Juez: Vamos a ver, solo para que yo me aclare, ¿Me está usted diciendo que firmó en yenes el crédito hipotecario de su casa sin entender lo que estaba contratando?
Afectado: Verá usted, Señor Juez, es que soy un poco tonto y cuando me señalaron la escritura y me dijeron que firmara, pues firmé, ¿qué otra cosa podía hacer?
Juez: ¿Y sabía usted que la deuda era yenes y no en euros, es decir, que lo que usted debía eran yenes?
afectado: Sí, señoría
Juez: Pero usted afirma que ha estudiado derecho
Afectado: Sí, sí, señor juez.
Juez: ¿Y estando formado en Derecho persiste en afirmar que no sabía lo que estaba contratando?
Afectado: Es que yo siempre he confiado mucho en mi banco y nunca pensé que pudieran engañarme. ¿Cómo iba a imaginar que una cosa así podría suceder? ¿Quién iba a pensar que el yen y el euro iban a alterarse tanto y en un sentido tan impredecible?
Juez: Ajá, entonces usted reconoce que escogió una hipoteca multidivisa con la idea de que el yen se iba a debilitar, es decir, con intenciones especulativas.
Afectado: Mi abogado me ha dicho que diga que el culpable ha sido el banco y que debieron explicarme con más detalle como afectaría a la deuda el debilitamiento o el fortalecimiento de la divisa escogida. No lo hicieron de forma suficientemente gráfica.
Juez: Una de dos, o usted es más tonto de lo que yo pensaba o un caradura que me ha tomado a mí por tonto de remate.
El interrogatorio entre el estupefacto juez y el especulador de pacotilla es fruto de mi imaginación, pero algo parecido deben estar pensando algunos de los jueces de las Audiencias Provinciales que, lejos ya de la presión mediática del invierno pasado, están ahora rectificando las payasadas de otros jueces de primera instancia que le dieron la razón a estos carotas que hace algunos años nos miraban por encima del hombro por no haber sido tan listos como ellos.
Cualquiera con dos dedos de frente sabe que si firmas un crédito en yenes, el banco acreedor tiene que cambiar equis euros por yenes y que lo que tú le debes no son los euros sino los yenes y que, por tanto, el montante de la deuda está sujeto a los vaivenes de la divisa. Lógicamente la deuda aumenta en euros si el yen se aprecia y disminuye en euros si el yen se deprecia. En este caso el yen ha hecho ambas cosas, como suele ser habitual.
Es del dominio público que la especulación en divisas (Forex) es la más difícil y que ni siquiera los profesionales de la misma la tienen todas consigo cuando apuestan por una u otra divisa. Del carácter especulativo de estas hipotecas ya escribió Francisco Llinares hace un montón de tiempo.
Concluyendo, que estos tipos tan llorones no son más que pobres diablos que quisieron darnos en las narices con su olfato financiero y que ahora no quieren asumir las consecuencias de sus actos. Alucino con que pretendan que sean los bancos quienes asuman la pérdida por su desastroso olfato inversor.
Que caiga sobre ellos el peso de la Ley.
Y, por supuesto, que corran con las costas, faltaría más.