Basilea III diseñó el espejo donde la banca europea debía reflejar su solvencia. La española se vio desproporcionada y débil respecto a sus rivales. En el ejercicio de comparación no resultó bien parada. Así que no le importó dejar en la estacada 700.000 clientes al poner en práctica un régimen de mejora de su salud financiera. Decidieron convertir las participaciones preferentes que comenzaron a emitir a principios de los años 90 en acciones y otros instrumentos de deuda que computa como capital de primera calidad, tras las sucesivas reformas financieras que han tenido lugar.
La envidia representada en un óleo sobre tabla del siglo XV.
Más información
• Zapatero y Rajoy: tarde, poco y mal
• De Scrooge y Gil Foix hasta llegar a Moodys
• Malestar social por las prácticas bancarias
• 27 años para devorar tres siglos de historia
• El sector aún purga los excesos del ladrillo
• La banca: 7 pecados capitales
• "La mejor banca y el mejor regulador"
• Tags: Economía
Se trata de instrumentos híbridos: mitad acciones - aunque no tienen derechos políticos - mitad depósito de ahorro a largo plazo que ofrece un interés determinado. Es claro que el plazo era largo, ya que se trata de deuda perpetua, aunque el emisor acostumbraba a amortizar en un plazo determinado. Para las entidades financieras tenía dos ventajas: contaban como capital y no diluían la participación de los principales accionistas.
El cliente recibía el rendimiento pactado y las podía vender en un mercado, eso sí: nada transparente, creado por el mismo emisor, que le permitía recuperar la inversión. Pero cambiaron dos circunstancias que tuvieron un efecto letal para los tenedores: el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) decidieron crear un mercado secundario donde poder cambiarlas, que se quedó seco con la crisis, al igual que todos los mercados de deuda. Para colmo, la banca se vio obligada a cambiar estos instrumentos por otros que cuenten como capital, pero que obliga a los clientes a estar cautivos de estas entidades durante un cierto tiempo.
El problema es que algunas cajas no tuvieron el detalle de explicar a sus clientes que les estaban vendiendo cuando los colocaron las preferentes.
Montserrat Gil, una clienta de una gran entidad financiera, explica que en abril de 2011 invirtió sus ahorros (unos 60.000 euros) en preferentes. « Me llamaron de la oficina y me dijeron que tenía mucho dinero a la vista. Les pedí un plazo fijo, pero a corto, y me ofrecieron otro producto » , apunta. « Reconozco que no leí el contrato porque me fiar del director de la oficina ». Gil añade que no lo habría firmado si se hubiera fijado en la definición del producto: había sido emitido por una sociedad de las islas Caimán. Hasta julio de 2003 las cajas emitían las preferentes desde filiales instrumentales en el extranjero, porque la legislación española no las contemplaba. Gil tendrá que esperar 10 años para realizar la deuda subordinada en que se han convertido las preferentes que le vendió su entidad como un producto de ahorro a largo plazo que podría recuperar cuando quisiera. Nada más lejos de la realidad en este caso. En otros, sin embargo, ha sido más fácil. Los bancos que han atado el cambio de títulos con acciones. Así, al menos, han ofrecido la posibilidad de que en función del valor de la cotización en bolsa, los titulares pudieran recuperar el nominal de su inversión.
Las cajas intervenidas por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) no sólo han dejado de pagar el rendimiento de estos títulos - están en pérdidas - sino que además continúan a la espera que se incorpore un nuevo accionista para determinar qué clase de salida se da a las preferentes.
Comentarios (1)
Votos:
+0
-0
Compartir:
Me gusta
Contestar
2006
carlagil
en respuesta
a carlagil
2003
25/05/12 (00:12)
Ver mensaje de carlagil