Está a punto de acabar el año y de las dos ventas que tenía programadas para diciembre una ya se ha firmado y la otra se acaba de venir abajo porque el comprador ha intentado gitanearme en el último minuto y eso si que no.
Acepto todo tipo de argumentos para negociar el precio que le he puesto a una vivienda. Cualquier excusa para intentar que lo rebaje me parece aceptable, pero nunca trago con estas maniobras de último minuto cuando los términos de la venta ya han sido aceptados y firmados hace unos meses. Antes prefiero venderlo a otra persona dentro de otros diez meses por debajo del precio que ahora me ofrecen que aceptar esta vuelta de tuerca de último minuto.
Cuando dos personas se dan la mano y firman un contrato la venta queda sellada y más si ha habido una fianza de por medio.
Y por supuesto que no voy a devolver los cinco mil pavos de arras que me dieron en octubre. Si la cosa hubiera sido al revés y hubiera sido yo el que hubiese tumbado la venta habría tenido que devolverlos doblados, así que sobre esto no hay más que hablar.
Y por cierto, que hace falta ser idiota para pretender una rebaja de diez mil euros habiendo entregado cinco mil de fianza. Jejeje, apuesto a que antes de dos o tres días le vuelvo a tener al tipo comiendo de mi mano.
Eso si no se acaba hoy el mundo, como dicen los mayas.
ACTUALIZACIÓN (26 de diciembre): Estos días de descanso me han hecho recapacitar y finalmente, a pesar de todas mis bravatas, he sido yo quien se ha bajado los pantalones y este viernes, con las orejas gachas y balando, firmaré las escrituras. Así están las cosas.
Menos mal que el sablazo lo he compartido con el de la inmobiliaria.