Nunca me gustaron las mujeres florero de usar y tirar, además tan manipuladas y manipulables como "la intocable", que es patetica y que lo pagará (con ninguna violencia como la que utiliza, aunque solo sea de forma sutil) como el famoso "cojomanteca".
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La discutible teoría de “los contrapesos”
“Nuestros éxitos -clamaba la neofascista Le Pen-cambiarán la faz de Europa; estamos viviendo el fin de un mundo y el nacimiento de otro.¡Es el regreso de los estados-nación!, y podremos organizar de forma concertada el abandono del antiguo mundo”, añadió exultante.
Por otra parte, en la entrevista que el diario El País hacía este fin de semana al papa Francisco, a preguntas de los periodistas, con el fondo de estas situaciones, advertía el papa: “No podemos ser profetas de calamidades, aunque en momentos de crisis, no funciona el discernimiento y los pueblos buscan ‘salvadores’ que les devuelvan la identidad con muros y alambres”.
Según la teoría de los contrapesos, la realidad está en función del optimismo o pesimismo con el que el sujeto ve o concibe la realidad; el optimismo lo adjudica a los realistas y el pesimismo a los individualistas. Para los optimistas, “el sistema” (la judicatura, los altos funcionarios, los expertos, los militares o empresarios…) es un poder que limita efectivamente los excesos del “político gobernante”. Para los pesimistas, en cambio, al analizar la realidad y la historia, frente al “poder de un dictador o un loco”, no hay contrapesos que puedan pararle. No es que se infravaloren las posibilidades sistémicas de una sociedad estructurada, o que no nos fiemos de los procedimientos, reglas y leyes de los que nos hemos dotado democráticamente y a los que nuestros dirigentes tienen que atenerse, ni que las instituciones que salvaguardan la seguridad nacional sean una máquina formidable que nadie se las puede tomar a la ligera…, pero este temor u opinión de que a un dictador o a un loco no hay contrapesos que puedan pararle, no es una especulación imposible:tenemos experiencias, en sociedades sistémicamente estructuradas,como las de los años treinta, y algunas actuales de este siglo XXI, que acabaron o están acabando en catástrofes por la ingenua confianza de que las sociedades están bien gobernadas cuando lo están por sistemas en los que existe una inteligencia colectiva (reglas, normas, procedimientos…) y no necesariamente cuando tienen a la cabeza personas especialmente dotadas o ejemplares;bien sabemos cuándo y cómo empiezan ciertos desastres, pero no cuándo y cómo van a acabar; lo que sí tenemos todos los días son imágenes sangrantes de genocidios, muertes, pobreza, miseria, hambre, migraciones, exilios… en países y naciones con instituciones estructuradas que creíamos resistentes frente a los fallos y debilidades de sus gobernantes. ¡Se puede poner tantos ejemplos…!
Del propio Adams es también esta frase al abandonar la Casa Blanca: “Ruego al cielo que otorgue la mejor de las bendiciones a esta casa y a todo el que en adelante la habite. Que nadie, más que los honestos y sabios gobiernen bajo este techo”. Deseo que, sin duda, no se ha realizado con Donald Trump,ni honesto ni sabio, un multimillonario narcisista e impetuoso, regido por la imprevisibilidad y pagado de sí mismo y de sus intuiciones como valor supremo, experto sí en “reality shows” que tanta fama le han proporcionado para llegar a ser presidente, pero que nada tiene que ver con una sólida experiencia política ni con la gran responsabilidad que ha asumido.
“el ‘establishment’, la élite, se protege a sí misma pero no protege a los ciudadanos de nuestro país. El cambio empieza aquí y ahora, porque este momento os pertenece a todos vosotros. No un cambio cualquiera: sino un cambio como no se ha visto otro antes”. Qué inmensa inmodestia y qué enorme cinismo, cuando él y su equipo, presente en la toma de posesión (un gabinete de plutócratas y militares ideologizados,todos ellos multimillonarios acaudalados) que representan todo lo contrario de lo que es “el pueblo” y que -en palabras de Paul Krugman, premio Nobel de Economía- “son un Gobierno cuya corrupción no tiene precedentes y, además, sin ninguna preparación”.No podemos estar de acuerdo con la moderada teoría de los contrapesos, si se cree que Trump, personaje caótico e irreflexivo, se someterá a los controles y equilibrios del sistema. Sus deplorables inicios presidenciales han sido reveladores: no ha hablado como un presidente, por tanto, cabe la duda de que vaya a actuar como tal; sus primeras medidas no presagian ni menos garantizan una presidencia razonable.
Con apariencia irreverente, pero condenando la confianza excesiva en algunos gobernantes, razón tenían nuestros abuelos cuando exclamaban: “Fíate de Dios y no corras”. Y si ni siquiera de Dios nos podemos fiar, ¿podemos fiarnos de Trump o de Marine Le Pen y sus compinches neofascistas?
Un saludo
Crimenes contra la humanidad
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