Cuando vas al banco, el que hay detrás de la mesa para informarte y colocarte un producto financiero, es una alimaña de la peor calaña que te puedas imaginar, cuando abra la boca has de taparte los oídos y cuando te de un papel para que firmes has de denunciarlo por intento de estafa.
Luego te vas a casa, te informas, buscas un abogado o un economista amigo y les comentas lo que quieres, que te aconsejen, que te digan lo que sería óptimo para tí y lo que sería aceptable y razonable, vuelves al banco, le dices a la retorcida alimaña rastrera las condiciones óptimas, sabiendo que no las aceptará, vas rebajando hasta llegar a las condiciones razonables que te han aconsejado tus amigos abogados o economistas, si el bicho que hay tras la mesa no lo acepta, le dices: "qué te den por el puto culo!" Te levantas y te largas y a otra.
Eso sí, cuando la alimaña se levanta de la mesa y sale por la puerta del banco, se convierte en una persona, que puede ser un santo, pero cuando está tras la mesa del banco ejerciendo su profesión, no lo has de ver como tal.