La Ley 26/2006 y la nueva Directiva de Distribución de Seguros regulan con total claridad que el corredor de seguros es la única figura en el sector que puede y debe ser independiente. Y, como decía Napoleón, la independencia es una isla rocosa, sin playas, por lo que no puede haber nada que altere esa independencia.
Por tanto, y sobre el papel, nada conviene más a los intereses de un usuario de este tipo de productos financieros (seguros y planes de pensiones) como un corredor de seguros.
Ahora viene la mala noticia.
La misma Ley y la misma Directiva prevén que el corredor se puede retribuir mediante comisiones u honorarios. La segunda fórmula está clara pero la primera plantea un serio problema de transparencia y una eventual fuente de conflictos de interés. Si uno saca este tema a debate en el sector corre el riesgo de aparecer en una cuneta pero, por poner un ejemplo, en UK las comisiones han sido prohibidas. Creo que ese día llegará.
La Legislación vigente también prohíbe cualquier tipo de remuneración pecuniaria o en especie que pueda afectar a la independencia del corredor pero ayer mismo una conocida correduría se permitía el lujo en Twitter de sacar unas fotos de uno de sus directivos disfrutando un viaje en Islandia pagado integramente por una aseguradora por haber alcanzado los objetivos de ventas. Es decir, un clarísimo ejemplo de práctica prohibida y de conflicto de interés. Si un ciudadano sabe que su corredor va de viaje con tal o cual compañía que sepa que la independencia está amordazada en el sótano en esa empresa.
Sumemos a esto otra cuestión: ya advierto de que las comisiones son opacas. Pero ¿qué pasa si, además, se adelantan comisiones de años futuros como zanahoria colocada en palo y se transforma un producto de ahorro con intereses cercanos al 0% en una fuente de negocio de alto rendimiento en el corto plazo para el corredor? Pues que el ahorrador puede ver cómo sus provisiones matemáticas de balance (primas pagadas menos gastos del asegurador y comisiones pagadas al corredor) le dejan tiritando en caso de rescate y, justamente, en los primeros años que es cuando mayor rentabilidad se puede alcanzar en ahorro finalista a largo plazo. En el pasado Nationale Nederlanden fue un triste ejemplo con comisiones de hasta el 60% de las primas pagadas para el agente. Hoy día encontramos conocidísimas corredurías (una de ellas de origen alemán) que operan con auxiliares externos (comerciales con contrato mercantil) con hasta siete niveles de subcontratación en sistemas piramidales de venta donde los más exitosos consiguen meter vendedores que venden para ellos y estos a su vez captan otros vendedores. Cuando el vendedor de la base de la pirámide vende un seguro DE AHORRO ganan comisiones los siete niveles que tiene la pirámide, esto es: el auxiliar, del auxiliar, del auxiliar, del auxiliar, del auxiliar, del auxiliar, del auxiliar... del corredor. ¿TODOS GANAN? No, pierde el cliente. Perdonad por el tostón pero eso tan ridículo y mezquino está pasando y la autoridad ¡lo permite!
Hoy día no hay forma de sacar algo en claro que bata el IPC con este esquema y con ciertos niveles de seguridad. Por tanto ahorrar en seguros implica perder poder adquisitivo salvo que se acepte entrar en cestas de fondos de inversión mediante los llamados unit-linked.
El problema es que esas cestas de fondos de inversión vía seguros tienen el mismo riesgo que una cesta de fondos de inversión. Si bien para estas últimas se les exige a los comercializadores que el cliente pase un test de idoneidad MiFID y el comercializador tenga una extensa (se supone) formación financiera eso no se aplica si el vehículo para invertir es un seguro. Y, de ahí, al infierno hay un paso.
En los talleres de una tarde que montan algunas aseguradoras se lanza a idiotas con iniciativa a la venta irresponsable de este tipo de seguros pues han sido convencidos de que con esa capa de barniz son brókeres de Wall Street (¡lo menos!).
Y así está el patio, a mi modo de ver, que puede que no sea correcto ni de lejos.
Y es por eso que yo y mi empresa, nos mantenemos al margen de los seguros de ahorro y más aún de los planes de pensiones. Podemos llamarlo prudencia, podemos llamarlo simplemente ética.
Abrazos,