Fueron asesinados por miembros del bando republicano y por motivos religiosos:
– 13 obispos (Nieto, de Siguenza; Huix, de Lérida; Laplana, de Cuenca; Asensio, de Barbastro; Serra, de Segorbe; Basulto, de Jaén; Borras, de Tarragona; Estanaga, de Ciudad Real; Ventaja, de Almería; Medina, de Guadix; Irurita, de Barcelona; Ponce, de Orihuela; y Polanco, de Teruel).
– 4.184 miembros del clero secular, seminaristas incluidos.
– 2.365 religiosos.
– 283 monjas.
Aparte fueron asesinados varios miles de personas no tanto por razones políticas sino religiosas.
“Nadie que tenga buena fe y buena información puede negar los horrores de esta persecución. Que el número de sacerdotes asesinados haya sido de dieciséis mil o mil seiscientos, el tiempo lo dirá. Pero que durante muchos meses y aun años bastase el mero hecho de ser sacerdote para merecer la pena de muerte, ya de muchos tribunales más o menos irregulares que como hongos salían de los pueblos, ya de revolucionarios que se erigían a sí mismos en verdugos espontáneos, ya de otras formas de venganza o ejecución popular, es un hecho plenamente confirmado.” (Salvador de Madariaga, Ensayo de Historia Contemporánea, Buenos Aires, 1955)