Pues te contaré una historia más bonita de alguien a quién conocí, y mucho. Una mujer, hija de un camarero de un bar, a quien sus padres, como se necesitaba dinero en casa, pusieron a trabajar con 10 años de edad, para hacer coronas en una floristería. Aquello no le gustaba nada, y en cuanto pudo aprendió a coser y se metió a modistilla. Aquello le gustaba, tenía buen gusto para la faena, y poco a poco fue ganando fama en el gremio. Llegado un momento pensó que para qué iba a trabajar para otra persona, que mejor se establecía por su cuenta.
Así lo hizo, y como la demanda subía, comenzó a contratar ayudantas en la materia. Al poco tiempo alquiló un local, compró máquinas de coser a plazos, y terminó montando un taller de costura con 15 trabajadoras y una modelo que pasaba los trajes ante las clientas. No contenta con eso, todas las primaveras, como ya tenía dinerito, se iba a Paris a ver los desfiles de modas allí para la nueva temporada, y hacía esquemas de los mismos para desarrollarlos en Madrid a su vuelta.
Su empresa funcionó estupendamente, siendo ella aún muy joven, en Madrid no había muchas mujeres empresarias en aquellas fechas. Como ya tenía mucha pasta, cambió sus ambientes de relación, pasando del bar al hotel de lujo, y en ese nuevo ambiente conoció al hombre de su vida con el que se casó. Tras la boda cerró su empresa, pues entonces estaba mal visto que la mujer trabajara, eso era cosa del hombre.
Ya ves, eso lo logró una mujer muy humilde. Yo llevo muchos de sus genes.