Eran las 10.37 horas. Todavía faltaban más de veinte minutos para echar a correr delante de las reses, pero el barullo de gente advertía de lo que todos los vecinos y turistas esperan con emoción desde detrás del vallado, y también por delante de este: el primer encierro de la semana de fiestas de San Sebastián de los Reyes, los de «la Pamplona Chica». Había ganas de toros.
Unos 4.000 espectadores y más de 1.500 corredores se dieron cita ayer, a las 11, en las calles del municipio. Minutos antes, los sansebastianenses realizaban los últimos ejercicios de calentamiento. A la señal de suelta de reses, que provenían de la ganadería El Estoque, el alboroto cesó. A la espera de los bueyes, que son los que indican que los toros están próximos, los primeros corredores enfilaban la calle de la Estafeta, que desemboca en la plaza de toros La Tercera. Se les veía, incluso a estos que se mantenían alejados de la manada, el miedo en la mirada, en la velocidad de la carrera. Alcanzaban ya este último tramo los más valientes, los que acompañaban a los toros casi desde el inicio de la manga en la calle Leopoldo Jimeno. Y, de forma casi imperceptible, en apenas segundos, llegaban los animales embalados, haciendo temblar gradas y vallas y avivar los nervios de quienes observaron la escena.
Encierro «rápido y común»
El encierro fue breve, 1 minuto y 47 segundos, en 820 metros, en los que dio tiempo a caídas que dejaron seis heridos, uno de ellos de gravedad que fue trasladado al hospital de inmediato. No fue, sin embargo, una carrera peligrosa. Fue «rápida y común», según dijo el director técnico del festejo, Eduardo Flores. Los astados corrieron reunidos, aunque algo atrasados de los bueyes.
Una vez entran en abanico a la plaza, el espectáculo se concentra dentro. Tres cuartos de la grada de La Tercera se llenaron ayer a la espera de la suelta de reses, que tiene lugar acto seguido del encierro. No importó el calor, que no dio tregua; el público soportó los 35 grados del mediodía. Este es el segundo año que se retrasan los encierros hasta las 11 de la mañana, y la mayoría sabe lo que implica: abanicos, gorras y sombreros e, incluso, paraguas bajo los que resguardarse del sol.
Corredores, ayer, en el recorrido a la altura de la calle de la Estafeta
Corredores, ayer, en el recorrido a la altura de la calle de la Estafeta- DE SAN BERNARDO
Con la primera de las tres vaquillas destinadas a capea llegaron los recortes, barridos del animal y alguna que otra cornada al burladero; todo acogido por aplausos y también por silbidos, pues «a la vaquilla no se le toca», y más de uno se pasó de listo. Cuando salió el toro bravo, con garra, en el ruedo quedaron poco más de una decena de los cientos que había recortando a las vaquillas. «Este aprieta», se oyó en la grada. Pero el toro amainó, dio un par de traspiés y, cumplidos los diez minutos, se perdió tras las puertas.
A las 12.30, los niños también esperaban nerviosos a los toros, simulados, que salían tras el estallido de un cohete. En los tres encierros –uno de menores de cinco años, otro de entre 5 y 10 años, y otro para mayores de 10– los niños disfrutaron corriendo delante de las reses, como habían visto hacer en los encierros «de mayores».