 01:22 Edición impresa . 3.7/4Nada interesanteDel montónInteresanteMuy interesante255 votos
LOS INDEPENDENTISTAS catalanes, para justificar su división con el resto de España, utilizan algunas falacias históricas con engaños y falsedades con tal de embaucar a sus seguidores y a quienes tienen un escaso conocimiento de la historia, a fin de atraerlos a su causa secesionista. Despropósitos que conviene aclarar para denunciar su manipulación.
Así, en este concurso inaudito de ignorancia, manipulación y mala fe, pretenden engañar a la opinión pública con falsedades y manipulaciones reinventando la historia y los hechos que la forjaron. Por eso, es hora de poner en su sitio a esos timadores que con un afán de notoriedad histórica gustan de descoser y volver a coser la historia a su medida para meterla luego en los libros de texto con los que pervertir la inteligencia de los niños, haciéndoles creer un pasado histórico que en nada se asemeja a la verdad.
Hablan de una supuesta soberanía de Cataluña suprimida por Felipe V. Esto no es cierto. Cataluña nunca fue soberana, jamás existió como nación o como Estado, entre otras cosas porque en 1700 el concepto político de nación todavía no se había alumbrado. Contrariamente, en 1700, Cataluña era un territorio con instituciones propias, pero integrado en la Corona de Aragón y, por lo tanto, en España. Por consiguiente, nunca había existido como nación. Las naciones, en sentido estricto, nacen en el siglo XIX y son fruto de una ideología romántica que surge en Alemania y luego vertebra Hegel.
Veamos. Jamás existió una Corona catalana, ni siquiera catalano-aragonesa porque Cataluña nunca fue un reino. Era una confederación de condados, en todo caso, regidos por el conde de Barcelona. Para cuando la unión de los territorios de Aragón y Cataluña se fraguó, Aragón era ya sobradamente un reino.
Conviene saber, o recordar, que la integración de Barcelona en la Corona de Aragón se realizó de la siguiente manera: la hija de Ramiro II, llamada Petronila, heredera de la corona aragonesa, contrajo matrimonio en 1150, con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. A pesar de este enlace matrimonial, quien ostentó el linaje real no fue Ramón Berenguer IV, sino Petronila, por ser hija de rey, quien, al alcanzar el trono, en 1157, se convirtió en reina de la Corona de Aragón y, por consiguiente, su marido en consorte, pasando a ser un miembro más de la Casa de Aragón, pero no rey. Por lo tanto, la existencia de una casa de Aragón-Barcelona no implica, en ningún caso, que existiera la Corona de Cataluña y Aragón. Pero es que, además, por aquel entonces no existía todavía el gentilicio "catalán" ni el nombre "Cataluña". Por consiguiente, decir que Cataluña es una nación histórica es totalmente falso, porque era parte de la Corona de Aragón como condado de Barcelona.
El condado de Barcelona corresponde al territorio regido por el conde de Barcelona entre los siglos IX y XVIII, desde donde se formó históricamente Cataluña como una entidad política.
El historiador catalán Jaume Vicens i Vives, nada sospechoso de españolista, tras su concienzuda investigación realizada en los años 30 del pasado siglo, afirmó: "En más de 3.000 documentos que llevamos recogidos, no hemos encontrado ni uno solo que nos hable de una emoción colectiva catalanista, que nos revele un estado de consciencia nacional: lo sentimos como catalán que somos".
En toda esa mentecatez y manipulación de la que estoy hablando, ahora resulta que existió un reino catalán que hasta hace pocos días pasó inexplicablemente inadvertido a los historiadores. Aragón ha estado mucho tiempo callado, pese a tener mucho que decir, o que matizar, desde aquel lejano siglo XI en que Ramiro I, contemporáneo de El Cid, sentaba las bases del imperio más extenso del Occidente medieval, que abarcaba Aragón, Valencia, las Mallorcas, Barcelona, Sicilia, Cerdeña, Nápoles, Atenas, Neopatria, el Rosellón y la Cerdaña, y terminó formando la actual España en 1469, gracias al enlace entre su entonces rey, Fernando II de Aragón e Isabel I, reina de Castilla. Ese es el hecho histórico cierto. Desvirtuarlo es faltar a la verdad históric