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ASÍ FUE LA MAYOR HAZAÑA DE LA HUMANIDAD, Y LA HICIMOS LOS ESPAÑOLES HACE AHORA 500 AÑOS
Así fue la mayor hazaña de la humanidad, y la hicimos los españoles hace ahora 500 años
Conegui com els espanyols vam fer la fabulosa primera volta al món.
1519-1522: 3 años y 30 días que cambiaron el mundo. 1.125 días (para los viajeros uno menos, por primera vez en la historia) desde la salida de Sevilla hasta la llegada a la misma ciudad tras la mayor aventura humana, cruzando 3 océanos, contorneando todos los continentes, atravesando 4 veces el ecuador y todos los meridianos de la Tierra, sufriendo todos los climas, conociendo guerras, motines, deserciones y muerte. De los 235 (o quizás 250) embarcados, sólo 18 supervivientes coronaron la hazaña más espectacular de la humanidad, la que Stefan Zweig llamó “la más grande proeza de la exploración de la Tierra que haya sido realizada jamás”. Ya se sabía desde el siglo XIII,
pero por primera vez 18 hombres demostraban experimentalmente que la Tierra era redonda. I eren espanyols.
Marco Polo había fabricado 2 mitos: la inagotable riqueza china, y el Preste Juan, un reino cristiano en oriente al parecer rodeado de agresivos musulmanes que era preciso socorrer.
Había que asegurar la ruta hacia Asia. Los portugueses la buscaron por el sur y dibujaron los contornos de África cuando nadie había atravesado aún la “zona perusta” de los trópicos para llegar al otro hemisferio y doblar el cabo de Buena Esperanza, abriendo el camino a la India; los españoles lo hicieron por el oeste y descubrieron medio mundo.
En 1508 Fernando el Católico reunió en Burgos a los mejores marinos del orbe para plantearles una cuestión: ¿continuamos la exploración y conquista del Nuevo Mundo, o buscamos un paso a Oriente a través de él?
Los españoles rebosaban vitalidad y nos lanzamos a ambas empresas a la vez. Y la ocasión de llegar a Oriente apareció cuando Magallanes se presentó ante Carlos I con el proyecto de
dirigirse a las Molucas buscando un estrecho en el sur de las Indias.
Le expedición zarpó de Sevilla en agosto de 1519 -hace ahora 500 años- con 5 barcos: San Antonio, Trinidad, Concepción, Victoria y Santiago, con unos 150 españoles, 30 portugueses, 25 franceses, italianos, griegos, flamencos, alemanes, irlandeses y hasta un inglés.
España mostraba ya su sello distintivo: unir lo diverso en lo uno, llegar a lo universal a través de lo particular. A la marinería se incorporó Juan Sebastián Elcano, un navegante vasco de 32 años perseguido por la justicia, que deseaba redimirse de haber vendido su barco a unos genoveses, algo entonces prohibido.
Las naos llegaron a Sanlúcar y los marinos formularon un
voto ante Nuestra Señora de Regla. Sabían que muchos no volverían, que tenían alma y que tarde o temprano se encontrarían con Dios; hoy el cursi protocolo laicista quizás se lo prohibiría. Y por fin, el 20 de septiembre, zarparon de la península.
Llegaron a Canarias y en diciembre
fondearon en la bahía paradisíaca de Río de Janeiro. En enero de 1520 bautizaron Montevideo, descubrieron lo que sería después Buenos Aires y se adentraron por primera vez en la historia al sur de Punta Piedras. En la península Valdés avistaron extrañas “ocas” que hoy llamamos pingüinos, y Magallanes decidió invernar durante 7 meses -hasta octubre- en puerto San Julián. Allí Elcano y otros hombres se rebelaron contra el portugués, que no consultaba las decisiones con el resto de capitanes; Magallanes hizo descuartizar a un par de ellos y abandonó a otros en parajes deshabitados, perdonando al resto. Quedaban 4 barcos y 220 hombres.
Fue entonces cuando la expedición consigue hallar un paso entre los laberínticos islotes del hoy llamado estrecho de Magallanes, y
arribar en noviembre de 1520 a un nuevo mar -el Pacífico-, que el portugués creyó que era el Índico: habían encontrado el paso hacia Asia por el oeste. Los de la nao San Antonio se perdieron y decidieron regresar a España, y las naves restantes emprendieron la ruta hacia el Maluco bordeando Chile, hasta que el capitán decidió internarse en el Pacífico sin pisar tierra; fue una mala decisión. Los víveres se pudrieron y los tripulantes pasaron
casi 4 meses si probar alimento fresco, mezclando agua potable con orines, comiendo el cuero de la verga, serrín y ratas. El escorbuto les hinchaba las encías y se las bañaba en sangre, pero los marinos todavía no sabían que bastaba comer cítricos para curarse.
Por fin
arribaron a las Marianas (españolas hasta 1899) y las Filipinas, muy al norte de las Molucas. Los marineros no entendían por qué Magallanes quería quedarse en Filipinas y olvidar las Molucas. A finales de abril 49 hombres desembarcaron en Mactán, pero en tierra firme les esperaban 2.000 guerreros indígenas; en la retirada, con el agua a la rodilla, murió Magallanes luchando como un valiente. Tras varias emboscadas sólo quedaban 115 expedicionarios vivos, que se reagruparon en la Trinidad y la Victoria para marchar hacia Borneo en julio. En noviembre llegaron al fin a las Molucas, las islas de las Especias, el objetivo final del viaje, donde ambas naos llenaron sus bodegas de clavo. La Trinidad no pudo soportar el peso y reventó; sólo 3 de sus tripulantes llegarían vivos a España, en 1527.
En diciembre, con 47 navegantes, la Victoria al mando de Elcano emprendió el regreso a través del Índico.
Lo hizo por rutas que nadie había surcado hasta entonces, para eludir el encuentro con los portugueses que le perseguían con desesperación. Llegó a Timor, y después, desde febrero de 1522 y durante 5 meses,
no tocó tierra durante más de 20.000 km: una proeza. Avistó Vietnam (la Cochinchina) y Singapur, navegó por primera vez el solitario Índico sur, pasaron a 150 millas de Australia, eludieron Madagascar, doblaron el Cabo donde quebró el mastelero de proa, remontó olas asesinas de 30 metros de pendiente vertical, entraron en el Atlántico, docenas de marineros murieron de hambre, la Victoria hacía agua por todas partes, y finalmente decidieron recalar en Cabo Verde en busca de ayuda. Pero 4 navíos portugueses salieron a perseguir a Elcano, que los burló a todos mientras volaba hacia España.
El 6 de septiembre de 1522
entraron en Sanlúcar los 18 supervivientes, después de dar la primera vuelta al mundo de la historia en el viaje más largo hasta entonces. 2 días más tarde llegaron a Sevilla:
“Bajamos todos a tierra en camisa y en pie descalzo, con un cirio en la mano para visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y la de Santa María de la Antigua, como habíamos prometido hacer en días de angustia”.
Elcano se lo contó todo a Carlos I por carta a su llegada a Sanlúcar, con sólo 700 palabras que resume en una breve frase:
“hemos dado la vuelta al mundo, y sufrimos todo lo que puede padecer un hombre”. Uno de los que escuchó el relato de los supervivientes dejó escrito: “Nadie creerá de aquí en adelante que hay monstruos, ni gigantes, ni cíclopes, y otros semejantes”. El desencantamiento del mundo que abrió las puertas de la ciencia moderna fue un logro español.
¿Qué fue de Elcano? Lo que suele ser de los héroes. Renunció al disfrute de su fama y hacienda, y se embarcó en la expedición de Loaysa en 1525 con 450 hombres. En agosto murió el bravo marino de escorbuto en el océano Pacífico, el lago español, cumpliendo nuevas misiones para España. Quina vida, Déu meu!
I sí,
també va ser espanyol qui va fer per primer cop 2 voltes al món: el vasco Martín Ignacio Mallea de Loyola, sobrino de San Ignacio, misionero franciscano, que las completó en 1589 convirtiendo almas por todo el planeta.
Y así fue como España logró lo imposible, culminó la mayor hazaña de la historia, hinchió de fe cristiana medio mundo, afianzó la razón científica y esparció por el orbe a sus héroes, santos, civilizadores y académicos.
Visca sempre Espanya, senyors dolços, porque lo hicimos bien, y que sepamos estar a la altura de nuestros padres.
Dolça i heroica Espanya…