A lo largo de este blog, he tratado de condenar ciertas medidas y proponer otras; y debo decir, que trato de extraerme un poco de mi situación específica personal para realizarlo. Es decir; cuando digo que es una soberana tontería rescatar a las concesionarias de autopistas y que tal medida va a ir en contra de todos, lo digo teniendo en cuenta que el resultado sería el mismo tanto si soy usuario de una carretera, como si soy accionista de una concesionaria.
Recordemos que una de las propuestas que he hecho es aquella de:
“Hace tiempo que he propuesto que debemos dejar de inyectar y rescatar a todo el que va cayendo, y en lugar de eso, debemos inyectar directamente el dinero en las empresas, en el importe que las empresas se comprometan a subir sus nominas en los próximos tres años.
Dicho de otra forma, el estado invierte el dinero salvando empresas, de tal forma que estas empresas devuelvan el dinero a sus trabajadores. Incrementando los sueldos. Es la forma de que las empresas tengan hoy liquidez para aguantar y clientes mañana.
Los trabajadores, tendrán que asumir el coste, (Coste que por otra parte asumirán de todas formas), pero mejoran sus salarios y los más apurados podrían refinanciar con perspectivas y sueldos mejores. Por supuesto, incrementa su confianza debido a que esperarían algo más que lo actual que no es otra cosa que bajadas de sueldos y subidas de impuestos para los optimistas, (y desempleo para los más pesimistas). Por supuesto, debe tenerse en cuenta que podrán asumir el coste si sus salarios suben. ¿Cómo vamos a pagar estos déficits con ingresos congelados en el mejor de los casos?.
Los bancos, podrían cobrar de unos y otros, a la vez que tendrían una economía que financiar.
Lo que está claro es que necesitamos soluciones globales, soluciones distintas y soluciones que solucionen el problema a todo el sistema económico. Sin embargo para ello, el estado debe dejar de asumir el papel de reyes magos. Debe dejar de hacer rescates a la carta a todo el que caiga. Debe gobernar, y tomarse las cartas a los reyes que desde todos lados le llegan como lo que son. Intentos de cada sector de salir beneficiados de esta. Y tiene que aprender a decir que no. A pedir esfuerzos a los bancos, a las empresas y a las personas. Pero a ofrecer un plan que de esperanzas a cada uno de estos”.
Creo sinceramente que son medidas de este estilo, con sus costes para todo el mundo y sus beneficios para todo el mundo, las que nos van a sacar de la crisis. Por supuesto, defenderé este tipo de medidas sea cual sea mi situación particular.
Sin embargo, lo que nos encontramos en el gobierno, son casos curiosos de personas que entran con aquella frase de Marx, (Groucho, no Karl) de “Tengo unos principios, si no le gustan, tengo otros”.
Pasó inicialmente con Campa, que pasó de firmar en el manifiesto de los cien economistas, a rechazarlo, (o matizarlo que es lo mismo, pero más fino), cuando fue nombrado secretario de estado a volver a dar un bandazo cuando los mercados se impusieron en la primavera de 2010.
Y por supuesto, paso con Valeriano Gómez, que una semana estaba en una manifestación contra la reforma laboral y la semana siguiente lo encontramos defendiendo la contención salarial, la reforma laboral para flexibilizar el trabajo y reformando la seguridad social al dictado de los mercados.
Por supuesto, el resto del gobierno ha cambiado también varias veces de discurso en los últimos tiempos, (aunque desde luego las medidas siempre han ido en la misma dirección).
No es muy difícil entender las consecuencias para todos los actores implicados que no son otros que el gobierno, los personajes implicados y el público en general que asistimos a espectáculos bochornosos.
En referencia a los personajes, (en este caso Campa y Valeriano), las conclusiones son claras; para entendernos, es exactamente la misma situación que si yo defiendo ahora unas cosas, y mañana tengo la suerte de que me toque el euromillón y digo exactamente lo contrario, porque me interesa otra cosa distinta. Puedo ser listo, puedo ser inteligente, o puedo ser pillo, lo que no tendría discusión es que al menos en uno de los dos discursos, (y probablemente en los dos), cuando me refiero a “lo mejor para España”, estaría en realidad diciendo “lo mejor para mis intereses”, y justificándolo con argumentos que pueden ser más o menos coherentes, (la coherencia es un extra).
Por tanto, en el caso de Campa, como en el de Valeriano, lo que está claro es que su integridad y sus discursos se acaban de ir a tomar viento. A lo mejor no les importa, pero creo que es importante este tema.
Lo del gobierno, también es de traca, porque demuestra una capacidad de hacer trucos inagotable. Está claro que cuando se nombró a Campa se hizo para contentar a los mercados y cuando se nombró a Valeriano se buscaba contentar a los sindicatos. Curiosamente ahora tenemos al del grupo de los cien economistas abjurando del contrato único, mientras el sindicalista abraza exageradamente un discurso que ha criticado.
La sensación que da es que en ambos casos, se ha buscado la persona dócil del grupo que había que contentar en cada momento, para “convencerla” de que diga que lo idóneo es lo contrario al grupo a contentar. Esto tiene un nombre y es engañar. Claro que esto tampoco es decir demasiado, comparado con lo que se podía decir.
¿Y nosotros?. Pues a asistir a estos espectáculos, con la bochornosa sensación de que los que ahora mismo mandan siempre tendrán personas que se venden y venden al país, renunciando a sus discursos, a sus ideas y sus creencias, por sus carguitos y cuatro duros, (o algo más de cuatro duros). Y si alguien encuentra decencia, dignidad y unos cuantos valores más que llenan discursos todos los días, agradecería me lo hiciese saber.