Re: España país de pandereta y genocidio
Después de tanto tiempo, podríais afinar un poco ese cálculo.
Me recuerdas el chiste de "palmo más, palmo menos".
El silencio es hermoso cuando no es impuesto.
Después de tanto tiempo, podríais afinar un poco ese cálculo.
Me recuerdas el chiste de "palmo más, palmo menos".
El silencio es hermoso cuando no es impuesto.
¡Ves!, no todos los gobiernos son opresores y atentan contra la libertad de las personas.
Mira este individuo, sin represión ni na. Incluso se está barajando la posibilidad de pagarle unas vacaciones a las Canarias. ¡para el estrés, mas que nada!
Aqui tienes otro ejemplo: el de tu amigo del Opus Federico Trillo , que se enamoró de la obra de Shakespeare un día de 1981, leyendo Macbeth, que es la historia de la degeneración del poder. Tanto el atrajo que incluso decidió hacer la tesis doctoral (dicen que se la escribio otro) sobre El poder político en los dramas de Shakespeare, que defendió en la Complutense siendo presidente del Congreso. Estos días, prueba en primera persona los frutos de un ejercicio del poder hecho de desmesura. Ha sido un informe del Consejo de Estado dejando en evidencia sus negligencias en la tragedia del Yak-42 lo que lo ha devuelto a un primer plano que, esta vez, no deseaba.
El 31 de agosto de 2006, el PP presentó el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto de Catalunya ante el TC. Lo firmaban Trillo y Soraya Sáenz de Santamaría. El recurso acometía contra el preámbulo y 113 de los 224 artículos. Desde el concepto de nación a la obligatoriedad de conocer el catalán y la inmersión lingüística, pasando por las competencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la bilateralidad de relaciones con el Estado, el recurso era una enmienda a la totalidad al nuevo Estatuto que tanto había costado salir adelante. Trillo ha sido uno de los responsables de la judicialización de la política catalana y de intentar ganar en los tribunales lo que los votos no les daban.
Fue Trillo quien dirigió el discurso de su partido contra el nuevo Estatuto, aunque muchas declaraciones eran protagonizadas por Sáenz de Santamaría. Él fue quien tejió una maquinaria de poder entre la derecha política que él representaba y los sectores conservadores de la judicatura. Una alianza que se ha plasmado en las mayorías en el Tribunal Constitucional y en el Consejo General del Poder Judicial.
En las peticiones de toda la oposición reclamando la destitución de Trillo, Mariano Rajoy ha respondido mirando hacia otro lado y defendiendo la inocencia del ex ministro. Pero ya se sabe hasta donde llega el apoyo de Rajoy cuando uno de sus perro guardianes es víctima de un desgaste que puede acabar afectando al propio presidente del gobierno. También Rita Barberá era amiga del alma. Eso sí, siempre mintiendo y diciendo que su relevo como embajador en un simple tramite que ya tocaba hacer por el tiempo que llevaba de embajador.
esta claro trillo es un fenomeno....vicenteTT genocida fascista
Pues como decírtelo,.... me interesa o preocupa tanto la amistad con trillo como contigo. Por tanto puedes imaginarte mi interés por él.
animo trillo...
Trillo confirma que quiere ingresar en el Consejo de Estado
El embajador en Londres comunicó "antes del verano" su intención de volver a España y reingresar en el organismo que ha señalado a Defensa como responsable del accidente.
Son tantas y tan espesas las insidias con que nos fustigan día sí, día también, Mariano Rajoy y sus gobiernos (así el de la mayoría absoluta como el de la Operación diálogo) que, a veces, sólo a veces, nos llegan a hacer olvidar en algún momento las no menos gruesas rebanadas de vergüenza ajena que nos vimos obligados a tragar con los ejecutivos de Aznar, así el que hablaba catalán en la intimidad como el de la mayoría absoluta que se fue a la Guerra de Irak, con los atentados del 11-M como resultado. En aquellos tiempos, Aznar ejercía de tutor y mentor político, e incluso de director espiritual (lo hizo pasar por la vicaría) de Mariano Rajoy, de quien actualmente está ferozmente separado debido a que el gallego ha resultado ser inmune al carácter que Aznar considera que imprime la silla presidencial. A diferencia del ex inspector de Hacienda de Valladolid, la exregistrador de la propiedad de Santiago de Compostela no ha sentido la llamada de los tambores de guerra y de la sangre épicamente derramada por la patria. Por el contrario, sigue siendo la ameba calmosa que tanto podía, en su momento, salir a llenarse la boca de plastilina sin ningún rubor, como actualmente puede dejar pasar un año sin formar gobierno para contemplar como el PSOE acaba ahogando en un piélago de desesperación, incompetencia y ambiciones gallináceas.
A Aznar sí le llegaban, nítidos y hondos, los gritos de los dioses de la guerra, y ya hemos mencionado la intervención española en Irak y sus funestas consecuencias como la máxima meta que obtuvo en esta materia. Pero hubo otros, como el homérico episodio del islote de Perejil, el desentierro de las exigencias sobre la soberanía de Gibraltar y la tragedia del Yak-42, en el que 62 militares españoles murieron en Turquía dentro un avión en condiciones más que dudosas y dejados de la mano del gobierno al que servían. Una auténtica catástrofe y vergüenza nacional, que asumir como pudo (tarde y mal) Federico manda huevos Trillo, que ejercía de ministro de la guerra entre eructo y eructo de huevos rotos en Casa Lucio. Trillo, que afirma ha estudiado Shakespeare, es todo un Falstaff de la política, un machote bufonesco y ensoberbecido que tanto servía para torear los familiares de las víctimas del Yak-42 sin que se terminara de sacar nunca el agua clara sobre las responsabilidad del gobierno en este asunto, como por ofender las tropas del ejército de el Salvador con su penoso ¡Viva Honduras! Esto y los presuntos estudios shakesperianos (presuntamente escritos por otro) le debían valer el retiro dorado como embajador en Londres, de donde ahora se ve apartado con deshonor mientras su sucesora Cospedal le cubre la retirada con la Ayuda de Dios y la mafia del Opus. Los damnificados del Yak-42 sólo les queda el triste consuelo de ver cómo los responsables de la muerte de sus familiares se hunden aún más en su miseria moral, mientras la carrera política de Trillo, y de tantos Falstaff como él, encuentra su descripción exacta en unas pocas palabras del propio Shakespeare: "A algunos, la grandeza les es grande".
eso eso ahora contra el opus y la religion muy bien videntett genocida fascista
Sería conveniente no insultar al forero que expresa una opinión, aunque no te agrade.
El silencio es hermoso cuando no es impuesto.
Ja ja ja
Eres un cachondo! !!!!!!
Un cachondo supremacista, ¿verdad?
El silencio es hermoso cuando no es impuesto.
Pues no. Cachondo tonto útil, ya lo sabes. No te acordabas?
Me parece que el que no te acuerdas eres tú. Ni siquiera de tus propias palabras, confirmando ser tonto inútil.
El silencio es hermoso cuando no es impuesto.
Vitoria, la humillante batalla en la que un general vasco expulsó a Napoleón de España, vista por Ferrer-Dalmau
El pintor de batallas muestra en exclusiva a ABC su último cuadro. En este caso, el más afamado artista español relacionado con el tema castrense nos lleva hasta la Guerra de la Independencia
12 CompartirCompartido 573 veces
La batalla de Vitoria
La batalla de Vitoria - Augusto Ferrer-Dalmau
1
MANUEL P. VILLATORO - ABC_Historia
09/01/2017 01:17h - Actualizado: 09/01/2017 11:29h.
Guardado en: Cultura
Fue una victoria más que definitiva. Fue la contienda en la que los españoles, tras más de cinco años de ocupación en la Guerra de la Independencia, dijomos «au revoir» al ejército francés de José Bonaparte (más conocido por estos lares como Pepe Botella). Aquel 21 de junio de 1813, un conglomerado de tropas hispanas, inglesas y portuguesas lograron expulsar a los galos de la Península Ibérica en una contienda que pasaría a la Historia como la batalla de Vitoria.
Un enfrentamiento que, esta semana, vuelve a estar de actualidad más de dos siglos después gracias al popular pintor Augusto Ferrer-Dalmau. Y es que, el artista (autor de otras tantas obras en los últimos meses relacionadas con el mundo militar como la que muestra a Cervantes combatiendo en la Marquesa o la contienda de Valenciennes) nos ha sorprendido en esta ocasión plasmado en un lienzo su propia visión sobre la batalla de Vitoria.
PUBLICIDAD
inRead invented by Teads
Augusto Ferrer-Dalmau
Ferrer-Dalmau, que ha contado como siempre con la ayuda imprescinfible de varios asesores históricos, ha querido mostrar en este caso una panorámica de la contienda en la que se aprecian, como elementos más reseñables, al general Álava subido en un caballo mientras, a sus pies, yace inerte la bandera francesa. Casi como el último remanente del podería de un ejército (el de Napoleón) que había dado sus últimos coletazos de águila en España.
Vuelve a Francia
Aunque Vitoria marcó el principio del fin de la ocupación gala de España, hubo que esperar nada menos que cinco años de duras contiendas hasta llegar a ella. Concretamente, la sublevación contra los franceses comenzó en la capital, Madrid, el 2 de mayo de 1808.
El pueblo madrileño, de manos de los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, se reveló contra la ocupación del país
En esa fecha mágica, el pueblo madrileño, de manos de los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, se levantó contra la ocupación del país y se alzó en armas contra Bonaparte, quién pretendía –y consiguió- hacerse con el trono español y dejarlo en manos de su hermano. A pesar de aquel día el levantamiento no fue definitivo, si provocó que el sentimiento en contra de los franceses se expandiera a lo largo y ancho del territorio. Acababa de comenzar la Guerra de la Independencia.
Así, se iniciaron oficialmente las hostilidades contra el «pequeño corso» que, decidido a tomar toda la Península a costa de la sangre de sus soldados, dio el pistoletazo de salida a una invasión, la de España, que ya estaba en boca de todos. No obstante, lo que no sabía aquel mandatario era que enfrente suya se encontraba el pueblo de España, que plantó cara a sus experimentados militares y les propinó varias bofetadas estratégicas.
La ayuda inglesa
La situación llegó a ser tan precaria para los galos que el líder francés tuvo que hacer una visita para tratar de aplacar la sublevación. «Fue demasiado para Napoleón, que vino a España “a poner orden”, devolvió Madrid a José a principios de diciembre y persiguió a los ingleses para expulsarlos del país antes de tener que retornar a Paris urgentemente, dejando varios mariscales para terminar el asunto», explica Emilio Larreina en su libro «La batalla de Vitoria 1813».
Desgraciadamente, y tras la marcha de Napoleón, las derrotas comenzaron s sucederse en el bando español. Por ello, además de por su propio interés, Inglaterra decidió enviar en 1812 a Arthur Wellesley -Duque de Wellington- un lord que aunó a ingleses, portugueses y españoles en contra del ejército de José Bonaparte.
Hacia Vitoria
Tras tomar varias ciudades de gran importancia estratégica a los galos, Wellington, movido por su odio al ejército imperial, inició su mayor ofensiva cuando recibió noticias de que Napoleón había retirado tropas de España para continuar su campaña en Rusia. Era el momento de sacar la espada, y el inglés lo sabía. Su acometida fue de tal calibre que el líder francés aconsejó a su hermano «hacer las maletas» y abandonar Madrid con toda su cohorte en dirección a Valladolid.
No obstante, ninguna tierra era segura para el hermanísimo francés, que inició desde Valladolid una huída veloz para salvar su vida y, como no, las grandes riquezas que había arrebatado a la tierra española. «Comenzó para los imperiales una retirada cada vez más apresurada y amenazada por un Wellington desconocido en su rapidez de maniobra, que cuenta además con las tropas españolas del Ejército de Galicia y dispone de casi 100.00 hombres, superando a los invasores», añade el escritor.
Batalla de San Marcial
Batalla de San Marcial- Augusto Ferrer-Dalmau
Tan sólo quedaba una salida para José y el inmenso séquito de carretas que le acompañaba: acudir a Vitoria. Y es que, en ese territorio había solicitado la reunión del ejército francés ubicado en el norte de España. De esta forma, podría plantar cara a los soldados aliados y, en el peor de los casos, iniciar su retirada definitiva hasta Francia.
Varias semanas después, y una vez en el destino, tanto José Bonaparte como su mariscal de campo, Jean Baptiste Jourdan, únicamente tenían una idea en la mente: resistir con su ejército el inminente asedio aliado. Sin embargo, carecían de una estrategia definida. «Al atardecer del 19 (de junio) los soldados (franceses) acampan en la Llanada de Vitoria sin ningún criterio, pues no existía un plan de operaciones definido», explica Larreina.
Preparativos para la lucha
Aprestado para la lucha, José Bonaparte desplegó su ejército alrededor de la ciudad de Vitoria. «La batalla tuvo lugar en una especie de “cazuela” conocida como Llanada Alavesa. Es un terreno relativamente llano en relación a las montañas circundantes, con forma de óvalo irregular alargado hacia el este y con la capital, Vitoria, situada en el primer tercio del eje longitudinal» señala el experto en el texto.
De esta forma, y aprovechando que el terreno estaba plagado de montañas en sus alrededores y que por él cruzaba el río Zadorra, el hermano del «pequeño corso» y su mariscal de campo deciden desplegar sus más de 57.000 hombres y 140 cañones en tres secciones.
En el flanco izquierdo, ubicado cerca de los pueblos de Subijana (situado 14 km al suroeste de Vitoria) y de la Puebla de Arganzón, los franceses emplazaron a su primera fuerza. Esta, comandada por Gazán, contaba aproximadamente con 24.000 soldados del denominado «Ejército de Andalucía». Por su parte, el centro se asignó a dŽErlon y sus casi 11.000 militares y piezas de artillería. A su vez, la mayoría de la caballería quedó en reserva debido al terreno, que impedía cabalgar con presteza.
Finalmente, el flanco derecho se ofreció al «Ejército francés de Portugal» de Reille y sus 22.000 hombres. Destaca que en este terreno se encontraba una unidad formada por españoles que, presuntamente, eran leales a Francia. Concretamente, este grupo, conocido como el de los «josefinos» fue enviado a cubrir un pueblo aislado debido a escasez de tropas francesas.
Álava dirigiendo a l Quince de Húsares en Vitoria
Álava dirigiendo a l Quince de Húsares en Vitoria- Augusto Ferrer-Dalmau
En cambio, y según Larreina, la disposición que se hizo fue totalmente errónea: «Las posiciones no respondieron a un plan determinado, pues no existió, impedido por un fuerte ataque de fiebre del mariscal Jourdan en la mañana del 20 cuando se disponía a reconocer las posiciones, pero responden al mantenimiento de una idea equivocada: suponer que Wellington atacará de frente por el oeste».
«El Lord pudo estudiar perfectamente las posiciones contrarias, (…) preparando (…) un ataque ambicioso y brillante, ayudado sin duda por el conocimiento del terreno de su amigo, el general Álava, nacido en Vitoria»
Por su parte, los aliados dividieron sus fuerzas en varias columnas con la intención de asediar y rodear al ejército francés haciendo uso, entre otras cosas, del conocimiento que tenía del territorio un oficial español que acompañaba a Wellington. «El Lord pudo estudiar perfectamente las posiciones contrarias, (…) preparando (…) un ataque ambicioso y brillante, ayudado sin duda por el conocimiento del terreno de su amigo, el general Álava, nacido en Vitoria», determina el experto.
Haciendo uso de la estrategia, Wellington –que no había mostrado a los franceses todas las fuerzas de las que disponía para ganar el factor sorpresa-, organizó a sus 78.000 hombres y 96 cañones en cuatro cuerpos de combate muy similares. No obstante, en los flancos se podían ver, por encima del resto, los distintivos españoles portados por la 1º División española de Murillo y la 6º División española de Longa (formada por unos 7.000 soldados en total, ubicados a izquierda y derecha respectivamente). Todo estaba preparado para la batalla.
La calma que precede al combate
Con las fuerzas listas para el combate, solo hacía falta algo que motivara a Wellington, un oficial característicamente defensivo, para iniciar la contienda. Esta gota que colmó el vaso y provocó el inicio de las hostilidades se produjo el 21 de junio de 1813 cuando el Lord inglés recibió noticias de que los refuerzos franceses, tan ansiados por los imperiales, no llegarían hasta pasadas varias jornadas. No había duda, era el momento de cargar el fusil y avanzar hacia la lucha.
José, por su parte, y en vista de que el combate bien podía dar un vuelco en su contra, decidió que era hora de que su séquito y provisiones, el cual había traído desde Madrid, iniciaran su salida hacia Francia. Así, más de 4.000 carros colapsaron las escasas calles vitorianas. Sin duda, el impuesto rey de España no confiaba demasiado en la victoria.
Morillo: españoles en el flanco derecho
Aproximadamente a las ocho y media de la mañana comenzó la batalla. Casi espoleados por su odio a los franceses, la división española de Morillo fue la primera en atacar las posiciones imperiales de la Puebla de Arganzón, ubicada en lo alto de una colina. Este acto de valentía tuvo instantáneamente su recompensa, pues, ante el ímpetu ibérico, los fusileros galos abandonaron sus posiciones.
Sin embargo, parece que los franceses no estaban dispuestos a perder esa magnífica posición defensiva, pues enviaron más soldados para recuperarla. «Los refuerzos no solo no desalojaron a Morillo, situado en una posición ventajosa, sino que el 12º (francés) es arrollado y puesto en fuga antes de que el 45º sea atacado por los españoles resueltamente, con valor y convencidos de sus posibilidades», añade Larreina. No obstante, la osadía costó cara al oficial, pues resultó herido en la acción.
Además de este avance, crítico para el flanco francés, todo se complicó cuando los galos, que querían reforzar esa posición, fueron engañados por un lugareño que, arriesgando su vida, se ofreció a guiar a sus cañones hasta una buena posición de tiro. Sin embargo, lo que realmente hizo fue llevarles hasta un camino de monte angosto y que impedía mover la artillería. Por suerte, el improvisado aliado pudo escapar sin problemas.
Wellington
Wellington- WIKIMEDIA
Por su parte, varias brigadas del ejército británico decidieron apoyar a los españoles y seguir presionando el flanco derecho, De hecho, la fuerza del ataque obligó a los franceses a desviar varias unidades para detener a los casacas rojas, que se lanzaban ahora al combate decididos a traspasar las líneas de defensa galas.
A su vez, Jourdan vio pasar la vida ante sus ojos cuando observó que nuevas unidades españolas aparecían en los accesos a Vitoria desde Logroño (en el extremo derecho de su flanco). «Irónicamente, las tropas avistadas en la carretera de Logroño (…) causantes de semejante revuelo están allí por casualidad. Son los guerrilleros alaveses (…) a las órdenes de Sebastián Fernández de Leceta “Dos Pelos” y Prudencio Cortázar “el Fraile”, respectivamente, más los lanceros de Julián Sánchez “el Charro”», sentencia Larreina. No obstante, su carácter no militar hizo relajarse al francés, que vio factible que sus tropas bien entrenadas resistieran el avance.
Finalmente, tras varias descargas de fusilería, las tropas españolas del flanco derecho comenzaron a quedarse sin munición lo que, junto a su gran esfuerzo físico, provocó que fueran trasladadas a segunda línea. A partir de ese momento, el grueso de la contienda en ese flanco recayó sobre los portugueses, los casacas rojas y algunas unidades de escoceses, los cuales lograron poner en fuga al final del día al ejército imperial.
Longa: a la izquierda
Por su parte las tropas de Longa fueron también las encargadas de ir en vanguardia guiando, por un terreno que conocían a la perfección, al resto del ala izquierda. «En cabeza irá la división de Longa, seguida por los alaveses de Salcedo, la caballería propia y un escuadrón del 12º de Dragones ligeros de Ansón (caballería ligera para llevar a cabo apoyos y misiones de reconocimiento), detrás, la brigada portuguesa de Pack, la 5º División anglo portuguesa de Oswald y la batería artillera de Lawson», explica el experto.
«Tras apoderarse de Gamarra Menor, Longa ataca decididamente el puente de Durana, atrincherado y defendido someramente por los “josefinos”, expulsándolos también del pueblo a punta de bayoneta»
Curiosamente, el primer objetivo de estos españoles del bando aliado fue el de desalojar a los «josefinos», sus compatriotas que combatían del lado de Bonaparte. En cambio, su combate contra ellos fue escaso pues, en vista de su inferioridad numérica (los afrancesados eran superados en una proporción de uno contra cinco), decidieran abandonar sus posiciones. Esto dejó en bandeja a los soldados de Wellington una de las posiciones más destacadas, la de «Gamarra Menor», la cual les permitía avanzar hasta lugares más comprometidos.
«Tras apoderarse de Gamarra Menor, Longa ataca decididamente el puente de Durana, atrincherado y defendido someramente por los “josefinos”, expulsándolos también del pueblo a punta de bayoneta», añade Larreina en su libro. Tras este revés, los afrancesados siguieron huyendo hasta la siguiente línea de defensa imperial, donde se vieron reforzados por varias unidades galas e hicieron frente a sus compatriotas del bando aliado.
Longa, junto a sus hombres
Longa, junto a sus hombres- AUGUSTO fERRER-dALMAU
Crónica de una muerte anunciada
Tras varias horas, el panorama del campo de batalla era dantesco para los franceses, y es que, tras múltiples cargas de la caballería inglesa, habían sido superados en varios frentes. Al parecer, en algunos momentos los sables y las lanzas pueden ser más mortales que el más certero de los fusiles.
En los flancos, las fuerzas todavía resistían, pero muy mermadas.
En los flancos, las fuerzas todavía resistían, pero muy mermadas. Por su parte, el centro había perdido una gran cantidad de terreno y ahora se defendía, muy cerca de Vitoria, en una única línea ante el grueso del ejército enemigo. Entre sus filas se podía ver ya a los Guardias Reales de José Bonaparte, que formaban parte de la reserva.
Horas después, la moral empezó a hacer mella en las tropas imperiales, que iniciaron la retirada de forma desorganizada. Finalmente, los aliados consiguieron traspasar las defensas francesas a base de sangre, espadas, y descargas continuas de fusilería, Así, hacia las 6 de la tarde, José Bonaparte y Jourdan vieron desbordado su ejército en todos los frentes y decidieron tocar a retirada. No había habido victoria para los franceses y ya sólo quedaba salvar la vida.
Con el rabo entre las piernas
Llegada la hora de huir, José Bonaparte no perdió la oportunidad de usar su título y a su guardia personal para abrirse paso entre los soldados. Sin embargo, lo que no tuvo en cuenta era que la ruta de huída estaba bloqueada por el convoy de carretas que trataba de escapar de la ciudad.
Así, y como bien explica Larreina en el texto, la imposibilidad de avanzar provocó que los ocupantes de las carretas optasen por el «sálvese quien pueda» a sabiendas de que la llegada de los enemigos era inminente. En minutos, el convoy se convirtió en una lucha desesperada por salvar la vida que atrapó a José Bonaparte, detenido en su huída.
Tal era el alboroto, que nadie se percató de que una unidad de caballería enemiga se acercaba peligrosamente al detenido convoy francés. En ese momento, el capitán de la unidad alcanzó con un disparo el carruaje de José Bonaparte que, a toda prisa, se precipitó fuera del mismo y ensilló un caballo para huir sin mirar atrás. «El Rey logró salvarse por poco, pero (…) perdió todo su equipaje: efectos personales, espada, sello, joyas (…) y hasta su orinal caerán en manos enemigas», sentencia el autor.
Monumento a la batalla de Vitoria
Monumento a la batalla de Vitoria- WIKIMEDIA
Y más le valió no girar la cabeza, pues tras de sí dejaba a más de 10.000 franceses muertos o heridos (más una ingente cantidad de prisioneros), además de la pérdida de 151 piezas de artillería, medio centenar de carros y cerca de 13.000 proyectiles. Por su parte, los aliados contaban unos 5.000 muertos y heridos en sus filas.
Tal fue la victoria, que, incluso, Ludwig van Beethoven compuso una obra en conmemoración de esta batalla para festejar la derrota del ejército francés y la futura posibilidad de vencer al «pequeño corso». En cambio, aunque España acaba de dar un paso de gigante en su liberación, todavía faltaban algunos años para ver a Napoleón derrotado de forma total.
Según publica hoy el diario digital Público,el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha multado con 3.000 euros al juez de Murcia Antonio Martín Ferradal por vejar reiteradamente a las funcionarias a su servicio y referirse de forma despectiva a colectivos como los homosexuales, a los que llamaba "maricones", y las madres solteras, a las que denominaba "putas".
Los jueces españoles ni siquiera pasan un test psicológico antes de acceder a su función.