La presencia de Pablo Iglesias este sábado en el plató de La Sexta Noche, escenario de sus triunfos más sonados, se anunció durante la primera parte del programa al estilo Sálvame: en un rincón de la pantalla estaba Iglesias charlando en la sala de espera de la cadena, mientras de fondo veíamos a Inda y Marhuenda discutir sobre las novedades del caso Bárcenas, ajenos a la presencia del líder de Podemos al otro lado del pladur.
Cuando a Iglesias solo lo conocían en Intereconomía y las Herriko Tabernas más elegantes, los contertulios con los que debatía solían quedar apabullados por los datos que manejaba este jovenzuelo de la coleta y su manera descarnada de referirse a lo que dio en llamar "la casta", en referencia a la clase política que él y sus colegas de la complutense aspiran a sustituir.
Federico Jiménez Losantos fue entonces el primero en crujirle el hato, y no se cebó porque en esos momentos Iglesias no era más que un friki de extrema izquierda con ganas de polemizar. La azotaina dialéctica debió hacerle pupa. No ha vuelto a por más.
Desde entonces, el embeleso de las cadenas generalistas con los pablemos, el resultado sorprendente de las pasadas elecciones europeas y la campaña indirecta que le han hecho los dos grandes partidos con sus continuos casos de corrupción, han hecho que Iglesias y sus colegas hayan interiorizado que ellos han venido a este mundo a impartir lecciones de ética política y los demás a escuchar en silencio sus broncas habituales.
Pero todo eso ha cambiado cuando han salido a la luz varios ejemplos señeros de cómo los pablemos intentan por todos los medios no aplicar en su vida privada lo que exigen para los demás. El caso de la empresa de Monedero, con la que ha facturado un pastón a los gobiernos bolivarianos evitando el duro gravamen del IRPF es solo el más reciente, pero habrá más porque los aspirantes a líderes marxistas se consideran a sí mismos por encima del bien y del mal, de manera que no son demasiado cuidadosos ocultando estos detalles.
Lamentable el papelón de Rubén Amón en el programa de anoche, cuando intentó poner de manifiesto esa evidente hipocresía y se perdía en circunloquios para evitar molestar a Iglesias que, en agradecimiento, acabó gritándole y tratándole como un párvulo. Lo del presentador, Iñaki López, al que sólo le falta hacer las preguntas al Gran Líder rodilla en tierra, es de otro mundo y sólo Jesús Cintora, el presentador de Las Mañanas de Cuatro, puede a estas alturas disputarle el trono de Pelota Oficial de Pablemos.
Iglesias comenzó con chulería y terminó gritando a Rubén Amón, desairando a la periodista del programa, menospreciando a Iñaki López e insultando a Eduardo Inda, todo un síntoma de que los pablemos se van desfondando al tiempo que surgen a borbotones las noticias sobre el curioso (y muy rentable) manejo de sus finanzas personales. Según van pasando los días y las semanas, Podemos asusta cada vez menos. Anoche quedó por primera vez claro que, si no el miedo, los nervios sí que han comenzado a cambiar de bando.