A la manera de los romanos, mientras los bárbaros derriban la puerta nosotros nos entretenemos con el circo de la corrupción, que es en mi opinión un problema muy secundario.
Hay tanta pasión y tanta indignación con el tema de la corrupción, que resulta difícil establecer unos parámetros reales sobre la magnitud del problema que en opinión de muchos y perplejidad mía es el principal de España. Voy a abandonar un momento el tema del petróleo para intentarlo, a sabiendas de que me arriesgo a levantar ampollas.
1. La corrupción es un problema global basado en la naturaleza humana.
Esto debería ser evidente. Como cualquier otro tipo de crimen, la corrupción está presente en todas partes, aunque a diferentes niveles. Diferencias culturales y educativas parecen correlacionar bien con las diferencias en los niveles de corrupción, pero sin lugar a dudas lo que mejor correlaciona con el índice de corrupción es el desarrollo económico. Países con similar nivel de desarrollo económico suelen tener un índice de corrupción similar. La dimensión del problema por tanto no es nacional.
El mapa de la corrupción mundial, datos de 2010. Transparency International.
2. La democracia como sistema político tolera elevados niveles de corrupción.
Puesto que la corrupción se basa en la naturaleza humana, la única diferencia entre los políticos y sus electores está en las oportunidades y escala en la que pueden practicarla, no debería sorprendernos que las democracias muestren un elevado nivel de tolerancia con la corrupción. Es un fenómeno muy conocido y estudiado y la evidencia es abrumadora. Tanto en USA como en UK, los estudios muestran que los parlamentarios implicados en escándalos económicos siguen teniendo muchas más posibilidades de ser reelegidos que de no serlo (Muñoz et al., 2012). Entre 1968 y 1990 el 60% de los parlamentarios en USA acusados de corrupción fueron reelegidos. El 62% de los parlamentarios japoneses condenados por corrupción entre 1947 y 1993 continuaron con su carrera política y fueron reelegidos. Hay abundantes datos similares para Francia, Italia y España. En general en las democracias maduras, los políticos corruptos pierden entre un 5-10% de los votos cuando se ven implicados en casos de corrupción (Sousa & Moriconi, 2013).
3. Los estados federales presentan mayor nivel de corrupción.
Esta es genial. Daniel Treisman de la Universidad de California, Los Angeles, muestra en su estudio (Treisman, 2000) que tener un estado federal incrementa el nivel de corrupción. Puesto que se atiene a la definición de estado federal como aquel que presenta regiones con dos niveles de gobierno con al menos un área de competencia autónoma para cada nivel de gobierno, garantizadas por la constitución, Treisman incluye a España como estado federal. Aunque la causa de este incremento en la corrupción no está clara, Treisman afirma que la evidencia preliminar apoya de forma robusta que los distintos niveles de gobierno compiten por extraer sobornos de los mismos agentes económicos dando lugar a un sobre-pastoreo. Creo que en España tenemos suficiente experiencia de corrupción a nivel de gobierno central y gobiernos autonómicos como para apoyar su afirmación.
4. España tiene el nivel de corrupción que le corresponde por su desarrollo económico.
España será un país de corruptos y todos los políticos son unos chorizos, y la casta y todas esas chorradas, pero España tiene el nivel de corrupción que le corresponde por su nivel de desarrollo y así ha sido desde que se le mide la corrupción de forma equivalente a la de los demás países. Quien piense que aquí hemos tenido mala suerte en el reparto de los políticos que nos han tocado, se engaña a sí mismo. La única forma clara de reducir la corrupción, un problema extremadamente difícil de tratar, es incrementando el desarrollo económico (lo sé, vaya putada).
Representación del índice de corrupción frente al desarrollo económico (PIB per capita). La recta quizá no sea la mejor regresión para estos datos, pero en cualquier caso España en cuanto a nivel de corrupción está donde le corresponde,
Existen algunas excepciones a la regla de que el nivel de corrupción se corresponde con el nivel de desarrollo económico, pero España no es una de ellas. Los casos más extremos parecen ser Italia, con un nivel de corrupción muy superior al que le debía corresponder por su desarrollo económico, y Chile donde sucede lo contrario y presenta un nivel de corrupción muy bajo para su nivel económico (ver el mapa).
5. La corrupción tiene un impacto económico limitado en los países desarrollados.
La corrupción es un problema económico muy serio a nivel mundial, hasta el punto de que el Forum Económico Mundial calcula el coste en 2,6 billones de USD, o el 5% del PIB mundial (Informe CleanGovBiz de la OCDE, 2014). Pero la corrupción está muy mal distribuída. En los países poco desarrollados económicamente es una verdadera plaga y se puede comer hasta el 20% del PIB. En España, que está bastante por debajo de la media mundial de corrupción, es posible que no llegue a ese 3% que Maragall le espetó a Pujol diez años antes de que la fiscalía se ocupara del asunto y en medio de la total pasividad de la sociedad, que ni siquiera se escandalizó. La incidencia económica puede que sea similar a la de la prostitución y las drogas e igualmente difícil de erradicar (más si no se intenta, claro). Otra posibilidad es incluirla también en el PIB como han hecho con prostitución y drogas en la UE.
6. La corrupción se percibe como problema durante las crisis económicas.
En mi memoria, la anterior vez que la corrupción fue un problema a nivel nacional fue en 1992-94 durante los últimos años de Felipe González tras la Expo y el AVE a Sevilla. Puntos en común con la actualidad fueron un periodo de burbuja caracterizado por abundancia de dinero y pelotazos, seguido de una crisis económica. Esta percepción personal mía se ve avalada por varios estudios (Zechmeister y Zizumbo-Colunga, 2013; Fernández-Vázquez et al., 2014) que muestran que los ciudadanos son más sensibles a la corrupción percibida en tiempos de crisis económicas que en tiempos de bonanza, y que los candidatos son juzgados de manera muy severa cuando hay crisis pero escapan al juicio de la opinión pública cuando la economía va bien. La razón según Fernández-Vázquez et al. es que los votantes ignoran la corrupción cuando perciben beneficios colaterales y son inclementes con ella cuando no reciben compensación alguna o incluso perciben un perjuicio.
La percepción de la corrupción como uno de los grandes problemas de España no tiene correlación con los casos de corrupción, pero sí con la incidencia de la crisis económica y el desempleo. Arriba el número de noticias en El País que mencionan la corrupción como reflejo del número de casos de corrupción. Abajo el porcentaje de ciudadanos que cita la corrupción como uno de los principales problemas del país en la encuesta del CIS. Fuente: Fernández-Vázquez et al., 2014.
7. La crisis económica es el problema, la corrupción es la percepción.
Que tantos ciudadanos citen en las encuestas que la corrupción es uno de los problemas más serios del país es un chiste. Muestra la ceguera y la doble moral de quienes unos años antes no le concedían la más mínima importancia al mismo problema.
La corrupción no es uno de los problemas más serios del país. Es un problema constitutivo y que probablemente está en remisión temporal en parte porque la bolsa de dinero de donde salen los sobornos se habrá visto reducida por la crisis y porque el nivel de escrutinio y persecución hará que muchos que no se lo pensarían dos veces, no se atrevan a aceptar un soborno en las actuales circunstancias.
Mientras tanto el verdadero problema, la crisis económica y sus causas, el pico del petróleo y el exceso de deuda, campan por sus respetos sin que les dediquemos la debida atención, los ciudadanos se dedican a cazar gamusinos y a atender a los cantos de sirena de gente que por nueva no tiene historial de corrupción, pero que perteneciendo a este país no hay que dudar que llevan en su interior el mismo índice potencial de corrupción que el resto de nosotros.
Enfocándonos en la corrupción nos alejamos del problema y nos arriesgamos a ser manipulados con la promesa de soluciones que no van a arreglar nada.
Mientras los bárbaros derriban las puertas, nosotros contemplamos el circo de la corrupción señalando con nuestros pulgares hacia abajo.
Bibliografía
Fernández-Vázquez P., Barberá, P., and Rivero G. (2014) Rooting out corruption or rooting for corruption? The Heterogenous Electoral Consequences of Scandals. Political Science Research and Methods
Informe CleanGovBiz de la OCDE, 2014
Muñoz J., Anduiza E., and Gallego A. (2012). Why do voters forgive corrupt politicians? Cynicism, noise and implicit exchange. IPSA conference, Madrid, July 2012.
Sousa L., and Moriconi M. (2013). Why voters do not throw the rascals out?- A conceptual framework for analysing electoral punishment of corruption. Crime, Law and Social Change 60, 5. 471.
Treisman D. (2000) The causes of corruption: A cross-national study. Journal of Public Economics, 76, 3. 399.
Zechmeister E.J., and Zizumbo-Colunga D. (2013). The Varying Political Toll of Corruption in Good versus Bad Economic Times. Comparative Political Studies. 46, 10. 1190