Boswell
31/07/10 15:18
Ha comentado en el artículo La colonia
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Hola Nuria, genial comentario. Me encanta cuando se te va la pelota. Ja, ja.
Nos parecemos mucho. En mis columnas se me va la pelota constantemente. Mis columnas (y los temas elegidos) no son más que unas excusas para divagar libremente. Lo de menos son los temas. Algunos pardillos no se enteran de nada. Tú las captaste desde el principio.
Lo tengo hablado/escrito con nuestro querido 3…s. Los dadaístas y surrealistas lo llamaban la escritura automática. Algo así será, digo yo.
Las feromonas. Perfecto. Aunque yo no les puse ese nombre, la columna va de eso.
Menuda gilipollez las colonias caras. En España, te salen por unos EUR 70 o así. La peña pretende ser esnob y pija, y son todavía más horteras que sin colonia en el body.
Agua Lavanda Puig me sugiere infancia y pureza: candor, asombro por todas las cosas, observación de todo, felicidad y amor, el amor que tuve el privilegio de disfrutar de mis queridos padres (ay, uno ya sólo es polvo enamorado).
Seguramente por eso la conservo, y me purifico todas las mañanas con ella, después de la ducha, y, de vez en cuando, después de una paja, que siempre como que te quita el estrés. Ja, ja.
Además, esta colonia tiene la cualidad de disipar su aroma al poco tiempo, y deja su lugar a las feromonas de las que hablas.
Lo de que las mujeres de mi vida no cambian las sábanas no es coña. Persiguen mi olor todavía, días después.
Eso era antes. Ahora ninguna mujer persigue nada mío, ni siquiera el olor corporal. Mi mujer lo único que hace es hacerme trabajar en cosas domésticas (las odio) y regañarme cuando bebo demasiado. Dice que hago el ridículo. Y yo le contesto: pues yo me lo paso de puta madre haciendo el ridículo.
Algún gilipollas que lea esto pensará que soy un vanidoso. Pues te colaste, Burt Lancaster. Tengo todos los defectos del mundo menos ese. He estado (y estoy) en demasiados infiernos espirituales como para conservar algo de mi antiguo ego o vanidad. Gilipollas!!!, repito de nuevo.
El diccionario de la RAE. Pues sí, son un poco chorras y vagos. Se quieren hacer los modernos y hacen el ridículo. Para eso está el María Moliner, que como obra filológica me parece muy superior. Además, está Cebrián de académico, y no lo soporto. En cambio, está mi admirado Antonio Muñoz Molina, uno de los vivos que escriben mejor castellano. No te pierdas su libro “Ventanas de Manhattan”, una especie de divagación teniendo a NY como testigo silente. Encima le pilló el 11 S viviendo allí.
De las pocas cosas buenas que ha hecho ZP, fue nombrarle Director del Instituto Cervantes en NY. A su mujer, Elvira Lindo, le he cogido manía. Escribe buenas columnas, a lo Carmen Rigalt o la más insuperable de todas, Carmen Rico Godoy, ya polvo enamorado. Pero un día le leí una columna muy ideológica en la línea del pensamiento único (y muy mercantil e interesado) al que nos tiene acostumbrado “El País” (la SICAV del Sr. Cebrián hay que cuidarla), y ya no la soporto. Hasta Manuel Vicent, no digamos el tonto de Millás, que se cree que escribe bien, se plegó al pensamiento oficial de “El País”.
No sé qué es de Vicente Verdú, unos de los mejores columnistas que nunca tuvo “El País”, y excelente y entretenido ensayista. Tiene un gran ensayo/libro sobre los USA. Ahora no recuerdo el título.
Reconozco que estoy bebiendo cerveza de desayuno. Me tomo un café y vomito. Resacón de los grandes (Genial esa película, “Resaca en las Vegas”. Gran comedia).
Ayer cena en casa con doce personas!!! Joder: hacía tiempo que no trabajaba tanto (en mi casa, jamás un invitado se levanta a ayudar). Encima ha sobrado comida para un regimiento de infantería.
Menú.
Aperitivo: jamón (no del caro, que no están las cosas para hacer el gilipollas) y queso manchego semicurado.
Entrante: una deliciosa mouse de espárragos (de la Navarra de Arrapiezo, no del Perú. Hay que mirar bien las latas, porque te cuelan de todo. Y mis respetos a Perú, que lo quiero gracias a Mario Vargas Llosa y a Alfredo Bryce Echenique. Las peruanas son más bien feas, la verdad. No creo que vaya nunca a Perú, que está muy lejos).
Comida principal.
Una excelente carne fría a lo roast beef (lo único que se puede comer de la lamentable comida inglesa), alegrada con una deliciosa salsa secreta de mi mujer.
En acompañando a la carne, dos ensaladas. Una muy sencilla, “alemana”: patatas con mayonesa y cebolla, bien fría, de la nevera. Buenísima.
La otra ensalada, jodidamente complicada. Berros, canónigos y cosas así, y piñones y trocitos de pollo especiados con algo indio. Pero y la salsa? Otra receta secreta: dos mangos triturados en la Thermomix o como se escriba, con tres tipos diferentes de vinagre: de arroz, de Módena y de Tarragona. Yo mismo fui a comprar los vinagres. Y fui al sitio más pijo y exclusivo de Madrid, un supermercado, “Sánchez Romero”, con más cosas raras incluso que las tiendas gourmet de el CI.
El problema vino con el vinagre de Tarragona, que me decían los empleados que eso no existía. Solución: compré uno de “Torres”, y le metí la trola a mi mujer que era de Tarragona. Si no le llevo el vinagre de Tarragona, me capa, más de lo que ya estoy.
Metes la salsa unas cinco horas en la nevera, y le añades sal, pimienta negra y aceite de oliva. La verdad es que está muy buena.
Postre.
Una especie de flan con manzana, y sobre todo, el mejor tiramisú de Madrid, que yo creo que me gusta tanto porque lleva alcohol. El secreto no es ponerle cointreau, una bebida para viejecitas alcoholizadas, sino un vino de oporto.
Y claro, llegaron los “digestivos”, como dicen los cursis.
La peña se tiró de cabeza al gin tonic, exceptuando una que prefirió el típico cubata (ron Brugal añejo con coca cola light. Manda güevos. Eso no lo tomo yo ni loco).
Dos ginebras de las no caras. Beefeater y Bombay Saphire. Los cabrones bebieron sobre todo la Bombay, que es el doble de cara. La tónica, Swepppes o como se escriba. La famosa y exclusiva Fever Tree, que le gusta al gran Conde Brácula, pues no la compré porque es el doble de cara, y estos cabrones (y cabronas) beben como cosacos.
Pero la sorpresa de la noche estuvo en la ginebra. Por primera vez, la tenía en el congelador, como dicen los entendidos que hay que tenerla. Éxito rotundo, la ginebra en el congelador. La peña fascinada. Está mucho mejor. Los hielos no se funden tan rápido, y el gin tonic mantiene su sabor, y no se va aguando.
Un poco mosca estaba yo con la ginebra en el congelador. La observaba cada hora, pensando que se iba a congelar. Pues no se congela, la puta ginebra, y está mejor que nunca. Os recomiendo hacer la prueba.
Bueno. Ya está bien por hoy mi comentario/columna,
Como me salga algún gilipollas anónimo metiéndose conmigo, le machaco, que hoy tengo resaca y encima me duele la espalda de tanto trabajar ayer.
Que tengáis todos un buen fin de semana.
Agur.
P.D. Los cabrones de mis invitados, se fueron a las cinco de la mañana. Eso no hay derecho. Encima me han dejado sin ginebra y sin tónicas. Ja, ja.