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Me voy a Lisboa

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#68057

Re: De Puente a Puente y uno porque me lleva la corriente

Pues debería tener respuesta.

Abrazo grande "oidora de libros", jajajajajajajaja... lo que hace la vagancia, jajajajajajaja (de esta me mata, fijo), jajajajajajajaja.

Suerte a todos.

no desaparece lo que muere, desaparece lo que se olvida

#68058

Re: El cuadro de la Pantera Rosa

A mi también me encantan tus posts.
Me hacen primero reflexionar cuando los leo, empatizar en esos momentos profundos como son las emociones vividas y por último disfrutar plasmando mis experiencias, que sin querer en el día a día se nos escapan como el agua de las manos si tenemos los dedos abiertos.
Hace ya casi siete años pasé una experiencia muy difícil. Después de tener tres años picores y picores, me decían que era una atopía severa la cosa empeoró.
Empecé a tener crisis de desmayos y asfixia. Pensé que me moría. En una de las visitas al hospital, un novato me detectó un cancer linfático. Fue una experiencia muy muy dura. Figúrate, mi mujer embarazada, y me dicen que me lo han cogido tarde y que tratarán de salvarme la vida. Solo de contarlo ya se que esta noche me costará de dormir.
En mi casa es un tema tabú.
Bien, me metieron quimio más allá de lo imaginable y me sacaron del agujero. En ese sentido debería estar agradecido, pero me quedan bastantes efectos secundarios. Me molesta muchísimo el sol directo y tengo una úlcera que me mata de cuando en cuando.
Dolores de cabeza bastante frecuentes y en fin otras cosas que solo se sufren por el agradecimiento de seguir vivo.
No obstante, cuando pasé la enfermedad y no sabía si vería la carita de mi hija alguna vez, no quiero mentir, deseaba con todas mis fuerzas que todo terminase. Me negé a firmar los papeles de la resucitación. Si he pasado el trago de morir, creo nadie tiene derecho a devolverme al infierno sin mi permiso.
Ahora, que las revisiones me salen bien, disfruto muchísimo de la vida.
No obstante no sirvo para ayudar a otros enfermos. Lo intenté y casi cojo una depresión de caballo después de revivir lo sufrido.
El sufrimiento ajeno puede incluso quitarme el sueño. Lo siento como propio. Esto se que suena raro, pero cuando has sufrido mucho te sucede. Cada uno afrontamos la vida de una forma diferente, pero a mi me sucede así.
La vida sin sufrimiento es un regalo inmensísimo lleno de millones de placeres y premios a cada minuto que duele que la gente no sepa apreciar. Hay quienes, teniéndolo todo lo dejan perder por nada. Pero hay que decir que la vida tiene un lado negro, muy negro y muy salvaje. Que en el mundo hay gente que te dice que te queda un mes de vida mientras come un plátano y hace chistes malos.
Yo por fortuna aun tengo a mis padres, son muy mayores, mi padre tiene 78 años y está algo pocho, pero aun está ahí.
Ha sido un suertudo y apenas ha pisado un hospital en su vida.
Y mi madre, que es algo más joven que él también ha tenido suerte.
A veces la vida nos pone a prueba.
Las enfermedades no tienen ninguna ventaja, al menos para mi. Te dicen que te enseñan a valorar más la vida, y es cierto, pero después de contemplar el avismo y el infierno no quieres ni oir hablar de él.
Hoy por hoy, tengo dos niños. Los adoro. Son lo mejor de mi vida junto a mi mujer y mi familia. Pero ni todo el amor que siento impedirá que si he de pasar otra vez el infierno desee largarme sin pasar por taquilla.
Quizás te haya dado un disgusto con mi historia, no era mi intención. Pero me he atrevido a contestar. No puedo ni imaginar el avismo de perder a tu padre. Pero me gusta que lo comentes, que lo saques fuera, que compartas ese dolor para que no sea tanto.
No entiendo como pueden existir ni foreros ni personas que se quejen de ello. Cuando uno está preparado debe sacarlo fuera. Si contándolo observas aunque sea un mínimo de alivio, bendito sea el momento en que lo haces. Las personas debemos ayudarnos, compartir y empatizar. Debería existir una educación por la empatía. Una escuela de comprensión de la tristeza y fomento de la alegria. Creo que no hay verdadera alegría que no esté basada en superar un pedacito de tristeza. Sino, no se trata de verdadera alegría, es solo un espejismo.
Por ello creo que hay que saber empatizar y valorar esos pequeños momentos de alegría que de cuando en cuando nos da la vida. Nunca olvidando la tristeza, sino apreciando cada segundo, cada minuto y cada hora de bondad que nos ofrece la vida por breve que parezca.

Un fuerte abrazo.

¡¡¡No perdáis un solo instante de la felicidad que os rodea¡¡¡¡¡¡

#68059

Re: El cuadro de la Pantera Rosa

Buenas tardes, con calima! Llevamos unos dias con el cielo lleno de polvo en suspencion proveniendo del Sahara.Desde mi terraza solo veo una nube gris donde tendria que ver el mar.No muy saludable este clima, sobre todo para personas que padecen de las vias respiratorias.Por suerte no es mi caso pero prefiero quedarme dentro de casa.De la ola de calor anunciada no hemos notado nada aqui en Tenerife, el calor se quedo en Gran Canaria.

Como me he reido con tu relato de la señora que 'dirigia el trafico' en la cola del banco!Me parecio el tipico comportamiento de una señora con rasgos narcistas que tiene un brote psychotico jajaja y no soy psychologa, pero esta señora seguro que no esta bien de la cabeza y necesita ayuda.Ya cuando lei que se fue a quejar al director, me afirmo todavia mas que deberia estar medicada.El caso es que con tanto recortes hay mucha gente con problemas mentales que no se estan tratando.Hace como un año de repente un hombre se me puso a gritar como un loco en la calle, insultandome sin conocerme de nada.Cruze rapidamente la acera ya que vi que esta persona estaba muy mal.
Tambien tengo la impresion que nuestra sociedad se esta volviendo cada dia mas agresiva,la gente pierde toda nocion de lo que son buenos modales y no estoy hablando de los jovenes pero tambien de gente adulta que se insulta entre si sin conocerse.Hace unos dias estaba esperando en el semaforo rojo para poder cruzar la acera.Aqui parece que los semaforos solo cuentan para los nacionales y residentes porque todo guiri parece ser daltonico y pasan olimpicamente de esperar ante los semaforos en rojo.Como era de esperar, no tardo un guiri a intentar cruzarlo cuando estaba en rojo justo en el momento en que un autobus cojia la curva y por los pelos no le atropella.El chofer del autobus se llevo un buen susto ya que tuvo que frenar en seco y le recrimo al señor que el semaforo estaba en rojo y que no deberia haber cruzado.Entonces el peaton, un Italiano se puso a insultar al conductor con todo el vocabulario de palabras no tan bonitas en Italiano.El conductor cabreado, le devolvio los piropos y asi durante unos instantes estuvieron 'piropeandose'.Yo, observando el espectaculo pense: menuda sociedad y luego pretenden que los jovenes sean educados mientras unos cinquentones se comporten asi.Enfin, intento de ver el lado humoristico de la cosa aunque me cueste, porque no fui educada asi y me molesta tener que presenciar tales espectaculos en la via publica.

Lo de los diamantes se lo puedes presentar a tu media naranja como 'inversion'jajaaaaa y como motivacion le enseñas el grafico de los diamantes que es impresionante lo que han subido en una decada.No, es broma, aunque hayan subido mas que qualqiuer otro activo no es buena inversion porque no hay mercado secundario regularizado para ellos.Si qiueres vender tienes que pasar por la bolsa de diamante y ahi solo tienen aceso los que son miembros de esta bolsa, que es un mundo muy cerrado.Tendrias que acudir al intermediario y pagarle la comision o el te compra la piedra directamente para despues revenderla.Antes solo las piedras mas bonitas y puras era caras, ahora mismo las piedras de mala calidad han subido un monton.Esto se debe a que con el auge de los mercados emergentes-sobre todo China- los Chinos con alto poder adquisitivo se han puesto a comprar las piedras y a ellos no les interesa mucho la calidad de la piedra pero si que sea bien grandota, lo que ha hecho subir las piedras de mala calidad en precio.

Me alegro por ti de que tengas ya todo el dinero fuera de las garras de esta entidad.A mi me toca esperar casi un mes mas, ya tiemblo en pensar lo pesados que se puedan poner para intentar retenerlo.Debo decir que ultimamente conmigo se ponen menos pesados en las entidades porque he cambiado mi forma de actuar.En cuanto entro en un banco pongo cara de poker, hablando con un tono firme, manteniendome regia.Vamos comportandome como una pija autoritaria jajaaaaa y vaya que si tiene resultado; esta todo en el lenguage corporal.Solo me 'transformo' en las entidades nacionales donde necesito adoptar este alter ego jaajaa!

Te tengo que dejar que ya se me hace tarde, no dudes en mandarme un privi, estare encantada responderte.

Un abrazo y que pases buen dia

#68060

Re: Mifid II

Totalmente d'accuerdo contigo.Mira, cuando yo me vine a Canarias en el 2006 y me queria comprar una casa me encontre con que los precios de los pisos no eran acordes a los salarios.Se lo comentaba a los agentes inmobiliarios y ellos se reian y decian que esto iba a ir todavia mas 'para arriba'.Les pregunte:' y de donde va a salir este dinero para ir sin parar para arriba? A mi me parece que los precios estan ya fuera de lugar.'
Se lo pregunte a mucha mas gente; a empresarios,banqueros,camareros etc... Me decian algunos aqui hay otra cultura que en los paises nordicos donde la gente es mas individualista porque aunque solo tengamos un salario de 800e a 1000e y una hipoteca de 600e, cuando tengamos alguna necesidad economica tenemos a la familia para ayudarnos.Ok, pero una hipoteca sin entrada y sin el interes fijo? Era para mi como pegar un salto si paracaidas. Y luego paso lo que paso:que la abuelita de las familias tenia que soportar con su pension a toda la familia hipotecada.

En el foro de depositos en algunos hilos de bancos Malteses se ha estado comentando sobre el FDG Maltes y su regulador.Algunos creen que los reguladores velaran a que los bancos del pais no cometan excesos o iregularidades.Estoy segura de que algunos me tachan de 'paranoica desconfiada' pero yo de reguladores,gestores de banco y politicos desconfio en lo maximo :-)) y es lo que tiene hacerse mayor jajaaa que sabes demaseado para ir alegremente por la vida sin preocupaciones y confiar ciegamente en lo que se 'deberia de hacer'.

Un abrazo

#68061

Re: Me voy de Puente y uno porque me lleva la corriente de la Mona

El año pasado sufri el batacazo a la RF de paises core, la RF de emergentes y ya no la puedo ver ni en pintura jaaaajaaaa.Solo volvere a entrar en RF cuando los tipos esten por las nubes.
La RF corporativa puede que sea el unico nicho rentable de momento pero los emisores solventes dan casi menos que lo que rentan los depositos en algunos paises extranjeros y las menos solventes pymes han augmentado el retraso en sus pagos aunque la economia este mejorando, asi que...no se todavia estan qiuebrando muchas.

Tampoco creo en el oro para comprar de forma masiva, como hacen en algunas culturas, donde meten casi todo el patrimonio en este activo.Pero no esta mal para diversificar un poco.Digamos un 3 a 5% del capital para paliar la inflacion un poco.
En el apocalipsis mundial no creo, ya que cuando un pais o continente esta realmente en crisis o en guerra, siempre habran otros que no lo esten y estarian encantados en comprarte el oro mientras las acciones, bienes inmobiliarios, bonos de estos paises en guerra no valdran nada.Por si acaso,mejor empiezo a llenar el sotano de conservas jaaaajaaa.

Un abrazo

#68062

Re: El cuadro de la Pantera Rosa

Si los profesores, catedráticos, cualquier personal relacionado con la docencia, directa o indirectamente, se dieran cuenta del bien que pueden hacer... y del mal, creo que actuaría en conciencia y procurarían estar a la altura de las circunstancias.

Hoy, sin ir más lejos, he visto cómo unos tutores de guardería trataban a unos niños que iban al Safari de excursión. ¡Me han emocionado! Con qué dulzura les cogían de la mano, les hablaban, con qué alegría les cantaban canciones para tenerlos entretenidos y no se desviaran de la cola. Todos cogiditos, mano con mano, yendo a ver a los animalitos (y animalotes, que los elefantes son impresionantes, jaaaa). Me ha encantado la escena. Son una gente maravillosa, tienen en sus manos un tesoro y lo comienzan a dirigir, a socializar, a civilizar (si se permite la expresión). Lo digo, porque algunos críos parezca que hayan estado asilvestrados y no hayan recibido jamás un NO por respuesta.

La aplastante mayoría de los niños que van al campo en estas excursiones, están como para comérselos de ricos, cariñosos, inocentes, cantan canciones, juegan con sus amiguitos, se lo pasan genial! Y así, como si de un juego sin importancia se tratase, van entrando en sociedad.

Pero esta delicada educación, tiene que seguir su curso, y ahí es dónde tengo mis dudas. Hay profesores que tienen poca vocación. Quiero pensar que sean los menos, en mi caso, tengo que reconocer que del colegio, en cuanto a profesores, tuve la gran suerte de tenerlos muy buenos, pero claro, siempre hay una espinita, jajaaa. Y esta era la de Química. ¡El aburrimiento personificado! jajaaa

¡Menos mal que la asignatura me gustaba, despertaba mi interés desde que la empecé a conocer y que mi padre estuvo al quite, para que no la cogiera el asquete que la profesora nos instaba a dejar crecer en nuestros corazones...!

Mi padre tenía varios libros de Asimov, de alguna manera vas descubriendo lo que te llama la atención, con lo que te rodea, con quienes se esmeran por ayudarte en tu orientación profesional, siempre respetando tus anhelos, tus ilusiones. Mi mentalidad nunca fue de Letras, aunque hay asignaturas, como la Filosofía que siempre me gustaron, sobre todo su Historia y la Lógica y sus silogismos: "Si p, entonces NO q", jajaaa ¿te acuerdas? ¡Qué tiempos aquéllos! jajaaa

La Literatura siempre me gustó, quizá no tanto como para dedicarme profesionalmente a ella, pero sí como medio para abrir metas en mundos de Fantasía. Aporta mucha cultura, ayuda a perfeccionar tu idioma, la dialéctica, mejora la conversación...

Desde mi punto de vista, hoy en día se lee muy poco y se nota mucho en grupos sociales de conocidos, virtuales, foros de distinta temática... Es una verdadera lástima que el léxico castellano se esté minimizando a favor de la entrada brutal de barbarismos, sobre todo anglicismos en el habla coloquial de nuestros jóvenes. Espero que la moda cambie antes de que sea demasiado tarde.

Esto ocurre en muchos países, no solo aquí, pero me da pena que un idioma tan culto como el cervantino, se pueda ver afectado por estas aberraciones léxicas, semánticas y sintácticas, que para todos los gustos hay... Y encima la gente este uso indiscriminado de "palabros" no lo ve mal y sí que se les corrija con delicadeza y educación. No lo podré entender nunca.

Si todos nuestros contemporáneos bebieran de los textos que comentas, no pasarían estas desgracias gramaticales. Estoy segura. Y además, coincido contigo en el pensamiento de que cuando tienes por costumbre paladear textos cultos, además de culturizarte, adoptas una actitud más positiva ante la vida, aprendes a sentir la emoción junto al autor, lo que te hace más sensible cuando se trata de captar lo que tu interlocutor real te expone.

La Canción del Pirata es todo un clásico. Es un texto para reflexionar. Supongo que en el cole haríais comentarios de texto, en Literatura y en Historia. ¡Cómo se aprendía a leer con aquellas técnicas! Porque esa es otra, hay personas que leen, pero su comprensión lectora dista mucho del ideal. Quizá nunca se les enseñó a leer y por eso, de jóvenes y mayores, los libros "les aburren".

También he sido una fiel seguidora de Miguel Delibes y mira que su obra, en líneas generales, es bastante triste. Un incomprendido, lo tengo clarísimo. Las historias son tristes en la medida en que nuestra existencia es un compendio de momentos dulces y amargos. El valle de lágrimas que se reza en la Salve, sin entrar en detalles, la vida se debe aceptar como nos llega y con esa resignación, junto a un optimismo por querer cambiar las cosas, debemos aprender a vivir. Los textos que comentas son inquietantes, --ahora me acabo de acordar de la leyenda del hombre pez (muy cercano a mi ubicación natal y de raíces genealógicas)-- pero su intuición siempre me ha fascinado. Parece adivinar lo que el lector va imaginando, para darle la vuelta a la leyenda y terminar de un modo inefable, inexplicable. Jamás podrías haber pensado como él... o quizá sí. He ahí uno de los misterios a desentrañar de su obra, esa capacidad de mantener el interés hasta la última palabra escrita... Otro gran incomprendido de su época, como tantos otros genios. La genialidad destaca, por definición, y la corbata, mata, sin lugar a dudas, aunque no se trate de una corbata económica, sino cultural.

Si conoces Toledo, relee El Beso, desde mi humilde punto de vista y con mi peculiar gusto, una obra maestra, con todas las letras... A ver si la encuentro y la posteo. Sencillamente, maravillosa.

Un abrazo fuerte

¡Sed felices!

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#68063

El Beso de Bécquer.

I

Cuando una parte del ejército francés se apoderó a principios de este siglo de la histórica Toledo, sus jefes, que no ignoraban el peligro a que se exponían en las poblaciones españolas diseminándose en alojamientos separados, comenzaron por habilitar para cuarteles los más grandes y mejores edificios de la ciudad.

Después de ocupado el suntuoso alcázar de Carlos V, echose mano de la casa de Consejos; y cuando ésta no pudo contener más gente comenzaron a invadir el asilo de las comunidades religiosas, acabando a la postre por transformar en cuadras hasta las iglesias consagradas al culto. En esta conformidad se encontraban las cosas en la población donde tuvo lugar el suceso que voy a referir, cuando una noche, ya a hora bastante avanzada, envueltos en sus oscuros capotes de guerra y ensordeciendo las estrechas y solitarias calles que conducen desde la Puerta del Sol a Zocodover, con el choque de sus armas y el ruidoso golpear de los cascos de sus corceles, que sacaban chispas de los pedernales, entraron en la ciudad hasta unos cien dragones de aquellos altos, arrogantes y fornidos, de que todavía nos hablan con admiración nuestras abuelas.

Mandaba la fuerza un oficial bastante joven, el cual iba como a distancia de unos treinta pasos de su gente hablando a media voz con otro, también militar a lo que podía colegirse por su traje. Éste, que caminaba a pie delante de su interlocutor, llevando en la mano un farolillo, parecía seguirle de guía por entre aquel laberinto de calles oscuras, enmarañadas y revueltas.

-Con verdad -decía el jinete a su acompañante-, que si el alojamiento que se nos prepara es tal y como me lo pintas, casi, casi sería preferible arrancharnos en el campo o en medio de una plaza.

-¿Y qué queréis, mi capitán -contestole el guía, que efectivamente era un sargento aposentador-; en el alcázar no cabe ya un grano de trigo, cuanto más un hombre; de San Juan de los Reyes no digamos, porque hay celda de fraile en la que duermen quince húsares. El convento adonde voy a conduciros no era mal local, pero hará cosa de tres o cuatro días nos cayó aquí como de las nubes una de las columnas volantes que recorren la provincia, y gracias que hemos podido conseguir que se amontonen por los claustros y dejen libre la iglesia.

-En fin -exclamó el oficial después de un corto silencio y como resignándose con el extraño alojamiento que la casualidad le deparaba-, más vale incómodo que ninguno. De todas maneras, si llueve, que no será difícil según se agrupan las nubes, estamos a cubierto, y algo es algo.

Interrumpida la conversación en este punto, los jinetes precedidos del guía, siguieron en silencio el camino adelante hasta llegar a una plazuela, en cuyo fondo se destacaba la negra silueta del convento con su torre morisca, su campanario de espadaña, su cúpula ojival y sus tejados de crestas desiguales y oscuras.

-He aquí vuestro alojamiento -exclamó el aposentador al divisarle y dirigiéndose al capitán, que, después que hubo mandado hacer alto a la tropa, echó pie a tierra, tomó el farolillo de manos del guía y se dirigió hacia el punto que éste le señalaba.

Como quiera que la iglesia del convento estaba completamente desmantelada, los soldados que ocupaban el resto del edificio habían creído que las puertas le eran ya poco menos que inútiles, y un tablero hoy, otro mañana, habían ido arrancándolas pedazo a pedazo para hacer hogueras con que calentarse por las noches.

Nuestro joven oficial no tuvo, pues, que torcer llaves ni descorrer cerrojos para penetrar en el interior del templo.

A la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perdía entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantástica sombra del sargento aposentador que iba precediéndole, recorrió la iglesia de arriba abajo y escudriñó una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local, mandó echar pie a tierra a su gente, y, hombres y caballos revueltos, fue acomodándola como mejor pudo.

Según dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada, en el altar mayor pendían aún de las altas cornisas los rotos girones del velo con que lo habían cubierto los religiosos al abandonar aquel recinto; diseminados por las naves veíanse algunos retablos adosados al muro, sin imágenes en las hornacinas; en el coro se dibujaban con un ribete de luz los extraños perfiles de la oscura sillería de alerce; en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguíanse aún anchas losas sepulcrales llenas de timbres; escudos y largas inscripciones góticas; y allá a lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y a la largo del crucero, se destacaban confusamente entre la oscuridad, semejantes a blancos e inmóviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mármol de sus tumbas, parecían ser los únicos habitantes del ruinoso edificio.

A cualquiera otro menos molido que el oficial de dragones; el cual traía una jornada de catorce leguas en el cuerpo, o menos acostumbrado a ver estos sacrilegios como la cosa más natural del mundo, hubiéranle bastado dos adarmes de imaginación para no pegar los ojos en toda la noche en aquel oscuro e imponente recinto, donde las blasfemias de los soldados que se quejaban en alta voz del improvisado cuartel, el metálico golpe de sus espuelas que resonaban sobre las anchas losas sepulcrales del pavimento, el ruido de los caballos que piafaban impacientes, cabeceando y haciendo sonar las cadenas con que estaban sujetos a los pilares, formaban un rumor extraño y temeroso que se dilataba por todo el ámbito de la iglesia y se reproducía cada vez más confuso, repetido de eco en eco en sus altas bóvedas.

Pero nuestro héroe, aunque joven, estaba ya tan familiarizado con estas peripecias de la vida de campaña, que apenas hubo acomodado a su gente, mandó colocar un saco de forraje al pie de la grada del presbiterio, y arrebujándose como mejor pudo en su capote y echando la cabeza en el escalón, a los cinco minutos roncaba con más tranquilidad que el mismo rey José en su palacio de Madrid.

Los soldados, haciéndose almohadas de las monturas, imitaron su ejemplo, y poca a poco fue apagándose el murmullo de sus voces.

A la media hora sólo se oían los ahogados gemidos del aire que entraba por las rotas vidrieras de las ojivas del templo, el atolondrado revolotear de las aves nocturnas que tenían sus nidos en el dosel de piedra de las esculturas de los muros, y el alternado rumor de los pasos del vigilante que se paseaba, envuelto en los anchos pliegues de su capote a lo largo del pórtico.

*

II

En la época a que se remonta la relación de esta historia, tan verídica como extraordinaria, lo mismo que al presente, para los que no sabían apreciar los tesoros del arte que encierran sus muros, la ciudad de Toledo no era más que un poblachón destartalado, antiguo, ruinoso e insufrible.

Los oficiales del ejército francés, que, a juzgar por los actos de vandalismo con que dejaron en ella triste y perdurable memoria de su ocupación, de todo tenían menos de artistas o arqueólogos, no hay para que decir que se fastidiaban soberanamente en la vetusta ciudad de los Césares.

En esta situación de ánimo, la más insignificante novedad que viniese a romper la monótona quietud de aquellos días eternos e iguales, era acogida con avidez entre los ociosos: así es que la promoción al grado inmediato de uno de sus camaradas; la noticia del movimiento estratégico de una columna volante, la salida de un correo de gabinete o la llegada de una fuerza cualquiera a la ciudad, convertíanse en tema fecundo de conversación y objeto de toda clase de comentarios, hasta tanto que otro incidente venía a sustituirlo, sirviendo de base a nuevas quejas, críticas y suposiciones.

Como era de esperar, entre los oficiales que; según tenían de costumbre, acudieron al día siguiente a tomar el sol y a charlar un rato en el Zocodover, no se hizo platillo de otra cosa que la llegada de los dragones, cuyo jefe dejamos en el anterior capítulo durmiendo a pierna suelta y descansando de las fatigas de su viaje. Cerca de una hora hacía que la conversación giraba alrededor de este asunto, y ya comenzaba a interpretarse de diversos modos la ausencia del recién venido, a quien uno de los presentes, antiguo compañero suyo de colegio, había citado para el Zocodover, cuando en una de las bocacalles de la plaza apareció al fin nuestro bizarro capitán despojado de su ancho capotón de guerra, luciendo un gran casco de metal con penacho de plumas blancas, una casaca azul turquí con vueltas rojas y un magnífico mandoble con vaina de acero, que resonaba arrastrándose al compás de sus marciales pasos y del golpe seco y agudo de sus espuelas de oro.

Apenas le vio su camarada, salió a su encuentro para saludarle, y con él se adelantaron casi todos los que a la sazón se encontraban en el corrillo, en quienes habían despertado la curiosidad y la gana de conocerle los pormenores que ya habían oído referir acerca de su carácter original y extraño.

Después de los estrechos abrazos de costumbre y de las exclamaciones, plácemes y preguntas de rigor en estas entrevistas; después de hablar largo y tendido sobre las novedades que andaban por Madrid, la varia fortuna de la guerra y los amigotes muertos o ausentes rodando de uno en otro asunto la conversación, vino a parar al tema obligado, esto es, las penalidades del servicio, la falta de distracciones de la ciudad y el inconveniente de los alojamientos.

Al llegar a este punto, uno de los de la reunión que, por lo visto, tenía noticias del mal talante con que el joven oficial se había resignado a acomodar su gente en la abandonada iglesia, le dijo con aire de zumba:

-Y a propósito de alojamiento, ¿qué tal se ha pasado la noche en el que ocupáis?

-Ha habido de todo -contestó el interpelado-; pues si bien es verdad que no he dormido gran cosa, el origen de mi vigilia merece la pena de la velada. El insomnio junto a una mujer bonita no es seguramente el peor de los males.

-¡Una mujer! -repitió su interlocutor como admirándose de la buena fortuna del recién venido; eso es lo que se llama llegar y besar el santo.

-Será tal vez algún antiguo amor de la corte que le sigue a Toledo para hacerle más soportable el ostracismo -añadió otro de los del grupo.

-¡Oh!, no -dijo entonces el capitán-; nada menos que eso. Juro, a fe de quien soy, que no la conocía y que nunca creí hallar tan bella patrona en tan incómodo alojamiento. Es todo lo que se llama una verdadera aventura.

-¡Contadla!, ¡contadla! -exclamaron en coro los oficiales que rodeaban al capitán; y como éste se dispusiera a hacerlo así, todos prestaron la mayor atención a sus palabras mientras él comenzó la historia en estos términos:

-Dormía esta noche pasada como duerme un hombre que trae en el cuerpo trece leguas de camino, cuando he aquí que en lo mejor del sueño me hizo despertar sobresaltado e incorporarme sobre el codo un estruendo, horrible, un estruendo tal, que me ensordeció un instante para dejarme después los oídos zumbando cerca de un minuto, como si un moscardón me cantase a la oreja.

Como os habréis figurado, la causa de mi susto era el primer golpe que oía de esa endiablada campana gorda, especie de sochantre de bronce, que los canónigos de Toledo han colgado en su catedral con el laudable propósito de matar a disgustos a los necesitados de reposo.

Renegando entre dientes de la campana y del campanero que la toca, disponíame, una vez apagado aquel insólito y temeroso rumor, a coger nuevamente el hilo del interrumpido sueño, cuando vino a herir mi imaginación y a ofrecerse ante mis ojos una cosa extraordinaria. A la dudosa luz de la luna que entraba en el templo por el estrecho ajimez del muro de la capilla mayor, vi a una mujer arrodillada junto al altar.

Los oficiales se miraron entre sí con expresión entre asombrada e incrédula; el capitán sin atender al efecto que su narración producía, continuó de este modo:

-No podéis figuraros nada semejante, aquella nocturna y fantástica visión que se dibujaba confusamente en la penumbra de la capilla, como esas vírgenes pintadas en los vidrios de colores que habréis visto alguna vez destacarse a lo lejos, blancas y luminosas, sobre el oscuro fondo de las catedrales.

Su rostro ovalado, en donde se veía impreso el sello de una leve y espiritual demacración, sus armoniosas facciones llenas de una suave y melancólica dulzura, su intensa palidez, las purísimas líneas de su contorno esbelto, su ademán reposado y noble, su traje blanco flotante, me traían a la memoria esas mujeres que yo soñaba cuando casi era un niño. ¡Castas y celestes imágenes, quimérico objeto del vago amor de la adolescencia!

Yo me creía juguete de una alucinación, y sin quitarle un punto los ojos, ni aun osaba respirar, temiendo que un soplo desvaneciese el encanto. Ella permanecía inmóvil.

Antojábaseme, al verla tan diáfana y luminosa que no era una criatura terrenal, sino un espíritu que, revistiendo por un instante la forma humana, había descendido en el rayo de la luna, dejando en el aire y en pos de sí la azulada estela que desde el alto ajimez bajaba verticalmente hasta el pie del opuesto muro, rompiendo la oscura sombra de aquel recinto lóbrego y misterioso.

-Pero...-exclamó interrumpiéndole su camarada de colegio, que comenzando por echar a broma la historia, había concluido interesándose con su relato -¿cómo estaba allí aquella mujer? ¿No le dijiste nada? ¿No te explicó su presencia en aquel sitio?

-No me determiné a hablarle, porque estaba seguro de que no había de contestarme, ni verme, ni oírme.

-¿Era sorda?

-¿Era ciega?

-¿Era muda? -exclamaron a un tiempo tres o cuatro de los que escuchaban la relación.

-Lo era todo a la vez -exclamó al fin el capitán después de un momento de pausa-, porque era... de mármol.

Al oír el estupendo desenlace de tan extraña aventura, cuantos había en el corro prorrumpieron en una ruidosa carcajada, mientras uno de ellos dijo al narrador de la peregrina historia, que era el único que permanecía callado y en una grave actitud:

-¡Acabáramos de una vez! Lo que es de ese género, tengo yo más de un millar, un verdadero serrallo, en San Juan de los Reyes; serrallo que desde ahora pongo a vuestra disposición, ya que, a lo que parece, tanto os da de una mujer de carne como de piedra.

-¡Oh!, no... -continuó el capitán, sin alterarse en lo más mínimo por las carcajadas de sus compañeros-: estoy seguro de que no pueden ser como la mía. La mía es una verdadera dama castellana que por un milagro de la escultura parece que no la han enterrado en su sepulcro, sino que aún permanece en cuerpo y alma de hinojos sobre la losa que lo cubre, inmóvil, con las manos juntas en ademán suplicante, sumergida en un éxtasis de místico amor.

-De tal modo te explicas, que acabarás por probarnos la verosimilitud de la fábula de Galatea.

-Por mi parte, puedo deciros que siempre la creí una locura; mas desde anoche comienzo a comprender la pasión del escultor griego.

-Dadas las especiales condiciones de tu nueva dama, creo que no tendrás inconveniente en presentarnos a ella. De mí sé decir que ya no vivo hasta ver esa maravilla. Pero... ¿qué diantres te pasa?... diríase que esquivas la presentación. ¡Ja!, ¡ja!, ¡ja! Bonito fuera que ya te tuviéramos hasta celoso.

-Celoso -se apresuró a decir el capitán-, celoso... de los hombres, no...; mas ved, sin embargo, hasta dónde llega mi extravagancia. Junto a la imagen de esa mujer, también de mármol, grave y al parecer con vida como ella, hay un guerrero... su marido sin duda... Pues bien...: lo voy a decir todo, aunque os moféis de mi necesidad... Si no hubiera temido que me tratasen de loco, creo que ya lo habría hecho cien veces pedazos.

Una nueva y aún más ruidosa carcajada de los oficiales saludó esta original revelación del estrambótico enamorado de la dama de piedra.

-Nada, nada; es preciso que la veamos -decían los unos.

-Sí, sí; es preciso saber si el objeto corresponde a tan alta pasión -añadían los otros.

-¿Cuándo nos reunimos a echar un trago en la iglesia en que os alojáis? -exclamaron los demás.

-Cuando mejor os parezca: esta misma noche si queréis -respondió el joven capitán, recobrando su habitual sonrisa, disipada un instante por aquel relámpago de celos-. A propósito. Con los bagajes he traído hasta un par de docenas de botellas de Champagne, verdadero Champagne, restos de un regalo hecho a nuestro general de brigada, que, como sabéis, es algo pariente.

-¡Bravo!, ¡bravo! -exclamaron los oficiales a una voz, prorrumpiendo en alegres exclamaciones.

-¡Se beberá vino del país!

-¡Y cantaremos una canción de Ronsard!

-Y hablaremos de mujeres, a propósito de la dama del anfitrión.

-Conque... ¡hasta la noche!

¡Hasta la noche!

*

III

Ya hacía largo rato que los pacíficos habitantes de Toledo habían cerrado con llave y cerrojo las pesadas puertas de sus antiguos caserones; la campana gorda de la catedral anunciaba la hora de la queda, y en lo alto del alcázar, convertido en cuartel, se oía el último toque de silencio de los clarines, cuando diez o doce oficiales que poco a poco habían ido reuniéndose en el Zocodover tomaron el camino que conduce desde aquel punto al convento en que se alojaba el capitán, animados más con la esperanza de apurar las prometidas botellas, que con el deseo de conocer la maravillosa escultura.

La noche había cerrado sombría y amenazadora; el cielo estaba cubierto de nubes de color de plomo; el aire, que zumbaba encarcelado en las estrechas y retorcidas calles, agitaba la moribunda luz del farolillo de los retablos o hacía girar con un chirrido agudo las veletas de hierro de las torres.

Apenas los oficiales dieron vista a la plaza en que se hallaba situado el alojamiento de su nuevo amigo, éste, que les aguardaba impaciente, salió a encontrarles; y después de cambiar algunas palabras a media voz, todos penetraron juntos en la iglesia, en cuyo lóbrego recinto la escasa claridad de una linterna luchaba trabajosamente con las oscuras y espesísimas sombras.

-¡Por quién soy! -exclamó uno de los convidados tendiendo a su alrededor la vista-, que el local es de los menos a propósito del mundo para una fiesta.

-Efectivamente -dijo otro-; nos traes a conocer a una dama, y apenas si con mucha dificultad se ven los dedos de la mano.

-Y, sobre todo, hace un frío, que no parece sino que estamos en la Siberia -añadió un tercero arrebujándose en el capote.

-Calma, señores, calma -interrumpió el anfitrión-; calma, que a todo se proveerá. ¡Eh, muchacho! -prosiguió dirigiéndose a uno de sus asistentes-: busca por ahí un poco de leña, y enciéndenos una buena fogata en la capilla mayor.

El asistente, obedeciendo las órdenes de su capitán, comenzó a descargar golpes en la sillería del coro, y después que hubo reunido una gran cantidad de leña que fue apilando al pie de las gradas del presbiterio, tornó la linterna y se dispuso a hacer un auto de fe con aquellos fragmentos tallados de riquísimas labores, entre los que se veían, por aquí, parte de una columnilla salomónica; por allá, la imagen de un santo abad, el torso de una mujer o la disforme cabeza de un grifo asomado entre hojarascas.

A los pocos minutos, una gran claridad que de improviso se derramó por todo el ámbito de la iglesia anunció a los oficiales que había llegado la hora de comenzar el festín.

El capitán, que hacía los honores de su alojamiento con la misma ceremonia que hubiera hecho los de su casa, exclamó dirigiéndose a los convidados:

Si gustáis, pasaremos al buffet.

Sus camaradas, afectando la mayor gravedad, respondieron a la invitación con un cómico saludo, y se encaminaron a la capilla mayor precedidos del héroe de la fiesta, que al llegar a la escalinata se detuvo un instante, y extendiendo la mano en dirección al sitio que ocupaba la tumba, les dijo con la finura más exquisita.

-Tengo el placer de presentaros a la dama de mis pensamientos. Creo que convendréis conmigo en que no he exagerado su belleza.

Los oficiales volvieron los ojos al punto que les señalaba su amigo, y una exclamación de asombro se escapó involuntariamente de todos los labios.

En el fondo de un arco sepulcral revestido de mármoles negros, arrodillada delante de un reclinatorio, con las manos juntas y la cara vuelta hacia el altar, vieron, en efecto, la imagen de una mujer tan bella, que jamás salió otra igual de manos de un escultor, ni el deseo pudo pintarla en la fantasía más soberanamente hermosa.

-En verdad que es un ángel -exclamó uno de ellos.

-¡Lástima que sea de mármol! -añadió otro.

-No hay duda que, aunque no sea más que la ilusión de hallarse junto a una mujer de este calibre, es lo suficiente para no pegar los ojos en toda la noche.

-¿Y no sabéis quién es ella? -preguntaron algunos de los que contemplaban la estatua al capitán, que sonreía satisfecho de su triunfo.

-Recordando un poco del latín que en mi niñez supe, he conseguido a duras penas, descifrar la inscripción de la tumba -contestó el interpelado-; y, a lo que he podido colegir, pertenece a un título de Castilla; famoso guerrero que hizo la campaña con el Gran Capitán. Su nombre lo he olvidado; mas su esposa, que es la que veis, se llama Doña Elvira de Castañeda, y por mi fe que, si la copia se parece al original, debió ser la mujer más notable de su siglo.

Después de estas breves explicaciones, los convidados, que no perdían de vista el principal objeto de la reunión, procedieron a destapar algunas de las botellas y, sentándose alrededor de la lumbre, empezó a andar el vino a la ronda.

A medida que las libaciones se hacían más numerosas y frecuentes, y el vapor del espumoso Champagne comenzaba a trastornar las cabezas, crecían la animación, el ruido y la algazara de los jóvenes, de los cuales éstos arrojaban a los monjes de granito adosados a los pilares los cascos de las botellas vacías, y aquellos cantaban a toda voz canciones báquicas y escandalosas, mientras los de más allá prorrumpían en carcajadas, batían las palmas en señal de aplauso o disputaban entre sí con blasfemias y juramentos.

El capitán bebía en silencio como un desesperado y sin apartar los ojos de la estatua de doña Elvira.

Iluminada por el rojizo resplandor de la hoguera, y a través del confuso velo que la embriaguez había puesto delante de su vista, parecíale que la marmórea imagen se transformaba a veces en una mujer real, parecíale que entreabría los labios como murmurando una oración; que se alzaba su pecho como oprimido y sollozante; que cruzaba las manos con más fuerza que sus mejillas se coloreaban, en fin, como si se ruborizase ante aquel sacrílego y repugnante espectáculo.

Los oficiales, que advirtieron la taciturna tristeza de su camarada, le sacaron del éxtasis en que se encontraba sumergido y, presentándole una copa, exclamaron en coro:

-¡Vamos, brindad vos, que sois el único que no lo ha hecho en toda la noche!

El joven tomó la copa y, poniéndose de pie y alzándola en alto, dijo encarándose con la estatua del guerrero arrodillado junto a doña Elvira:

-¡Brindo por el emperador, y brindo por la fortuna de sus armas, merced a las cuales hemos podido venir hasta el fondo de Castilla a cortejarle su mujer en su misma tumba a un vencedor de Ceriñola!

Los militares acogieron el brindis con una salva de aplausos, y el capitán, balanceándose, dio algunos pasos hacia el sepulcro.

-No... -prosiguió dirigiéndose siempre a la estatua del guerrero, y con esa sonrisa estúpida propia de la embriaguez-, no creas que te tengo rencor alguno porque veo en ti un rival...; al contrario, te admiro como un marido paciente, ejemplo de longanimidad y mansedumbre, y a mi vez quiero también ser generoso. Tú serías bebedor a fuer de soldado..., no se ha de decir que te he dejado morir de sed, viéndonos vaciar veinte botellas...: ¡toma!

Y esto diciendo llevose la copa a los labios, y después de humedecérselos con el licor que contenía, le arrojó el resto a la cara prorrumpiendo en una carcajada estrepitosa al ver cómo caía el vino sobre la tumba goteando de las barbas de piedra del inmóvil guerrero.

-¡Capitán! -exclamó en aquel punto uno de sus camaradas en tono de zumba- cuidado con lo que hacéis... Mirad que esas bromas con la gente de piedra suelen costar caras... Acordaos de lo que aconteció a los húsares del 5.º en el monasterio de Poblet... Los guerreros del claustro dicen que pusieron mano una noche a sus espadas de granito, y dieron que hacer a los que se entretenían en pintarles bigotes con carbón.

Los jóvenes acogieron con grandes carcajadas esta ocurrencia; pero el capitán, sin hacer caso de sus risas, continuó siempre fijo en la misma idea:

-¿Creéis que yo le hubiera dado el vino a no saber que se tragaba al menos el que le cayese en la boca?... ¡Oh!... ¡no!.... yo no creo, como vosotros, que esas estatuas son un pedazo de mármol tan inerte hoy como el día en que lo arrancaron de la cantera. Indudablemente el artista, que es casi un dios, da a su obra un soplo de vida que no logra hacer que ande y se mueva, pero que le infunde una vida incomprensible y extraña; vida que yo no me explico bien, pero que la siento, sobre todo cuando bebo un poco.

-¡Magnífico! -exclamaron sus camaradas-, bebe y prosigue.

El oficial bebió, y, fijando los ojos en la imagen de doña Elvira, prosiguió con una exaltación creciente:

-¡Miradla!... ¡miradla!... ¿No veis esos cambiantes rojos de sus carnes mórbidas y transparentes?... ¿No parece que por debajo de esa ligera epidermis azulada y suave de alabastro circula un fluido de luz color de rosa?... ¿Queréis más vida?... ¿Queréis más realidad?...

-¡Oh!, sí, seguramente -dijo uno de los que le escuchaban-; quisiéramos que fuese de carne y hueso.

-¡Carne y hueso!... ¡Miseria, podredumbre!... -exclamó el capitán-. Yo he sentido en una orgía arder mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego que corre por las venas hirviente como la lava de un volcán, cuyos vapores caliginosos turban y trastornan el cerebro y hacen ver visiones extrañas. Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de mí con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi frente calurosa, beber hielo y besar nieve... nieve teñida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol.... una mujer blanca, hermosa y fría, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantástica hermosura, que parece que oscila al compás de la llama, y me provoca entreabriendo sus labios y ofreciéndome un tesoro de amor... ¡Oh!... sí... un beso... sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume.

-¡Capitán! -exclamaron algunos de los oficiales al verle dirigirse hacia la estatua como fuera de sí, extraviada la vista y con pasos inseguros-, ¿qué locura vais a hacer? ¡Basta de broma y dejad en paz a los muertos!

El joven ni oyó siquiera las palabras de sus amigos y tambaleando y como pudo llegó a la tumba y aproximose a la estatua; pero al tenderle los brazos resonó un grito de horror en el templo. Arrojando sangre por ojos, boca y nariz, había caído desplomado y con la cara deshecha al pie del sepulcro.

Los oficiales, mudos y espantados, ni se atrevían a dar un paso para prestarle socorro.

En el momento en que su camarada intentó acercar sus labios ardientes a los de doña Elvira, habían visto al inmóvil guerrero levantar la mano y derribarle con una espantosa bofetada de su guantelete de piedra.

Fuente: www.rinconcastellano.com

Un saludo cordial

¡Sed felices!

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

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Re: El cuadro de la Pantera Rosa

Bueno, y eso que no sabes lo que estuve haciendo ayer, metiendo las manos en la masa, pero literalmente.

Fuimos de excursión a Murcia, más concretamente al municipio de Totana, dónde se halla el remanente humano de una de las familias alfareras de más prestigio de la zona, el tataranieto, bisnieto, nieto e hijo de alfareros, Sr. Bellón. En la calle de las Ollerías, dónde tiene ubicado su precioso taller, edificado sobre dos metros de trozos de barro cocido, retales de la historia hechos añicos, taras de antiguas piezas, golpes de Historia con sudor, con amor a su oficio, con vocación, con arte.

Estuvimos hablando largo y tendido con él, un hombre encantador, educadísimo, amable hasta decir basta, generoso.
Nos dijo que tiene pensado hacer un museo de la Alfarería. Ojalá lo haga, porque tiene piezas de valor histórico incalculable. Una figura que imita a bronce y que si no nos hubiera dicho que era obra de Alfarero, ni me lo hubiera creído, vamos, ni darnos cuenta. Un botijo que encerraba siete botijos en su interior, una obra maestra. Reproducciones de alfarería celta, íbera, romana...

Le comenté que había visto realizar su noble oficio en cine y fotografía pero le dije que nunca lo llegué a ver en vivo y en directo. Presto a complacer los deseos de sus visitantes, se puso el delantal de trabajo y tras enseñarnos el torno dónde trabajaba su padre, que mostraba con orgullo la marca de su calzado sobre la gruesa madera, la muestra de que se había hendido en la madera su huella, por el incesante caminar sobre su base. No paré un minuto de hacer fotografías. Estaba entre emocionada, admirada y agradecida por tanta amabilidad. Total, que encendió su torno, el suyo ya eléctrico y se puso a hacernos figuras, piezas magistrales y únicas, mientras el Barbudín filmaba, y yo fotografiaba, entre foto y foto, miradita va, miradita viene. Apenas podía pestañear y no alcanzaba a cerrar la boca. Impresionante la velocidad, el arte, la magia...

"¿Qué quieres que os haga?" Nos preguntaba, mientras salían de sus manos, una muñeca, con su sombrero, su jarroncito de flores, su falda plisada; y un azucarero, con su preciosa tapa, un plato, una taza, una jarrita, un vaso... Impresionante.

Metí mis torpes dedillos -yo sin mancharme no me hubiera ido a gusto-, porque parecía fácil, sí, lo parecía solamente, jajaaaa. Menos mal que estuvo presto a arreglar el desaguisado que hice con una uña que se coló dónde no debía. A poco que agarres la masa de una manera no concéntrica, la fuerza centrífuga del movimiento rotatorio, hace las delicias del húmedo barro que, en forma de gotas, sale disparado hacia tu cara, vestido, paredes, etc. ¡¡¡¡Es muy difícil!!!!!

Cuando terminó nos dijo, "¿Cuál queréis? Elegid. Os la voy a regalar..."

Una persona única, como cada una de sus piezas. De esas personas, que te encanta conocer, te enorgullece conocer y haber compartido con él una mañana de historia, de cultura, de profesionalidad, de exquisita educación, amabilidad y generosidad. Me descubro ante este tipo de personas. Si tienes la oportunidad de ir a Murcia, haz un hueco en el camino para llegar a Totana. Arriba, cerca del Monasterio de Santa Eulalia, patrona del municipio, hay un hotel muy romántico. Volveremos sin duda...

Pasamos a su tienda, compré unos recuerdos, me encantan la cerámica, la porcelana, el barro cocido, creo que ya lo sabes por otras anécdotas ya relatadas por estos lares, ;-) Me daba mucho apuro quedarme con las piezas frescas, pero cuando ya nos íbamos, insistió en que nos lleváramos alguna de sus piezas. Nos llevamos la Muñeca de Bellón, que amablemente nos firmó, con la dedicatoria a nuestro nombre y la fecha y el azucarero, que fue lo primero que vimos salir de sus maravillosas manos de artista. Manteniendo el equilibrio, volvimos al coche, habíamos aparcado relativamente lejos y las piezas rezumaban humedad... amén de arte y amor a la profesión familiar.

Fuimos a comer y posteriormente hicimos la visita de rigor en la joyería de Adela Arnao, para delirio del Barbudín, claro está, he he he.

A veces, las excursiones menos previstas, son las más exitosas. Ayer fue buena muestra de ello.

Últimamente tengo mucha pereza para subir fotos, pero antes o después postearé algo de la visita a Totana.

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Con los polvos de talco no probé nunca, pero te aseguro que si en verano, vuelven a salir, probaré. ¡Ay de tí si empolvo toda la cocina y tras la "nevada" no fenecen las negritas! jajaaaa

Llevamos escritas muchas frases, compañero, difícil es que no nos repitamos alguna vez. No somos ordenadores, y si lo fuéramos, de vez en cuando también tendríamos derecho a quedarnos "colgados", ¿o no? ;-)

Ahora ya no me atrevo a deshacer el cubo, que me costó mucho conseguirlo, y ya no soy la que era. He leído que el zumo de granada mollar colabora en el rejuvenecimiento neuronal, bueno es saberlo, habrá que beber un vasito de vez en cuando, jajaaa

En cuanto a lo de tocar las naricillas a los chicos de la banca, no te preocupes, les va la marcha, no en vano se prodigan en el vicio descriptivo de su ciencia infusa que se constituye fundamentalmente tocando las fosas nasales de sus mejores y peores clientes, por definición. Si lo hacen ellos a los demás, será porque les gusta, digo yo, más que nada lo digo por no proceder a pensar mal de ellos, jejeje, se sobreentiende, jojojo...

Dále por abrazado, que hoy está muy mimosón, jajaaa

Un abrazo de "retour"

¡Sed felices!

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.