Quizá ni siquiera haya que esperar al sábado. La batalla abierta en el PSOE después de que Pedro Sánchez anunciara el lunes su intención de convocar ya el 39 Congreso del partido para intentar forzar un duelo con su principal rival interna, Susana Díaz, puede resolverse en cuestión de horas. Los críticos aseguran que ya disponen del consenso suficiente para frenar la maniobra del secretario general de la manera más drástica posible, la dimisión de la mitad de la ejecutiva. Dicen, sin embargo, que aún meditan si es la mejor solución. El sector oficialista no descarta que vayan de farol para intentar que los tibios se sumen al caballo ganador y ejecutar su golpe.
González se siente «engañado» porque Sánchez le dijo que se abstendría en la segunda votación
Sánchez: «González está en la abstención, yo en el 'no', ¿en qué bando está Susana Díaz?»
Iglesias: «Ya advertí a Pedro Sánchez de que se cuidara del señor González»
Moreno respalda el salto de Susana Díaz a Madrid si es para solventar el bloqueo político
La renuncia en bloque de los miembros de la dirección contrarios a Sánchez tiene un problema que los críticos no niegan y es que es difícil que no sea entendida como un alzamiento de los barones contra un secretario general al que en su día eligieron los militantes por voto directo. Algo incluso sucio que podría acabar volviéndose en su contra si el líder socialista intenta aprovechar en un futuro su papel de mártir para concurrir, llegado el caso, en unas eventuales primarias. A estas alturas, no obstante, la división en el seno del partido es tan honda y tan visceral que todo es posible.
Optar por esa vía -que también implica convocar un congreso, pero no necesariamente de manera inmediata- tiene, en todo caso, algunos inconvenientes más prosaicos. No hay, en este momento, una posición unánime sobre cuántos miembros de la dirección tendrían que firmar su baja para que que Sánchez caiga. Los críticos aducen que, puesto que los estatutos simplemente dicen que si las vacantes en la ejecutiva llegan a la mitad más uno de sus miembros habrá que disolverla y elegir en congreso una nueva, es suficiente con 17 de sus actuales 35 miembros (porque ya hay otras 3 vacantes sin cubrir). Los oficialistas creen que hay que hacer los cálculos sobre esos 35 ejecutivos y no sobre los 38 iniciales y que harían falta 18.
El mero hecho de que el partido esté en esas minucias es ya, eso sí, muy ilustrativo del deterioro de la situación interna. Sánchez ha contribuido a alimentar la hoguera con su decisión de retar a los críticos a un congreso ya, en lugar de aguardar a que España tenga Gobierno como se acordó hace unos meses. Lo ha hecho, y no se le escapa a nadie, porque entiende que si, en este contexto, se envuelve en la bandera del 'no' a Mariano Rajoy, tiene una oportunidad de oro para ser aclamado por las bases y neutralizar a Díaz. Pero también es cierto que el secretario general lleva meses aguantando un intento constante de moverle la silla. De hecho, el plan de hacer dimitir a la mitad de la ejecutiva ya existía antes del lunes.
Los críticos tenían pensado aprovechar los malos resultados de las elecciones gallegas y vascas, ya anticipado por las encuestas, para exigirle responsabilidades. Pero el líder socialista les dio una excusa mejor para justificar su ataque al hacer un movimiento que puede interpretarse como egoísta (simple deseo de aferrarse al cargo) pero que él ha revestido de noble propósito: evitar que el PSOE cometa el peor error de su historia y se coloque en una posición de “subordinación” a la derecha al facilitar con una abstención el Gobierno del PP, como según su relato, pretenden los “otros”.
'Efecto Felipe'
Si finalmente no hay dimisiones en la ejecutiva, el siguiente hito estará en el Comité Federal que este sábado ha de votar la fecha del Congreso. Aún no está decidido si esa votación se hará a mano alzada, como es habitual, o de forma secreta. Pero los críticos también insisten en que tienen mayoría suficiente para echar por tierra el plan de Sánchez. Incluso aseguran que la intervención de Felipe González, que esta mañana ha revelado en la Ser que se siente engañado por el secretario general y que escribió un polémico artículo a favor de no bloquear el Ejecutivo del PP porque ese era el planteamiento que éste le había transmitido, ha tenido un potente efecto arrastre.
Lo que está claro es que Sánchez no se dejará arredrar por las exhibiciones de fuerza de los críticos, entre los que se cuentan todos los exsecretarios generales del PSOE (es decir, González, Joaquín Almunia, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba) y todos los presidentes autonómicos salvo la balear Francina Armengol (es decir, Susana Díaz, Javier Fernández, Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán, Emiliano García Page y Ximo Puig). Fuentes de su entorno aseguran que en ningún caso se plantea retirar su propuesta.
La última bala de los antisanchistas, si todo lo demás falla, será no presentar rival al 39 congreso para intentar deslegitimarlo. Sostienen que sería un proceso tramposo al que, por plazos y por contexto político, Sánchez acude con ventaja. Es una guerra sin fin.