Hace unos días expresaba mis temores ante el cariz que estaba tomando la libertad de expresión en España; lo ocurrido este fin de semana no ha ayudado a calmarme. Ahora tan solo nos queda adivinar donde están los limites; los de la libertad de expresión, los de la sociedad y los de los dirigentes.
Algo tiene que ir muy mal para que de repente nos encontremos con dos personas encarceladas porque en una ¿obra? (reconozco que ni me gustan demasiado los titiriteros, ni los títeres) han representado a un policía corrupto poniendo un cartel que hace referencia a un grupo terrorista que todo el mundo menciona (por seguir la nomenclatura de los que se libran de todas) para simular una acusación falsa de pertenencia a esa banda armada. También nos cuentan que en la obra (que no se sabe si era para niños o por motivo de los carnavales) existen violaciones, asesinatos y no sé cuantas cosas más. En todo caso esto último no parece el motivo de la cárcel; acaban en la cárcel por enaltecimiento del terrorismo, por mostrar un cartel que colocaban en manos de alguien para simular un delito en una ficción con la que pretendían dar moralina. Ironía es que pretendiendo ofrecer moralina mediante una ficción los acaban de convertir en mártires reales (espero que salgan pronto y que nadie acuda a la ONU, Europa o instituciones porque podemos quedar realmente mal).
Cuando creo que ya no me puedo sorprender, viene más realidad y me zambulle en ese plus de realidad a lo bruto. Tenemos aristas por todas partes. La verdad es que todo esto me ha recordado ciertas piezas de televisión o cine. La primera es “La vida de Brian”. ¿A que nos parecía absurda la escena de la lapidación del que había pronunciado Yahvé? Pues hoy corremos cierto riesgo pronunciando el nombre de este grupo terrorista que nos ha amargado la existencia (ironía también es que una vez agonizante siga haciéndolo). De hecho tampoco parece que sea muy buena idea nombrar a otro grupo de animales con un nombre parecido a la primera parte de las pilas que no son de litio (ya saben: las alca-linas) porque un juez puede estimar que estás enalteciendo a alguien.
¿Se supone que en una democracia madura (por favor.. que no se piense que me refiero a cierto personaje de un país del otro lado del charco) tenemos que expresarnos como si estuviésemos jugando al tabú mientras parodiamos a una parodia? De verdad que es muy cansado.
Pero hay un problema adicional. Resulta que los límites son variables; de hecho yo no sé muy bien donde están. El jueves de la semana pasada estaba viendo “cuéntame”. Ya saben; una serie con pretensiones de acceder a la familia en la que se pretende repasar la cotidianidad de nuestra historia más reciente. Pues resulta que en la trama un policía, bastante corrupto, intenta presionar a un periodista llevándose a su hijo y a su sobrino. Este policía, que incluso ha asesinado, busca que el periodista publique una lista de objetivos de los Gal (el camino rápido aunque, en mi opinión, desastroso que ha tomado cierto partido político en descomposición). El periodista acude a Euskadi a avisar a una persona que no se define explícitamente como terrorista (sino como concejal de Batasuna) pero que evidentemente tiene contactos con los terroristas de que es objetivo de los Gal. En el episodio, programado en el prime time de la primera cadena (la pública) se ven todo tipo de símbolos de eta en la recreación de lo que sería el País Vasco de los 80. No sólo eso, se muestra un lado humano de esta persona que tiene una familia, una niña y una mujer. Una persona hipotéticamente en un momento y unas circunstancias dadas podría llegar a considerar la posibilidad de tener una cierta lastima de que un padre de familia muriese. Ya sé que con tantos disclaimers el post me va a quedar muy largo, pero me gustaría quedar claro que hay personas a las que les da pena que mueran incluso las personas repugnantes.
Pero a lo que voy; ¿por qué no ha actuado el fiscal en este caso? ¿Por qué no se ha generado follón en las redes?
Recuerdo también la película “Valkiria” y a un Tom Cruise interpretando a un muy patriota oficial alemán que coloca una bomba para asesinar a Hitler. Entiendo que en la escena donde es asesinado podemos sentir lástima; pero ¿pueden salir esvásticas en la película? Hoy quizás no.
Más peliagudo me parece el caso de “El hundimiento del Laconia” basado en otro caso real. Un submarino alemán hunde un transatlántico mixto (transporte de pasajeros y carga) por error, creyendo que se trata de un carguero militar.
Toda la miniserie va de los esfuerzos de la tripulación nazi de rescatar a los supervivientes al comprobar el horror que habían provocado. En la serie aparecen también todos los símbolos nazis; pero se comprueban los esfuerzos de más naves alemanas por rescatar a los náufragos mientras son atacados por los aliados. ¿Estaríamos enalteciendo el régimen nazi? ¿Ya no podemos sentirnos tristes y repudiar una guerra que finalmente acabaría también con un capitán nazi, que murió nazi y que a pesar de todo era persona?
¿Podríamos en España contar todas las aristas de cualquier persona que haya participado en cualquiera de los dos bandos de la guerra? ¿Podremos reconciliarnos con alguien sin intentar entender nada? Vamos apañados.
Lo peor de todo no es que la situación haya llegado a ser digna de las mejores prácticas de sitios que encarcelan a la gente por todo tipo de opiniones. Lo peor de todo es que estoy empezando a ver las ventajas operativas de un sistema basado en la censura. Ya sé que tal instrumento tiene mala fama. Pero que te prohíban la publicación de lo que no interesa es una ventaja frente a acabar en la cárcel por incluir un cartel en un espectáculo de títeres. Y, en definitiva, ya estamos jugando bastante al “tabú”.
La buena noticia es que ya será Carmena la que imponga la censura previa. ¿Qué hará el ayuntamiento de Madrid a partir de ahora con cualquier representación que se le plantee? Pues va a ser censura, porque una exjuez del supremo y el ministro del interior han sido los primeros en olvidar lo que siempre recuerdan cuando se acusa a un político de algo: los titiriteros son mártires para unos y culpables para otros sin haber sido condenados.
En fin. ¡Que hay veces que nos ahogamos en la libertad! Será que es tan inmensa como el mar….