Me ha encantado tu frase.
“no valoramos la salud como deberíamos, ni agradecemos los buenos momentos, viviéndolos con ilusión, esperanza, alegría, felicidad, compañerismo, generosidad e inteligencia”
Me encanta porque es real, y refleja a la perfección mi manera de percibir la vida.
Las enfermedades nos dejan secuelas, temor intranquilidad e inquietud. Pero modifican nuestra forma de percibir la vida, de relativizar los problemas.
Cuando escuchas a la gente quejarse de un exceso de trabajo. Cuanto te dicen que ya no pueden aguantar más o lo mal que anda el mundo te entra una sensación extraña. Cuando ves los anuncios de crece-pelo, o de mejora de la cintura o la dieta tal o cual, piensas que minucia de problema afecta a la gente. Que pocos problemas graves tienen que se generan ellos mismos sus propios problemas. Todo tiene solución, todo excepto cuando te dicen que te queda un mes de vida o te llegan las noticias indiscutible mente malas.
Lo bueno de este tipo de pruebas; sin duda la sensación de felicidad permanente. Lo importante que resulta ser feliz cuando uno pone un poco de su parte.
También es cierto que he conocido gente con depresión y eso debe ser incluso peor en algunos casos.
En cuanto a los padres tienes toda la razón. Hay que valorarlos y quererlos, disfrutarlos, yo creo que son un lujo de la vida. Me duele que no tengas ya a tu madre contigo. Para hablar con ella, contarle tus cosas compartir unas sonrisas, haceros juntas un café. Tiene que ser durísimo, pero te queda el sentimiento de haber estado siempre unidas. El cariño de una madre por su hija y el de una hija por su madre. En este sentido lo que la gente te diga te sirve de poco. Pero como la llevas en el corazón siempre estará en cierto sentido contigo.
Y sí tienes razón a los hijos se les quiere muchísimo. Aun así, no te das toda la cuenta posible. Con la nena nos pasa, que a veces nos da guerra, le cuesta ponerse a los deberes o levantarse de la cama. Pero cuando se marcha de excursión con la clase, se sube al autobús y la pierdes de vista a lo lejos y esperas que salga todo bien, te das cuenta que mas que quererla la necesitas. Aprecias su grandeza, el privilegio de tenerla todos los días, el de sentir un beso suyo sobre la mejilla o un fuerte abrazo antes de irse a su camita.
Aprecias que son la sal de la vida, pues sin ellos te sientes solo y vacío, aunque hay que reconocer que en ocasiones tras un día de machaque deseas perderlos de vista unos días, unas horas o tan solo unos minutos.
Sí, ciertamente el amor de los padres es incondicional. Aunque en el día a día, y siendo como somos seres humanos no somos capaces de apreciar y valorar cada uno de los regalos que nos da la vida. Cuando el pequeño salta por encima de los sillones o con una risa te enseña el mando a distancia que acaba de machacar te entran ganas de matarlo, y no precisamente a besos.
Pero cuando le riñes y el se pone triste, no puedes evitar en muchas ocasiones darle un abrazo un fuerte abrazo que le desorienta le desconcierta pero que tu sabes muy bien porque lo has hecho. Porque en el fondo nada hay más grande que un ser querido.
También encuentras muchas veces que no tratas igual a la niña que al nene. Claro, el niño está con tres añitos para comérselo y todo son contemplaciones. La niña se enfada. No le gusta que su hermanito se coma las chuches, raye las paredes o tire el agua al suelo, pero que encima a el le perdonemos lo que a ella no le dejamos hacer la enfurece. Hay que tomarlo con calma y abrazarla explicarle los motivos por los que actúa el hermanito y pedirle colaboración.
La familia está para compartir y disfrutar la vida. Es cierto incluso nuestros padres y hermanos son sal. Un poco le da sabor,un exceso nos deja sin saliva. Mis padres ahora están entrando en una nueva infancia. Cuando voy a verlos discuten por chorradas como quien se ha comido el último trozo de pastel, quien se quedó dormido en la silla, o no ha llamado al médico o no se atreve a conducir. Te da la sensación de tener un par de niños como padres. Aun así les das un beso y un abrazo y les pides paciencia. Mamá, que el papá ya está un poco mayor. Papá que la mamá necesita que la ayudes. Déjale ver lo del Papa. Deja que se ponga lo del Arguiñano. En fin, haciendo a veces un poco de hijo-padre.
Pero están ahí. Y hay que disfrutarlos. No ir a verlos por obligación sino disfrutarlos en la medida de lo posible. En la medida en la que tus propios hijos te dejen.
A mi también me pareces una bellísima persona. Cada una de tus líneas revelan una calidad humana extraordinaria. Sigue ahí ayudando a la gente comprendiendo sus problemas y compartiendo los propios, eso es muy importante para todos.
Bueno. Un fuerte abrazo.
Seamos felices hagamos felices a los demás en la medida de nuestras posibilidades.