El gobierno anuncia una medida impositiva consistente en la modificación de las tributaciones de las plusvalías con un tiempo de realización inferior al año, que van a tributar al tipo general del IRPF. Las reacciones han sido por supuesto las esperadas y nos hemos encontrado de repente con todos los argumentos en contra de la citada medida. En particular me ha parecido digno de mención un artículo en Cotizalia, que nos dice que los mercados (en la portada) o la bolsa, (en el título que aparece cuando se entra en el artículo), claman contra la nueva plusvalía, que no genera recaudación pero si inseguridad.
Respecto a lo de inseguridad, me gustaría recordar el post en el que hablaba de la seguridad jurídica y cierta esquizofrenia. Según estemos hablando de unos temas u otros, se habla de seguridad jurídica o se habla de desregulación. Esto es fácil; ¿hablamos de sueldos de funcionarios?. ¡Habrá que tener en cuenta la situación!. ¿Primas a renovables?. Pues el tema es que han comprometido inversiones y no se puede tocar la remuneración. ¿Hay que subir IRPF?. Sin problemas mientras no toque a inversores y futbolistas extranjeros para los que se les dio una moratoria de cinco años para pagar lo normal. En definitiva, todo se puede tocar si hay algún beneficio para los mercados financieros, y no se puede tocar si hay pérdidas para los mercados financieros.
Respecto a lo de la capacidad recaudatoria, es otro clásico. ¿Qué lo esperado “oficialmente” (y desde luego lo que sorpresivamente va a ser realidad) en el retoque sobre el impuesto del tabaco es menor?. Eso no importa. Pero en este caso, y sin tener cifras ni tan siquiera estimadas, todo el mundo llega a la conclusión de que con esto no se va a recaudar, ¡y ya está!. Supongo que estarán los artesanos rabiando porque no pagan un impuesto especifico sobre las rentas de las actividades de artesanía, porque de esta forma podrían no pagar, ¡ya que el impacto sería nulo!. Supongo que esta frase que acabo de soltar puede ser considerada como demagogia, (faltaría más), pero suplico leer hasta el final para entender que en realidad es ironía.
A donde me gustaría llegar es que en realidad, independientemente de cuál de los dos títulos sea el correcto, (que sean los mercados o la bolsa los que clamen), creo que se debería corregir, porque ni los mercados, ni la bolsa han recibido mal la noticia, (por supuesto debido a otros factores), y en realidad el artículo lo que nos cuenta es que se ha llamado a expertos relacionados para preguntarles: ¿Qué le parece a VD. que se suban los impuestos a las personas que obtienen rentas en su sector?. (Sí, ya sé que quizás no sean estas palabras porque desde luego es importante meter la palabra ahorradores en lugar de inversores y otros truquitos dialécticos, pero creo que esto puede ser una traducción bastante realista de la realidad).
Las respuestas son las evidentes, salvo la respuesta de Pau Montserrat de iahorro.com, que me ha llamado poderosamente la atención:
“hay un efecto de distorsión entre las distintas modalidades de ahorro, y eso siempre es peligroso”.
Este efecto de distorsión, significa que si una persona gana 1.000 euros comprando y vendiendo intradía acciones, pagará una cantidad distinta a si esta persona los gana en un depósito o vendiendo unas acciones que ha comprado un año y un día antes. Es evidente que este efecto distorsión existe, que es peligroso, pero por otra parte por pura definición es el efecto buscado. Pero más allá de este efecto, en este punto es donde los puntos de vista del que contesta la pregunta es muy importante. ¿Por qué?.
Pues en realidad es muy sencillo; cualquier persona que opine que las distorsiones son peligrosas, debería saltar como un resorte en esta situación, pero siempre y cuando se incremente el enfoque. Para entenderlo, me gustaría proponer dos preguntas:
- ¿le parece a Vd. bien que suban el IRPF a los pequeños ahorradores que operen en bolsa?.
- ¿Le parece a Vd. bien que las personas que operan en bolsa paguen los impuestos que paga todo el mundo cuando gana dinero?.
Porque en realidad la clave está en que lo que se está proponiendo es que las rentas que provengan de determinadas operaciones tributen al tipo general y de forma general. Dicho de otra forma, que el dinero que se obtenga de estas operaciones tribute al importe que tributaría cualquier renta del trabajo o de una actividad empresarial o profesional de un autónomo (siempre y cuando no esté en algún régimen específico).
Evidentemente aquí hay una diferencia de enfoque importante; sí solo miramos el sector financiero, está claro que esta medida introduce una distorsión, pero lo que está claro es que por el mismo parámetro si cambiamos el enfoque hacía el total de la economía, lo que ocurre es que en realidad estamos reduciendo alguna de las distorsiones que se traducen en que el que escribe, (y unos cuantos millones más), tributamos más por unas rentas que proceden de trabajar que otras personas que perciben unas rentas que proceden de actividades de otro tipo. Y ojo, que decir que los especuladores paguen lo mismo que los trabajadores, no es precisamente demonizar a los especuladores, por razones más que obvias.
De hecho, es más que inquietante el hecho de que esta “reforma” fiscal, va a impactar en un colectivo muy determinado, que es el de inversores minoristas que obtienen rentas derivadas de operaciones sobre acciones como personas físicas, lo que evidentemente es un universo muy pequeño de todas las casuísticas que nos podemos encontrar, cuando en realidad lo que deberíamos es ir a un sistema fiscal en el que como mínimo nos encontrásemos con una situación en la que una renta determinada suponga un pago determinado y que este a su vez represente un porcentaje superior en proporción a las rentas altas, (como por cierto establece nuestra constitución), independientemente de donde venga.
Dicho de otra forma, lo que se tiene que conseguir es que todas las rentas tributen de la misma forma, (como mínimo), y desde luego evitar que la imposición a las rentas del trabajo, (recordemos que son estas que ahora parecen un escándalo cuando se aplican para las plusvalías), no sean algo citado como ejemplo para manifestar un rechazo a impuestos.
No hay otra distorsión peor y desde luego no hay otro caso de inseguridad jurídica que el hecho de saltarse a la torera la constitución, las normas y todas las experiencias en el pasado que hablan de que es necesario un sistema impositivo progresivo, sobre todo cuando en realidad la inmensa mayoría, (por no decir todas), de las decisiones que se han tomado últimamente van precisamente a beneficiar a los llamados mercados.